La edición 39 del Festival Internacional Jazz Plaza, que concluyó este domingo, rindió tributo en su gala final en el Teatro Nacional de Cuba a la más emblemática de las compañías de la danza cubana: el Ballet Nacional de Cuba (BNC), que en octubre del pasado año celebró su aniversario 75.
Anoche el elenco que dirige la primera bailarina Viengsay Valdés estrenó Apparatus, una creación del coreógrafo y bailarín Raúl Reinoso a partir de la música del pianista Roberto Fonseca, director artístico del Festival.
Reinoso fue uno de los coreógrafos del reciente espectáculo Black Sabbath. The Ballet, un homenaje del Birmingham Royal Ballet, de Gran Bretaña, al mítico grupo de rock Black Sabbath.
Del rock al jazz: el actual primer bailarín de la compañía Acosta Danza (dirigida por el célebre Carlos Acosta) aceptó la invitación de montar un espectáculo nuevamente con la agrupación que fundaron hace más de 75 años Alicia, Alberto y Fernando Alonso. Lo entrevistamos.
¿Qué es para ti el jazz?
“El jazz es la libertad, la posibilidad de crear sin cepos castrantes, es un mundo de sentimientos y sensaciones… Y también un reto, porque incluso sin proponérmelo, sin que me lo pidan, trato de traducir todo eso al movimiento, a la danza, aunque sea en mi cabeza.
“Imagina cuando tengo la responsabilidad de hacerlo para la escena, como es el caso. ¿Cómo puede uno recrear con las pautas de la coreografía el espíritu tan libre del jazz? Esa fue la pregunta que me hice cuando acepté hacer esta coreografía…”.
¿Y cómo te respondiste esa pregunta?
“Ojalá no tuviera que responderla con palabras, ojalá bastara la coreografía. Yo sencillamente dejé que la música mandara. Dejé que la música me guiara, me trazara un camino. El lenguaje de los instrumentos, el ritmo, la melodía…
“Fue para mí un proceso de adaptación a las lógicas de la música. Crear a partir de esa música, que las dinámicas sonoras definieran las dinámicas del movimiento: eso me propuse. Y después exploré la manera en que esa partitura operaba en mi cuerpo. Y así fue naciendo Apparatus. Yo concibo la pieza como una invitación”.
¿Una invitación a qué?
“Me gustaría que el espectador viera, disfrutara más allá de lo que uno normalmente espera de los roles convencionales del bailarín, del simple ejecutante de una coreografía. Sobre el escenario está un artista, pero primero es un ser humano, alguien con expectativas, sueños, carencias, aspiraciones, conflictos, demandas, preferencias… y todo eso necesariamente supera los moldes más o menos estrictos de una técnica.
“Como el jazz, que parece que rompe algunos esquemas para poder expresar con absoluta libertad muchos sentimientos. Tratamos de trascender cierto ideal escénico.
“Por eso comenzamos con pautas académicas y poco a poco vamos relajándolas o reinventándolas, vamos ampliando el espectro. Es como si soltáramos amarres. Al final no se trata de romper por romper, no pretendo fracturar ninguna tradición. Lo que intentamos es crear un espacio de plenitud, que se consigue después de lidiar con ciertas contradicciones. Todo eso me sugiere la música de Roberto Fonseca”.
El festival que ha concluido en La Habana y Santiago de Cuba ha posibilitado la confluencia de numerosos caminos estilísticos del jazz, que es mucho más que un género para devenir una verdadera cultura. Las principales salas de las dos ciudades han acogido a artistas de varios países de las dos orillas del Atlántico, en una fiesta que ha consolidado a Cuba como una de las grandes plazas del jazz en el mundo. Además de los conciertos, la cita propició un importante programa académico y un foro empresarial. El Festival Internacional Jazz Plaza es una de las más importantes convocatorias del panorama musical cubano.