Su sapiencia, su sensibilidad, sumadas a una irreductible vocación de servicio y un compromiso con las más auténticas jerarquías artísticas, ubicaron a Pedro de la Hoz (Cienfuegos, 1953-La Habana, 2024) en la primera línea del ejercicio cotidiano del periodismo cultural en Cuba. Aunque sus aportes trascienden el ámbito del periodismo especializado. Era un intelectual de fructífera integralidad, un referente en no pocas de las batallas por la concreción de una sociedad más plena, justa y libre.
Escritor y crítico de arte, Pedro defendió la idea de que la cultura más raigal y al mismo tiempo renovadora debe constituirse en pilar de resistencia ante la avalancha de productos enajenantes que promueven ciertas lógicas de los centros hegemónicos. La belleza y la profundidad (que no hay que entender como pedantería o densidad infecunda) deben sostener esa lidia de las ideas.
En un ejercicio transversal y permanente, que no cesó hasta el final de su vida, Pedro de la Hoz fijó conceptos esenciales en sus análisis de procesos y figuras del panorama cultural cubano.
En el periódico Granma, en revistas y encuentros teóricos, en la Uneac, al frente de la Comisión Aponte… Pedro de la Hoz encarnó su credo, con coherencia, rigor y vuelo. Su ausencia ha sido un gran golpe. Aprovechemos su legado.