Miriam, maestra para toda la vida

Miriam, maestra para toda la vida

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Foto: Ángel Chimeno Pérez

“Yo nací en El Rincón, una comunidad rural ubicada casi en los límites fronterizos de los actuales municipios de Las Tunas y Jobabo”, cuenta la profe Miriam Borges Licea. Y allí, desde la cuna, fundó los valores que le han permitido, durante 72 años, enfrentar la vida convencida de que no hay imposibles.

De aquellos tiempos rememora: “Mi papá fue miembro del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) y  su casa, la nuestra, sirvió de campamento a los alzados en esa zona contra la tiranía de Fulgencio Batista y mi mamá ayudaba a atenderlos.

“Él combatió a los bandidos en El Escambray y ella fue alfabetizadora. Los dos nos inculcaron a los siete hermanos el amor a la Patria y el afán de superación aprovechando las oportunidades que el primero de enero de 1959 abrió a las familias campesinas”.

 

Y se hizo maestra

Con solo 11 años tomó la decisión de hacerse maestra y a los 12 comenzó los estudios, y Miriam se hizo maestra primaria makarenka, después de transitar por las tres escuelas nacionales fundadas con ese propósito: Minas de Frío (un año), Topes de Collantes (dos) y Tarará (los restantes dos).

Desde entonces y hasta la fecha Miriam ha rendido pleitesías a escuelas primarias y secundarias básicas en las ciudades de Las Tunas y Jobabo, pero encontró en la Enseñanza Técnico Profesional la pasión de su vida.

 

Inculcar el amor al trabajo

Aunque atesora bonitos recuerdos de su labor en esas instituciones, Miriam siente una atracción especial por la Técnico Profesional y no la oculta.

“Sí, me gusta como ninguna otra. Los muchachos llegan al centro con una perspectiva diferente: animados por sus ansias de aprender un oficio y entrar en el mundo laboral bien preparado”, argumenta y la fascina la posibilidad de contribuir a la realización de esos sueños.

Enfatiza que con esas expectativas se sintió –y se siente- comprometida cuando puso por primera vez su cuerpo, su corazón y su alma en los pasillos y las aulas del instituto politécnico Cucalambé y más tarde en el Conrado Benítez, de la ciudad de Las Tunas.

 

Jubilación y reincorporación…

Después de 38 años ininterrumpidos de trabajo Miriam se jubiló, “fue en el año 2008. Lo hice para atenderme un problema de salud renal que incluía una operación. Pensaba que me dejaría secuelas y que ya no podría seguir ejerciendo”, presagiaba.

Pero no, la intervención fue un éxito y la profe volvió al politécnico, y sigue aferrada al aula y a sus muchachos   inculcando a sus pupilos, además, valores relacionados con la responsabilidad, la disciplina laboral, la ética y el compromiso con los demás que ella ha cultivado para bien suyo, de la familia y de los noveles trabajadores.

Los desafíos los asume desde el departamento de Elaboración de Alimentos como licenciada en Biología e impartiendo asignaturas afines a su especialidad.

¿Usted se jubiló y se reincorporó para mejorar la situación económica de la familia?, “no, no, no. Si hubiera sido en este tiempo le diría que sí”, remarca  sin titubeos, pero “en el año 2008, cuando decidí reincorporarme no hacía tanta falta el dinero como ahora”, lo afirma categórica y en el diálogo retomamos los altos precios, la  inflación, que nos oprime el bolsillo y exige magia para sobrevivir a quienes dependen de su salario.

Lo hizo porque le resultaba –y le resulta difícil- alejarse así, de golpe y porrazo, del aula, de la expectativa de conocer a otros jóvenes que llegan al Instituto Politécnico Conrado Benítez procurando redondear su formación profesional para su inminente entrada en el mundo laboral.

“Mientras mi familia y yo tengamos fuerzas y salud seguiré cumpliendo esta misión”, lo afirma con devoción martiana, porque  sabe que al hacerse maestra se hizo creadora.

 

Las añoranzas de Miriam

Miriam siente añoranza: “El sistema de trabajo ha variado mucho. Antes los muchachos hacían sus prácticas, nosotros los llevábamos   y ahora todo es diferente, porque esas unidades tienen otros intereses, pues generalmente los centros son arrendados. Ya no es igual”.

Rememora que cuando impartía Tecnología de la Elaboración de Alimentos en el Instituto Politécnico Cucalambé había más atención con los estudiantes que estaban de práctica por 45 días y la escuela tenía una asignación de alimentos para que ellos  entrenaran. “Todo eso hace falta retomarlo”, enfatiza.

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