No medité en el nombre de aquella mujer pequeña, bien delgada, de cabellera negra con finos hilos blancos y con la piel marchitada por el sol, tal vez por ese ir y venir entre bóvedas, panteones y nichos.
–Buenos días, nos expresó a los familiares convocados. Su rostro dibujó una sonrisa, pero a la vez escondía la marca de algún dolor, ingenuos en pensar que no sabía del sufrimiento de perder un ser querido.
–No se preocupen, los ayudaremos en todo, ¿trajeron el talco, el paño, el poquito de perfume, cepillos, guantes y la cajita con las medidas que les dijimos?, si se les olvidó algo, no se preocupen, como buenos vecinos compartirán.
Las mejillas se humedecieron al recordar en vida a quienes dentro de unos minutos exhumaríamos sus restos; vinieron entonces a la memoria las ocurrencias del abuelo condescendiente con sus nietos, la madre sobreprotectora hasta sus últimos días, el padre cariñoso y a la vez recto por el bien del niño, el hijo jaranero y trabajador, la tía preferida por sus sabios consejos, el sobrino estudioso o al esposo fiel.
De aquí para allá la veía al tanto de si los sepultureros tenían puesto los nasobucos y los guantes, además de tener listo el vagón, la pala y la barreta; chequeaba el mínimo detalle para evitarnos molestias en una ocasión tan triste y en su lugar regalarnos mucha energía positiva.
–La vida nos da golpes antes los cuales debemos ser fuerte y continuar con nuestros sueños, nos expresó mientras ayudaba a una familia con el proceso de exhumación –consistente en el desenterramiento de los huesos para luego colocarlo en nichos pequeños que faciliten su conservación–.
Como una “maestra” nos hizo meditar en que la vida no pasa de ser un viaje en tren con sus respectivos embarques y desembarques, al cual abordamos al nacer, conducidos por quienes pensamos estarán siempre en ese viaje: los padres, pero no es así, en alguna estación bajan privándonos de su cariño, amistad y compañía.
Otros abordan también ese tren, advertía: hermanos, amigos, los amores e igual nos dejan recuerdos eternos al bajarse, al punto que nadie puede ocupar sus asientos.
Vivir a plenitud para hacer la travesía más agradable fue su sugerencia, tratar de relacionarnos bien con todos los pasajeros, sin hipocresías, buscar en cada uno de ellos lo mejor, pues jamás sabremos la parada donde bajaremos ni tampoco la de nuestros compañeros o la del asiento de al lado.
Nos explicaba con paciencia los procedimientos, las lágrimas se hicieron inevitables, no faltó su mano en el hombro de nosotros, incitándonos a aguantar un poco y hasta compartió sus angustias para darnos ánimo.
– La muerte es un hecho muy duro, lo digo porque sé del dolor que nos deja. Aquí reposa desde el 2005 mi único hijo, a quien la vida no le dio la oportunidad de darme nietos. Las emociones le impiden hablar y deja escapar un suspiro.
–Aquí están bien cuidados, velo por este cementerio día y noche, es mi otra casa. Amo este trabajo del cual no conocía nada, soy Técnico Medio en Explotación del Transporte y después de la muerte de mi hijo me vinculé aquí; como cualquier oficio requiere de entrega, ser sensible a la hora de asomarte al dolor del doliente.
También exige profesionalidad, porque casi siempre al día siguiente del entierro vienen familiares a poner flores en la tumba del fallecido y si usted no los orienta bien acerca de dónde está, entonces se sentirán peor, es que en ese momento estaban en estado de shock y no atinaban a nada.
Sin percatarse de mis intenciones periodísticas responde a mi pregunta referente a los hechos vandálicos que ocurrían allí.
–En los años que llevo aquí ni un solo cristal me han roto ni robado en las cerca de 900 tumbas, vivo en el primer edificio de frente al Hospital y desde allá vigilo hasta en la madrugada si veo algún movimiento extraño me movilizo rápido.
Hago mis cálculos cronológicos y medito en que al igual que nuestros familiares, su hijo tiene tiempo de exhumado, aprovecho y curioseo.
-Sí, lleva 17 años muerto, pero no lo he exhumado aún. No le tengo miedo al momento, ni entiendo las razones de mi indecisión; tal vez cuando lo haga ya decida jubilarme. En octubre cumplí 63. Creo que antes de terminar el 2024 lo haré. Ese día será duro, imagínate… he visto sacar de entre las tumbas a tantos amigos, familiares y ver al mío…
Muchos me ayudarán, la llorosa seré yo, tal vez me tiemblen las piernas, me entren palpitaciones, pero ahí estarán manos amigas.
Claro, y seguimos el hilo de su lección para enseñarle a la “maestra” del cementerio que la vida nos da golpes antes los cuales debemos ser fuerte y continuar con nuestros sueños.
Por cierto, esa mujer que nos invita a no dejar morir los sueños se llama Idalmis Almoza Torres, lleva en su rostro la marca de esos golpes de la vida.
Esta mujer sigue creciéndose como los 465 trabajadores de la Empresa de Servicios Comunales de la Isla de la Juventud.
Este 15 de febrero, Día del Trabajador de los Servicios Comunales, celebrado desde 1995, en homenaje al nacimiento ese día, en 1920, de Faustino Pérez Hernández, siguen entregándose a diario por cumplir con su encargo social.
Su director, José Redonet Rojas explica que laboran por recoger en tiempo los desechos sólidos, mantener las áreas verdes y la calidad de los servicios necrológicos.
Al cierre del 2023 solo alcanzaron el 95 por ciento del cumplimiento del plan técnico económico, entre otras causas, por la obsolescencia del equipamiento. A las puertas del 2024 han cambiado la estrategia y los viernes incorporaron el cambio de labor de forma permanente para el personal de las oficinas, el cual se disemina por la ciudad de Nueva Gerona para higienizarla y embellecerla.
Yoraima Furones Torreblanca, secretaria general del buró especial del Sindicato Municipal de la Administración Pública, nos dice, que en homenaje al doctor y Comandante Faustino Pérez Hernández, fundador del movimiento 26 de julio y expedicionario del Yate Granma, quien dirigió por más de 25 la actividad de comunales desde la Oficina de Atención a los Órganos Locales del Poder Popular de la Asamblea Nacional, Idalmis Almoza Torres, administradora del cementerio de Nueva Gerona, dignifica lo realizado por mejorar los servicios necrológicos en la Isla.
“En la etapa este sector ha ganado en la atención de los medios de seguridad y protección del trabajo; comenzaron el 2024 con diez secciones sindicales, de donde saldrán reconocidos muchos rostros con la medalla Enrique Hart Dávalos por labor ininterrumpida en el sector por 20 y 25 años”, acotó la dirigente del sindicato de la Administración Pública.