Bien lejos está aún el sector agropecuario en Cuba de cumplir su principal misión: la de garantizar la producción de alimentos que demanda el país, de manera que también pueda exportar y con ello generar ingresos para el desarrollo de la nación. Pero lo cierto es que los incumplimientos y bajos niveles de eficiencia que por razones objetivas y subjetivas han tenido lugar, obligan a importar altos volúmenes de alimentos, algunos de ellos lustros atrás producidos acá y tan imprescindibles en la vida o dieta del cubano como el arroz, la carne de cerdo, el azúcar, el huevo, el café, los frijoles…
Entonces la anhelada soberanía alimentaria sigue sin estar al doblar la esquina, amén de toda la esperanza que nos brinda la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, a diferencia de aquellas 63 medidas que también para dinamizar la producción agropecuaria no tuvieron el deseado efecto en sentido general.
El bloqueo estadounidense impacta mucho en la agricultura
Por otra parte si internacionalmente los conflictos, el cambio climático y los altos precios de los alimentos impulsan la inseguridad alimentaria y nutricional, empujando a millones de personas a la pobreza extrema y revirtiendo los avances en el desarrollo logrados con gran esfuerzo, qué podría decirse del caso cubano en que desde hace más de seis décadas los efectos del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba se han sentido con agudeza en la agricultura y la alimentación.
El informe que lleva ahora la mayor de Las Antillas a la Asamblea General de Naciones Unidas, sobre las consecuencias de la criminal política y la urgencia de su cese o levantamiento, refiere con cifras y argumentos cuán negativo ha sido entre marzo de 2023 y febrero de 2024 su impacto en el acceso a divisas, insumos, materias primas, fertilizantes, maquinarias, combustibles, productos químicos y tecnologías.
Por supuesto que todo eso también ha ocasionado una considerable disminución de la producción nacional de alimentos. De acuerdo con el documento se han deteriorado notablemente los rendimientos históricos de los cultivos varios casi en un 40%, debido a la falta de fertilizantes y plaguicidas. Se dejaron de producir casi 238 000 toneladas de viandas, más de 171 000 toneladas de hortalizas y miles de toneladas de frutas, sólo en el período señalado pues los daños son permanentes, constantes durante las 24 horas de cada día
Como resultado de lo anterior, en la etapa que se analiza fueron insuficientes las ofertas en el comercio mayorista y se mantuvo el déficit de productos en el mercado minorista, con inestabilidad en los suministros fundamentales de la canasta familiar normada y el fraccionamiento en sus entregas a la población.
A su vez la escasez de alimentos y de otros recursos básicos o vitales para la población ha originado un alza desmedida de los precios, muchos de los cuales son abusivos y especulativos, por lo que ante una preocupante inflación el Estado impulsa un programa antiinflacionario.
Sin que dejemos de hacer énfasis en todo lo que ha significado para el pueblo y la nación cubana la guerra económica estadounidense, y en particular el deterioro que le ha ocasionado al sector agropecuario, otros fenómenos adversos también han estado manifestándose a la par, incluso devenidos distorsiones.
Los problemas de la agricultura se resienten en otros sectores
No se puede entonces negar que en medio de la crítica situación que hoy enfrenta Cuba los problemas de la agricultura repercuten bastante en el bienestar de la gente, en el desarrollo económico y social de la mayor de Las Antillas, y en la aspiración de cuanto antes alcanzar la soberanía alimentaria, un asunto de seguridad nacional.
Este sector primario, lejos de brindar un excedente en divisas para el desarrollo de otras actividades, requiere por el contrario del aporte de diversas ramas, en aras simplemente de cumplir la tarea de alimentar a la población.
Ya sabemos cuán estratégico es por producir bienes esenciales para el sostenimiento de la vida, e incluso según expertos el crecimiento económico de un país se mide por el aporte de sectores primarios como el agropecuario al Producto Interno Bruto.
Mientras mayor sea, así será también para bien del resto de las ramas dado su encadenamiento con la industria, con el transporte, con el comercio, con las ciencias… por citar algunas.
La agricultura requiere de bienes y servicios que se obtienen por otras actividades económicas con las que se conecta y forma cadenas de valor, por lo que algunos especialistas la llaman «el sector creador de la economía».
Pero en lo social es importante recordar cuánto contribuye a la generación de empleos tanto en el campo como en la agroindustria, y en actividades de servicios, en la propia producción de maquinarias, tecnología e insumos, además de los ingresos monetarios que aporta a los trabajadores, a los productores directos e indirectos, a las familias, y al desarrollo local.
Las actividades agropecuarias se encuentran diseminadas donde quiera que existan las condiciones de suelo, agua y clima para su desarrollo, que en Cuba es prácticamente en todo el territorio. Así, constituyen una fuente de empleo y ayudan a mantener pobladas comunidades o asentamientos.
Duele entonces que fenómenos como el éxodo del campo hacia la ciudad, e incluso hacia el exterior, de jóvenes, técnicos de nivel medio, profesionales y obreros agrícolas puedan despoblacionar zonas rurales y montañosas, cuando más se necesita del concurso del hombre, de fuerzas calificadas.
El impulso al Plan Turquino es un claro ejemplo de cuánto el desarrollo económico y social de las zonas montañosas tiene al ser humano en el centro de las preocupaciones y ocupaciones del Estado, donde además de incrementar y diversificar la producción de alimentos se procura la existencia de mini industrias, el mantenimiento o mejoramiento de instituciones educacionales, sanitarias y científicas, de los viales, las comunicaciones, el transporte, entre otras, todo ello en medio de enormes limitaciones de recursos.
Entonces conseguir una adecuada respuesta del sector agropecuario pasa por la implementación combinada de políticas específicas para él, de otras políticas económicas relevantes (fiscal, monetaria, cambiaria, de definición de derechos de propiedad, de investigación y transferencia tecnológica, de precios e ingresos y comercial, entre otras) y de cambios institucionales coherentes con el nuevo contexto.
Precisamente por estos días se concerta y supervisa en todo el país la contratación de la producción agropecuaria, forestal y tabacalera del 2025, por los productores, entidades y demás formas de gestión económica, y su comercialización.
El país no cuenta con los recursos financieros para adquirir los insumos fundamentales que se necesitan en aras de proteger la atención a los cultivos y la ganadería, de ahí la necesidad de en tan crucial proceso de planificación ser objetivos, transparentes y de pensar y actuar con conocimiento y conciencia en torno a la enorme responsabilidad de un sector productor no sólo de alimentos, sino también de mucho bienestar social.