La más reciente edición de la Feria Internacional de la Industria Musical Cubadisco 2024, concluida hace una semana en la capital, apostó por un concepto ciertamente integrador: tiene que ver con la diversificación de los soportes, de los esquemas de producción, socialización y comercialización de la creación musical.
No se puede vivir de espaldas al mercado, lo que no significa que los artistas y las instituciones tengan que ser rehenes de ese mecanismo. Solo el mercado no puede imponer los referentes y las jerarquías.
Convengamos en que el disco, asumiendo incluso su renovación tecnológica, no es el único de los formatos en esta era de múltiples confluencias. La industria de la música es un sistema complejo, que incluye resortes artísticos, técnicos, de producción y de comunicación. La cuestión es lograr una integración armónica, puesta en función de honrar lo mejor, lo más valioso de la creación musical: la buena música, que digan lo que digan, puede ser también comercial.
Ese es el empeño de Cubadisco, que es más que vitrina: tiene que ser también espacio de debate y análisis, propicio para articular estrategias que comulguen con la política cultural de la nación.
Las dedicatorias de este año fueron particularmente felices: por un lado, al acervo inmenso de una nación hermana, Colombia, que es, como lo es Cuba, potencia musical de la región. Y segundo, a la extraordinaria tradición de la música campesina, que cuenta con tanta historia y tantas realizaciones actuales en el panorama cultural del país.
Cubadisco se consolida como uno de los grandes encuentros de la música en Cuba, quizás el mayor. Útil sería que sus aportes trascendieran las fechas que marca su calendario, porque esta Feria debería ser también guía para el trabajo cotidiano.