No es fácil ni ligera la belleza de las composiciones de Marta Valdés. Ni sus melodías ni sus letras se prodigan precisamente por la simplicidad. Texto y música se funden en un entramado de hondas resonancias líricas.
Marta Valdés forma parte de una extraordinaria tradición de cantautores en Cuba, músicos poetas… pero ella ha roto una y otra vez, con la extraña delicadeza de su obra, los límites mismos de esa tradición.
Es figura primordial de la canción, del bolero, del filin en Cuba. Y al mismo tiempo, es única. Se ha singularizado, hay una marca personalísima en su creación: armonías, giros, tonos inesperados, elegantes y arduos al mismo tiempo, entrañables y desafiantes…
Esa poesía tan suya (imágenes matizadas por la pauta sonora) ha brillado en su propia intepretación, pero también en la de grandes figuras de la música cubana. No cualquiera puede entonar las canciones de Marta Valdés. O mejor: no cualquiera puede hacerlo bien. Porque hace falta un compromiso, una madurez, una sensibilidad y un talento… que no les son dables a todos los cantantes.
Y uno escucha de pronto a Elena Burke cantando Palabras, uno de los grandes temas de la compositora, y descubre el milagro, la fuerza de una verdad.
Cantante, compositora, guitarrista, crítica, pensadora de su arte… Marta Valdés es una artista de luminosa integralidad. Ajena a siempre a los oropeles, se ha realizado en las sutilezas de su ámbito más íntimo, en la maravilla de las pequeñas cosas.
Pero su obra es inmensa. Y ha resumido, con su tranquila solidez, el aliento y el espíritu de muchos de los que la han disfrutado. Hoy, que cumple 90 años, recibirá multiplicado ese cariño agradecido.