Fidel muy cerca de los profesores

Fidel muy cerca de los profesores

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Diálogos en la Universidad

Algo inusual ocurría habitual­mente en la Universidad de La Habana en la segunda mitad de los años sesenta del pasado siglo. Ya caía la noche y todavía un grupo de estudiantes deambu­laba por la central plaza Cade­nas, hoy plaza Agramonte. A menudo esa espera resultaba fructífera, porque en los últimos tiem­pos el Comandante en Jefe solía aparecerse allí de repente y no querían perderse la oportunidad de dialogar con él. De pronto llegaba un yipi, que parqueaba siempre en la calle situada entre la plaza y el rectorado. ¡Era Fidel! Y el montón de jóvenes corría a su encuentro y lo rodeaban, ansio­sos por escucharlo. Entre ellos estaba la entonces estudiante universitaria de la carrera de Historia, la Doctora en Ciencias Francisca López Civeira.

“Era un intercambio muy natural, espontá­neo, hablábamos de muchos temas, entre ellos de la necesidad de algunos libros, porque ya se había realizado la Reforma Universitaria con la que se crearon nuevas especialidades y no siempre con­tábamos con los textos indispensables”.

En la plaza Cadenas con los universitarios.

Una sonrisa ilumina el rostro de Paquita, como la llaman sus amigos, al recordar una en­tre muchas anécdotas de esos encuentros: “Estaba allí un compañero nuestro, Elio, quien estudiaba Historia y el Comandante lo miró y le preguntó: ‘¿Tú eres militante de la Juventud?’. Y ante la res­puesta afirmativa le volvió a preguntar: ‘¿Y qué haces con esa manilla dorada?’ Realmente la prenda se destacaba sobre su piel oscura, y el muchacho algo avergonzado le entregó la mani­lla. Un rato después Fidel le dijo: ‘Sé que estás triste por la manilla’, y se quitó el reloj y se lo regaló.

“Cuando nos graduamos un grupito decidimos cumplir el servicio social en un lugar difícil, como Pinares de Mayarí, en el Segundo Frente, donde había un politécnico que estaba haciendo un ex­perimento de estudio-trabajo. Vivíamos y dába­mos clases en casas de campaña. Fidel se aparecía también de repente y empezaba a conversar con el director, los profesores, pero sobre todo con los estudiantes, jugaba con ellos a la pelota, al ba­loncesto… fue una práctica suya.

 

¿Llegar sin bienvenida?

En abril de 1972 fue inaugura­da la Escuela Secundaria Bá­sica en el Campo Vanguardia de La Habana, en Isla de la Ju­ventud, de la que Rolando Her­nández Baldoquín fue profesor de Física.

“Transcurría el curso 1972-73 y alrededor de las seis de la tarde escu­chamos gritar a un estudiante: ‘¡Aquí está Fi­del!’ y se formó tremendo alboroto en la escuela. Cuando el Comandante en Jefe se bajó del yipi, el secretario de la Juventud de la escuela fue a su encuentro y le dijo: ‘¿Cómo va a llegar así us­ted sin que le demos la bienvenida?’. Él cruzó los brazos, sonriente, y le dijo: ‘Bueno, ¿qué tengo que hacer?’. Y el estudiante le respondió: ‘Dirí­jase de nuevo adonde usted llegó y espere unos minutos’. Así lo hizo y el consejo de dirección estaba sorprendido por el atrevimiento de aquel muchacho, pero este convocó inmediatamente al alumnado que se situó en dos hileras y entre aplausos y consignas le dio el recibimiento que merecía.

Fidel le entregó el trofeo de ganador de la emulación al director de la escuela. Foto: Cortesía de Rolando Her­nández Baldoquín

“En esa jornada visitó las aulas, los dormi­torios, y habló de muchos temas entre ellos del uniforme y cómo querían los estudiantes que fuera, y también dijo que sería bueno que la Es­cuela tuviera una banda de música. Bastó esa orientación para que el profesor de Educación Física se encargara de organizarla.

“En otras de sus visitas se dirigía a las áreas deportivas a jugar básquet o pelota y en una ocasión sostuvo una reñida competencia de pim pon con un alumno de décimo grado.

“Recuerdo cuando fue al albergue de las profesoras y comprobó, al acostarse en una de las camas, que estaban cómodas. En ese instante se sorprendió al ver allí dos cunas, eran de dos hijos pequeños de profesores. Vinieron los niños y Fidel se sentó en el piso con ellos y los peque­ños jugaban con su barba.

“En ese curso nuestra Escuela obtuvo el pri­mer lugar en la emulación a nivel nacional. Nos comunicaron que Fidel nos había invitado a la celebración del 26 de Julio en Santiago de Cuba.

“En el acto Fidel le entregó el trofeo de ga­nador de la emulación al director de la Escue­la, fue muy emocionante, los estudiantes que habían acudido también a la cita respondieron con el himno de la Escuela y nuestro lema: ‘¡La juventud se define con una sola palabra: Van­guardia!’”.

 

Directora y maestros emergentes

Mencionar a la Doctora en Cien­cias Pedagógicas María Teresa Ferrer Madrazo es recordar su tránsito por la formación emer­gente de maestros primarios, res­puesta de Fidel ante el déficit de educadores en ese nivel que exis­tía en el año 2000, fundamental­mente en la capital.

Para la nueva escuela que se iba a crear con ese fin se propusieron 200 maestros de los cuales debían seleccionarse 50. Ella, que en ese momento era profesora de la Facultad de Educación Infantil de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enri­que José Varona, como secretaria general del co­mité del Partido quiso dar el ejemplo a sus compa­ñeros. “Dije: pónganme ahí de primera y díganles a los militantes del Partido y los profesores que María Teresa está en la lista”. Más tarde cuando se fue a seleccionar al director de la escuela se le ocurrió decir: ‘A mí me gustaría estar en ese pro­grama’ y a los dos o tres días le informaron que ella era la persona designada.

“Asistí a la reunión con Fidel, escuchó nues­tros criterios e hizo un análisis profundo y minu­cioso de la situación para tener los elementos sufi­cientes, y aseguró que no nos preocupáramos, que se iba a resolver el problema.

 

Contribuyó a resolver el déficit de maestros primarios en la capital.

“La escuela estaba en Melena del Sur, no en el pueblo, sino a ocho kilómetros adentro, y se llama­ba Revolución Húngara de 1919, la visitamos por primera vez el 13 de septiembre, la estaban repa­rando, todo estaba lleno de fango, había mosqui­tos en todas partes, pero cuando volvimos el día 17 aquello sí era una escuela, todo limpio, las camas tendidas, maravillosa, lo único malo es que fumi­garon pero los mosquitos no se habían enterado. Ese día empezaron a entrar los muchachos, ya estaba el claustro formado, éramos 50 profesores incluido el consejo de dirección, y 501 estudiantes egresados de décimo grado de los prepedagógicos, seleccionados por la UJC. A las ocho de la noche comenzó el acto, Fidel habló con los estudiantes, que eran 100 de la provincia de Matanzas y 401 de la capital. Se trataba de un experimento, debían estar en la escuela seis meses contando la práctica docente. Les dijo que les pedía estudios intensivos y mucha responsabilidad.

“Fluyó bien todo, con un horario muy rigu­roso. Se levantaban a las cinco y treinta de la mañana y se acostaban a las once de la noche. A las siete de la mañana estaban en las aulas, teníamos guaguas que los trasladaban a las acti­vidades, a movilizaciones, marchas; era un gran entrenamiento político, de una manera u otra veían a Fidel y sabían de él. Ese primer grupo culminó el 15 de marzo del 2001, fecha de la pri­mera graduación”.

Descargue en PDF: Separata Fidel educador por siempre

Acerca del autor

Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …

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