Con Filo: Reparar la Nueva Escuela

Con Filo: Reparar la Nueva Escuela

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Durante mucho tiempo quienes estudiábamos hace décadas en las antiguas escuelas vocacionales, después preuniversitarios de ciencias exactas, escuchamos aquella canción de Silvio Rodríguez con la certeza de que hablaba de nosotros: “Esta es la nueva escuela, esta es la nueva casa”, nos decía el poeta.

Este 31 de enero la Escuela Lenin, el primero y más grande de estos planteles, cumple 50 años de su inauguración por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, junto al entonces presidente soviético.

Más de 46 mil bachilleres se han graduado en este medio siglo de esa ciudad escolar, que ha formado no solo excelentes profesionales, sino también personas de grandes valores, que a cualquiera le enorgullece contar entre sus colegas de trabajo, amistades o en nuestra familia.

Todo ello ha sido posible por aquella concepción fidelista de una formación científica y humanística, con una preparación integral donde la juventud explora sus vocaciones y aptitudes, desde el deporte hasta la cultura, en su más amplio espectro.

Sin embargo, para nadie es un secreto que los cambios demográficos, económicos y sociales que ha vivido Cuba han impactado negativamente en la continuidad de aquel sueño de Fidel, con la disminución de sus matrículas, el debilitamiento de sus claustros y el deterioro de sus instalaciones.

Pero incluso en esas difíciles circunstancias, La Lenin y sus similares en otras provincias continúan siendo un referente para la educación cubana, por la mayor calidad de su proceso de enseñanza, que se traduce en mejores resultados en el acceso de sus estudiantes a las distintas universidades del país.

No es suficiente, sin embargo. Hay que continuar en la búsqueda de mejores condiciones de vida y trabajo para su alumnado y sus docentes. Estudiar y formarse intelectualmente tiene que ser una opción atractiva. Y aunque esa aspiración —lo sabemos—  depende de numerosas variables de nuestra sociedad, una buena escuela puede ayudar, y mucho, a alimentar esa sana y deseable ilusión.

La Lenin a sus 50 años tiene además la extraña magia de constituirse en una tradición, en una especie de sitio de culto para quienes una vez vivieron allí una parte importante de su adolescencia y primera juventud, y a donde se regresa siempre con ganas de soñar y hacer.

Por eso resulta crucial aprovechar todo ese talento y capacidad que comenzó a incubarse en aquellas aulas y pasillos para respaldar todo lo que pueda hacerse en función de devolverle su esplendor a la Nueva Escuela, aquella misma de la canción de Silvio, que ya no es nueva por edad, sino por su concepto, nunca más vigente y necesario que en la Cuba de hoy.

 

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