Nada inquieta más a los cubanos que su vida cotidiana. Y la Asamblea Nacional del Poder Popular tiene ese reto. Analizar, discutir, legislar, cambiar, y responder a esa vida cotidiana, a través de las voces de los diputados que elegimos todos. Y ese mandato es sagrado, como decía Martí, de abajo a arriba.
Habrá debates encendidos en las comisiones permanentes (que los medios de comunicación no alcanzamos a reflejar muchas veces en toda su dimensión); habrá fiscalización y rendiciones de cuenta a ministerios de amplio impacto en nuestras mesas y cocinas; y habrá nuevas leyes por aprobar, incluidas tres que han originado más expectativa de lo normal por la manipulación inflada en las redes sociales: las de Migración, Extranjería y Ciudadanía.
Pero el Parlamento es más que levantar manos y aprobar leyes. Es la piel de un pueblo encarnada por sus mejores representantes para que el Gobierno responda, se autocritique cuando resulte necesario y no pierda la esencia de crecer, en medio de las dificultades más duras.
Por tal motivo, todas las miradas estarán centradas en más acciones y menos retórica. Los trabajadores lo saben. Estarán atentos. A la par, podrán leer en nuestras páginas las afectaciones que provocan las enfermedades profesionales en Cuba y el mundo. Todo eso es gobernar. Todo eso es Cuba.
Cualquier respiración agitada, a solo horas del 26 de Julio, servirá para asaltar la historia y vencer. Soñar. Crear. Andar. Amar.