Panamá: Un canal sediento de agua dulce

Panamá: Un canal sediento de agua dulce

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Realmente el Canal de Panamá aún tiene agua, pero no la sufi­ciente como para que los barcos puedan pasar del océano Atlánti­co al Pacífico y viceversa.

 

Foto: Michael D. Camphin

Y es que esta maravilla de la ingeniería de 80 kilómetros de longitud, que transcurre a través del istmo, se encuentra amenaza­da por una severa sequía que mina su operatividad cada día, luego de más de un siglo de trabajo.

De hecho, para los panameños es la peor de las noticias, ya que su actividad constituye un motor de la economía local, y también del mundo, al aportar 6,8 % del producto interno bruto nacional y está directamente vinculada al transporte asociado con un 6 % del comercio mundial.

No menos mala resulta para quienes consumen los productos que transportan estas naves ahora ancladas, haciendo cola para pasar, ya que todos aumentarán de precios y contribuirán con la crisis econó­mica ya anunciada por los expertos.

Las primeras ideas sobre el Canal surgieron en el año 1534, cuando Carlos V de España ordenó estudiar una ruta canalera a tra­vés del istmo de Panamá. Sin em­bargo, después de eso pasaron más de tres siglos para concretar una obra tan monumental como esta.

 

El peaje más barato de su historia

El pasado verano fue de condiciones meteorológicas extremas. El cam­bio climático sumado al ciclo de El Niño en las aguas cálidas del océa­no Pacífico ha reverberado por todo el planeta. Y en Centroamérica, el clima más seco en décadas amena­za una de las importantes arterias de transporte marítimo del orbe.

Un solo dato permite valorar su importancia. El 40 % de la carga mun­dial pasa por el Canal de Panamá, que une los dos grandes océanos de los he­misferios oriental y occidental.

Con su inauguración en 1914, el canal redujo en cinco meses el tiempo necesario para transpor­tar mercancías de un océano a otro. Los barcos ya no tenían que hacer el largo y azaroso viaje alre­dedor de Sudamérica.

El empeoramiento de los cuellos de botella en el Canal de Panamá, afectado por la sequía, está empujando al menos a un transportista de diésel estadou­nidense a navegar alrededor del cono sur americano en ruta ha­cia Chile.

Un dato curioso, Richard Halli­burton pagó el peaje más económico al ser la única persona que lo atra­vesó nadando. La hazaña le tomó 14 días y pagó 30 centavos de dólar.

 

¿Problema sin solución?

El operador del Canal de Panamá dijo que no hay perspectivas in­mediatas de alivio de las condicio­nes de sequía que han reducido los niveles de agua a través de la cru­cial vía fluvial y ha paralizado el transporte marítimo y las cadenas de suministro globales.

El administrador, Ricaurte Vás­quez Morales, señaló hace unas se­manas que las temperaturas anor­malmente altas del océano, una inusual temporada de lluvias y la persistencia del fenómeno climático de El Niño, significarán que tendrán que seguir restringiendo el tráfico de las embarcaciones en el 2024.

Una de las medidas aplicadas es la reducción escalonada del calado, que alcanza en el agua la parte su­mergida de una embarcación, la cual está ahora en 44 pies de un máximo de 50. Esto implica que los buques deben pasar con menos carga, lo que impacta en los ingresos por peajes.

Los bajos niveles de los dos lagos artificiales que abastecen de agua al canal, Gatún (1913) y Alhajuela (1935), son la causa de estas decisiones operativas que es­tán impactando en su operación y en sus ingresos, que caerán en unos 200 millones de dólares.

Vásquez Morales recordó que esos dos lagos artificiales también abastecen a más del 50 % de los 4,2 millones de habitantes de Pa­namá, y que “hay propuestas para la creación de otro reservorio de agua, en otro lado” que deberían ejecutarse “inmediatamente”.

Y para quienes se preguntan por qué no utilizar el agua del mar, les informo que fue descar­tado por lo costoso que resultaría. En fin, la solución es la lluvia, que siempre resolvió el llenado de los lagos y que en Panamá y en toda Centroamérica es abundante his­tóricamente.

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