La mujer ha sido, a través de la historia del arte universal, un tema recurrente en la obra de grandes maestros —y también de los creadores emergentes— de las artes visuales, inspiración acrecentada tras el empoderamiento femenino de los últimos tiempos, y el “aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder”, según trascendió en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing (Pekín, 1995).
Entre esos artífices cubanos cuya obra recrea la imagen de la mujer en sus discursos, generalmente sustentados en premisas de carácter social, se encuentra Erik Varela Ravelo, Doctor Honoris Causa por la Universidad del Instituto Americano Cultural, de México, y fundador del Proyecto Cultural Enmarcarte, perteneciente al Fondo Cubano de Bienes Culturales. Este prolífico artista resalta en sus cuadros los avances registrados en nuestro país en la equidad de géneros, una de las principales conquistas de la Revolución Cubana, mediante la cual se registran avances significativos en la participación de este significativo segmento de la sociedad, en la educación, el trabajo, los estudios, los derechos humanos y la salud sexual y reproductiva, entre otros.
Para Erik, la mujer constituye un símbolo —como sus enigmáticos paraguas abiertos— en la interpretación de sus discursos iconográficos, para lo cual parte de la premisa de que el desarrollo de las féminas y su papel en la sociedad, sobrepasa las fronteras del ámbito familiar, como puntal del hogar, para encontrar nuevos caminos solidificados, sobre todo, en su educación, lo que le ha posibilitado autonomía femenina, y con ello la búsqueda de su independencia económica, el desempeño social y laboral. La contribución femenina encumbra el desarrollo integral de una nación, como se evidencia en Cuba, a pesar de que aún deben de enfrentar manifestaciones de discriminación y acoso.
Concebidas en figuraciones (adultas, jóvenes o niñas) en las que aparecen de frente o de espaldas, las alusiones pictóricas del otrora mal llamado sexo débil en las composiciones de este artista nos conducen a diferente reflexiones en torno a sentimientos de miedo, alegría, tristeza, amor y otros muchos en los que asimismo trascienden dedicación, fuerza, inteligencia, responsabilidad, y la capacidad para superar las adversidades impuestas por la sociedad y en su ámbito doméstico.
En sus tesis, sustentadas en premisas que exaltan la cultura e idiosincrasia insulares, a través del uso de colores cálidos, Erik también nos acera al universo existencial de la contemporaneidad cubana, recreando narraciones que tienen que ver, entre otros, con la emigración, la autoestima, el amor filial, la maternidad, el emprendimiento individual, la soledad y los valores espirituales, elucubraciones en las que tiene en cuenta las atribuciones de los vestuarios, los fondos y la arquitectura. En esta última es recurrente la alusión al malecón habanero, otro símbolo presente en su obra.
En sus trabajos este creador igualmente sostiene la presencia de la mujer en el devenir de la vida en Cuba, donde estas representan más del 60% de los graduados universitarios, cifra similar a las que ocupan altos cargos de dirección e todos los frentes de la sociedad y han conquistado también un notable espacio en la vida política del país, donde ocupan el tercer lugar a nivel mundial en desempeñar un puesto en el parlamento. Fuimos el primer país en firmar y el segundo en ratificar la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
Por tales motivos, la obra de Erik, en general, constituye un homenaje a las féminas que asumen, desde el triunfo de la Revolución, las mismas actividades que los hombres.