En casi cuatro hectáreas de tierras negras y arcillosas, y otras blancas con una humedad envidiable, en Candelaria, prospera el cultivo del arroz junto a la dedicación de Damián González Suárez y su familia, asociado a la Cooperativa de Créditos y Servicios(CCS) Armando Noa.
Este guajiro de pura cepa, quien ha pasado por sus manos cuarentonas, ají pimiento, tomate, pepino, aguacate, maíz, entre otras cosechas, reconoce al arroz como un alimento imprescindible en la mesa de los cubanos, por ello en sus tierras bajas, inició la siembra hace unos años, con un rendimiento promedio de cinco quintales por cordel, casi 180 en cada temporada, es decir dos veces al año.
Tal vez ciertos números no nos dicen mucho, pero sí la satisfacción de los candelarienses que cuentan con el arroz de Damián en la feria sabatina, hasta a 120 pesos la libra, “pues ahí sí funciona la oferta-demanda. Todos tenemos un espacio y solo se nos exige cumplir y exponer el listado de precios, sin pagar impuesto alguno”, nos asegura.
El arroz, definido popular o no, tiene varios precios por libra, “si la cooperativa y Acopio nos lo compran, lo venden hasta a 200. También en ferias lo hemos visto hasta a 170, en las bodegas Comercio lo vende a 140 pesos, tras el margen comercial ¡Quien produce no siempre es quien más gana en la cadena de comercialización!
“A veces tardan dos meses como mínimo en pagar las producciones, y ya no se recibe ni un poco de petróleo, tampoco semillas, fertilizantes ni otros apoyos que estabilizarían el programa, acercando algunos insumos”.
“Pero yo, salvo lo contratado con la CCS, no tengo intermediarios; voy siempre al menos con un saco de arroz, a veces en una bicicleta lo he llevado, en el tractor, en una araña de caballo, y doy hasta tres viajes… “Vendo además, cuanto produzco en la finca, y tanteo los precios con los del resto para bajarlos, y salir rápido.
“Fui beneficiado con los paneles solares donados por la Organización Alemana No Gubernamental KarEn, en función del uso de energía renovable para el riego de las áreas arroceras, no obstante, se me averió y aunque uso otra alternativa, deseo rescatar este proceder”, insiste.
Manos al fango, después al arroz
“Desde bien temprano hasta las 11:00 a.m., y después en la tarde- noche estoy entre el fango, a base de bueyes. Echo el semillero de arroz, que como no hay líquido lo siembro a mota (posturas de 35 a 45 días), con abono orgánico para que salga fuerte.
“Con la misma yunta de bueyes deshierbo, aro, le echo agua suficiente y voy fangueando. Contrato dos o tres personas para sembrar conmigo. En junio inicié, pero lo hago escalonadamente para que así sea la cosecha. En diciembre y enero vuelvo a sembrar en las mismas parcelas”.
Como los abonos foliares y la urea son apenas sueños para este productor de arroz popular, él insiste en los beneficios del abono orgánico, incluso en mejorar la semilla, otra quimera, que pudiera ser realidad con un poquito de empeño de los decisores, explica.
“Aquí todo es manual. La única trilladora por estos lares está en San Cristóbal. Para venir necesita diez litros de petróleo, y cada diez sacos, te cobran uno.
“Me busqué unos encerados, y trillo con mi tractor. Cada vez que trillas 100 sacos, salen unos diez limpios, con el empleo de dos litros de petróleo. La paja la reutilizo como abono y alimento para las gallinas“.
Así nos lo cuenta Damián, uno de los 582 artemiseños que tienen sembrado arroz popular según informe del Grupo Agropecuario y Forestal, en 1 793 hectáreas de tierras de Artemisa, con lo cual se obtienen unas 9 200 toneladas del grano que demanda la población del territorio.
Mientras los financiamientos y las condiciones del país aseguraban la estabilidad en tiempo del arroz de la Canasta Básica, o a libre demanda, no había problemas, pero la situación actual exige manos a la tierra. Nadie ha definido fácil sembrarlo de manera popular, teniendo como garantía la tierra y mucho sigilo; mas, multiplicar las libras cosechadas por los precios topados pero aún altos (como mínimo 120, que solo he visto en la tarima de Damián, y como máximo 200, que sí se acerca al valor más cotidiano), da la cuenta.
Solo resta seguir impulsando la tradición y cumplir con los pronósticos arroceros, incluso para que otras tierras en usufructo que exhiben marabú como cultivo, tal como las que colindan con las de Damián, se colmen del grano. ¡Que haya más arroz popular, será mejor para la mesa de todos!