La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) realiza por estos días su proceso asambleario previo al X Congreso de la organización, que tendrá lugar en junio. En las reuniones de los miembros se ha abordado una agenda amplia e integradora, que necesariamente trasciende el ámbito de las artes.
Hay planteamientos de clara proyección social, porque el creador no vive en una torre de marfil. Además, en la concepción misma de la política cultural de la nación se asume y se propicia la capacidad crítica del arte y la literatura.
Se desarrollan también debates que remarcan confluencias de la Uneac y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Es natural, pues muchos de esos análisis parten de conflictos de la creación en su entorno laboral.
Pero, ojo, hay distinciones importantes. La Uneac, obviamente, no es el sindicato. Y se escuchan puntualmente planteamientos que más bien deberían ser atendidos en asambleas sindicales.
La misión fundamental de la Uneac es ser espacio para el debate y plataforma de socialización de los problemas del arte, de la cultura, desde la proyección que asume la organización en el entramado de la sociedad cubana.
Por supuesto, los debates de cultura (ni siquiera de la cultura artística y literaria) no se circunscriben a cuestiones meramente estéticas.
La cultura es elemento constitutivo de una identidad. Y una identidad es elemento fundamental en la preservación de la soberanía nacional.
La Uneac aporta, analiza, es contrapartida creativa de las instituciones.
Las relaciones contractuales, el diálogo entre los trabajadores de la cultura y las administraciones, la atención diferenciada a conflictos laborales deben ser prioridad para el SNTC.
La Uneac y el SNTC tienen desafíos comunes, pero también áreas específicas de labor.