Los que se van… Los que nos quedamos…

Los que se van… Los que nos quedamos…

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Quizás pocos pueden interpretar números con sentimientos. Quizás las calles más vacías que hace tres años a las 5 de la tarde; la plantilla del centro laboral que cuesta trabajo completar; las familias ya fraccionadas en mil preocupaciones cuando le hablan de «viaje a los Volcanes»; o la valentía de salir embarazada y tener un hijo hoy en condiciones económicas muy complejas, son cosas más espirituales que numéricas. Sin embargo, duelen igual.

 

 

Quizás todo eso es poco y es mucho. Y así se confirmó hace solo unos días cuando supimos que somos hoy en este archipielágo menos de 10 millones, es decir, casi la misma población de 1985.

Y no es que las comparaciones sean malas por sí misma, sino que las lecturas son múltiples y van desde los hijos que no quieren pasar el mismo sacrificio de sus padres; hasta los padres que no pueden retener en esta tierra a sus hijos por mucho amor, dedicación y platos de comida que se hayan quitado para dárselos porque lo sintieron y fueron educados así, sin pedir por eso ningún título honorífico que no sea una sonrisa agradecida.

Los datos expuestos por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular no eran solo para ilustrar o enlazar números y más números ante la cara sorprendida de algunos diputados y seguidores por la televisión de esa sesión ordinaria.

Muchos ya sabíamos que tantas caras ausentes en los sofás de las casas, en las esquinas del barrio o el parque, en las fábricas, en las oficinas y en los campos carmelitas y enyerbados, no eran imaginación garciamarquiana, sino realidades que hoy mismo nadie puede asegurar que no siga aumentando. Y con ello, seríamos menos manos, corazones y vidas para echar palante un país, una nación, un proyecto que dio luz, mucha luz, pero hoy anda con foco rojo de emergencia en cuanto a alimentos, transporte, vivienda, economía…. y valores.

Quizás pocos pueden interpretar números con sentimientos. Y al mismo tiempo polemizar en conceptos y leyes aprobadas sobre Migración, Ciudadanía y Extranjería, por demás necesarias dada la carencia de un cuerpo legislativo al respecto.

Pero ser cubanos sigue siendo más que un pasaporte azul; que la condición de portar o no una ciudadanía; y que vivir trabajando horas y horas en el exterior para ayudar a la familia y hasta amores virtuales, por cierto, esto último cada vez más de moda, como si eso sustituyera el beso, el abrazo y una caricia física.

Los economistas siguen polemizando sobre los que se van y los que nos quedamos a partir de inversiones en tal o más cual rama (turismo y no agricultura, por ejemplo), proyectos mal ejecutados, medidas más o menos efectivas e inflación en curva (a ratos arriba, a ratos abajo el cambio de USD, MLC y CUP).

Los políticos hacen otro tanto y tienen razón también cuando hablan de la afectación del bloqueo estadounidense para mejorar el nivel de vida de los que nos quedamos. ¿Y quién escucha o polemiza con el corazón de las familias, rasgadas hasta la médula por una pandemia desoladora, desilusiones y neglicencias sin castigo; y por el retorno a pagarlo todo si quieres resolver o tener algo, incluso un servicio hospitalario o una buena repasadora para que el niño aprenda y pueda llegar al Pre o la Universidad?

El hecho de que más de un millón de cubanos hayan emigrado entre 2021 y 2023 podremos seguirlo estudiando, diagnosticando y valorando con miles de técnicas y metodologías. Pero lo real es que adonde llegan se llevan el pasaporte de cubanía que no cabe en una maleta y solo desean que Cuba mejore un día para regresar y ser felices con dominó, ajiacos, patacones, béisbol en el estadio, una cerveza bien fría en casa del socio o el bar de la esquina.

Solo desean ser felices con la única Cuba verdadera: la que cada quien lleva en sus venas sin transfusión, pero con respiración agitada, muy agitada para verla nuevamente sonreír.

Acerca del autor

Máster en Ciencias de la Comunicación. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el 2019. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.

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4 comentarios en Los que se van… Los que nos quedamos…

  1. Excelente articulo claro y preciso en esta reflexión y reflejando la realidad actual que vivimos hoy en días que nos ilustra la crisis migratoria de Mi Cuba.

  2. Muy buena reflexión del señor Rigoberto. He estado muchas veces en Cuba desde el año 1999 y como señala el señor Rigoberto enfrentan un grave problema estructural que se ha acentuado desde el año 2020, por la pandemia. Ese problema estructural se presenta no solo en los aspectos de educación, salud, economicos, de producción primaria….. sino también en disminución de población y en el crecimiento devla misma
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    Me da mucha pena porque mi corazón es cubano y me da mucho dolor por lo que está atrevesando. Fuerza Cuba…

  3. Magníficas reflexiones del periodistas y apoyo todo lo expresado tambien por Rigoberto tiene mucha razón.A todos los que amamos este terruño nos dió sentimiento tales estadísticas pues sabemos claramente el porque.Es muy triste ver personas mayores abandonadas por sus hijos, niños criados por sus abuelos, mujeres sin esposo criando solas a sus hijos con mil trabajos y la gran mayoria de estos familiares emigraron incluso arriesgando sus vidas buscando una salida a su situación económica o creyendo buscar un futuro mejor.

  4. El desafío demográfico se venía venir desde el periodo especial de los años 90. La crisis estructural que enfrenta Cuba desde antes de la pandemia ha acentuado la catástrofe demográfica. Por favor, llamémosla por su nombre y sin eufemismos triunfalistas nos enfrentamos a una catástrofe social que ya pone en serio peligro un proyecto de revolución socialista que sobrepasa la edad de jubilación. La pérdida de valores revolucionarios de los que abandonan un proyecto de vida en el socialismo es un tema para abordar en las altas esferas políticas. No se puede pedir resistencia ni integridad a quien no confía ni en la revolución y ni en el socialismo. Esos se van: Se fueron en el 59 los acaudalados capitalistas; se fueron por Camariocas los traidores y bandidos; se fueron por el Mariel los lumpen y la escoria; los balseros prefirieron el capitalismo ante la resistencia; las jineteras también se casaron para mejor vida afuera; por Ecuador se fueron los que no vieron el vaso de leche y desde el 2021 se va todo aquel que no es revolucionario. Se van como se va la confianza en la revolución y el socialismo. Se van los seres, se van.

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