Aunque pasen los años aquella visita de Fidel a Villa Clara el 29 y 30 de septiembre de 1996 sigue estando intacta, conmueve, inspira, por legitima, autentica y esperada.
El contacto del pueblo villaclareño con el líder de la Revolución cubana se había pospuesto durante años por múltiples razones. El pueblo ansiaba su presencia y quería verlo de manera especial en la plaza que se había construido al Che y que no había visitado.
Fidel después de realizar el acto por el aniversario de los CDR en Sancti Spíritus acude a Villa Clara a abanderar el Contingente Campaña de Las Villas que construyó el pedraplén Caibarién Cayo Santa María. En la noche Miguel Díaz- Canel Bermúdez, en esa fecha primer secretario del Partido en la provincia, le hizo saber el deseado sentimiento popular, le pidió convocar al pueblo para reunirse con él en la tarde del 30 en la Plaza del Che.
No sin antes preguntar la forma de convocarse y otros detalles de cómo sería el encuentro, Fidel acepta.
Pero, el 30 en la mañana fue un día excepcional para Villa Clara.
La visita a la INPUD
Cuentan que era media mañana y fue de sorpresa la visita, entró como quien conoce el lugar. Los trabajadores del área de Economía de la Inpud Primero de Mayo de Santa Clara, salieron a su encuentro.
Sus pasos se veían inmensos, firmes, exactos; hay quienes piensan que se debió a sus manos, también largas, visiblemente suaves, con gestos leves, pero enérgicas sobre los utensilios que ellos producen y que tocaba con satisfacción.
A pesar del tiempo transcurrido los protagonistas del encuentro confiesan que al verlo sintieron una atracción desconocida, una impresión casi mágica, que acortó distancias entre el líder y un simple trabajador.
“La industria se convirtió en un hormiguero, salimos a verlo, gritamos frases de cariño y le decíamos: ¡Fidel!, ¡Fidel!, Fidel!, le aplaudíamos. Rememoran los presentes de aquel momento.
Según el recuerdo Fidel preguntó por el trabajo, por lo que estaban produciendo luego de que la industria había pasado varios años difíciles producto del período especial en que casi todos los renglones se vieron afectados.
Y se evoca que lo que más le impresionó fue la juventud de la fuerza laboral, porque repetía constantemente, qué bueno que hay jóvenes. Su visita fue un impulso para seguir produciendo, fue un empuje, una inyección de energía
Posteriormente a este encuentro con los primeros trabajadores, visitó la planta de ventiladores Trópico, antes de marcharse estuvo en la sala de historia donde se conservan fotos de la inauguración del centro con la presencia del Comandante Ernesto Che Guevara, entonces ministro de Industrias, el 24 de julio de 1964.
Allí se interesó por la fabricación del nuevo tipo de refrigerador Antillano de dos puertas; y que al tratar de abrir una olla de presión Pronto, y no lograrlo, expresó: “Esta olla parece un tanque de guerra”, expresó sobre la durabilidad del utensilio y posteriormente en el libro de visitantes escribió: “Me marcho con una magnífica impresión de los trabajadores, tenaces, disciplinados, capaces, y de la planta, lo que hace posible una producción de alta calidad y competitividad. Siento orgullo por este colectivo, casi todos jóvenes y muy jóvenes. ¡Así debemos marchar!”.
Un día antes
El 29 de septiembre de 1996, el Comandante en Jefe Fidel Castro visitó el pedraplén Caibarién-Cayo Santa María, construido por el Contingente Campaña de Las Villas, que dirigió el Héroe del Trabajo de la República de Cuba Orlando Rodríguez Pérez, y abanderó al colectivo.
Era un día lluvioso. De esos de llovizna fina y pertinaz. Fidel estaba en el pedraplén y miraba el mar. Su mirada era visionaria. Había asombro en ella. Aunque observaba en silencio, trasmitía información.
En realidad el pedraplén es un espectáculo que sorprende: A lo lejos los flamencos, muy cerca las gaviotas, más acá los manglares, el agua transparente a los pies, los peces ligeros y victoriosos nadando cerca de la coraza, la brisa sin molestar, el vaivén de las olas, exacto sin salpicar agua y cuando salpica es impresionantemente agradable porque el agua siempre está llamándote para que la contemples.
Fidel disfrutó ese día el entorno, era visible en él la satisfacción. Tocaba el borde del puente del Canal de los Barcos, exacto, liso, y aparentemente suave, cuando todos sabemos que es una mole de acero.
Sin palabras reconocía la calidad y casi perfecta curva que se extiende por los 350 metros de concreto aéreo por debajo del cual transitan veleros, barcos, lanchas y donde se posan gaviotas.
Casi dos años antes, cuando Orlando cumplió la palabra empeñada con el Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro, de terminar antes del 26 de diciembre la primera etapa de la gigantesca obra; Raúl después de dejar empatada oficialmente la vía le dijo que habría tiempo para abanderarlos como contingente y que esa bandera sería entregada por el Comandante en Jefe. Fidel llegaba para cumplir la promesa
Era el día anhelado
Orlando siempre fue un hombre que supo esperar, pero reconocía que ansiaba la visita del mayor de los constructores. Las estancias de Fidel y Raúl en el contingente fueron días de gloria. Las recordaba como sus grandes celebraciones y para estos casos lo único que sabía hacer este hombre era proponerse nuevas metas, más complejas, más exigentes, sabiendo que en el trabajo estaba el sentido de ese colectivo.
“Con Raúl fue un día de plenitud, en ese momento se nos entregó la Réplica del Yate Granma, nos reconfortó sobremanera ese estímulo y nos impulsó a continuar siendo mejores, nos sirvió de empuje”.
“Tomamos aire para continuar la segunda etapa del pedraplén, que era dura también. Había que concluir dos puentes que estaban en fase de terminación y otros cinco ejecutándose; además de iniciar uno y levantar la vía, asfaltarla, crearle las óptimas condiciones, pero con la más absoluta calidad”, decía quien ya sabía cierta la posibilidad de engrandecer los sueños.
El 29 de septiembre de 1996 llega Fidel. “Ese fue un inmenso acontecimiento, le regalamos una de nuestras gorras porque lo consideramos uno de nuestro fundadores, fue el creador de la idea”.
Era un día lluvioso. De esos de llovizna fina y pertinaz. Fidel estaba en el pedraplén y miraba el mar. Su mirada era visionaria. Había asombro en ella. Aunque observaba en silencio, trasmitía información. En realidad el pedraplén es un espectáculo que sorprende, energiza, envuelve. A lo lejos los flamencos, muy cerca las gaviotas, más acá los manglares, el agua transparente a los pies, los peces ligeros y victoriosos nadando cerca de la coraza, la brisa sin molestar, el vaivén de las olas, exacto sin salpicar agua y cuando salpica es impresionantemente agradable porque el agua siempre está llamándote para que la contemples.
Fidel disfrutó ese día el entorno, era visible en él la satisfacción. Tocaba el borde del puente del Canal de los Barcos, exacto, liso, y aparentemente suave, cuando todos sabemos que es una mole de acero.
Sin palabras reconocía la calidad y casi perfecta curva que se extiende por los 350 metros de concreto aéreo por debajo del cual transitan veleros, barcos, lanchas y donde se posan gaviotas.
Casi dos años antes, cuando Orlando cumplió la palabra empeñada con el Ministro de las FAR, General de Ejército Raúl Castro, de terminar antes del 26 de diciembre la primera etapa de la gigantesca obra; Raúl después de dejar empatada oficialmente la vía le dijo que habría tiempo para abanderarlos como contingente y que esa bandera sería entregada por el Comandante en Jefe.
(Tomado del libro «Puño de Piedra y Espuma», de Lourdes Rey)
En la Plaza del Che
Ese 30 de septiembre de 1996 habló por primera vez desde la plaza que lleva el nombre de Ernesto Che Guevara en esta ciudad. Llegó sereno, miró el horizonte, y aún siento cómo su mirada se llenó del verde azul del Escambray.
Recuerdo el gesto, que en sincera demostración de respeto por el amigo entrañable, por su primer Comandante de la Sierra, hizo el líder de la Revolución Cubana ante la estatua del Che: se cuadró militarmente ante el Guerrillero Heroico para luego hablarle al pueblo desde el pedestal.
El pueblo gritaba a coro su nombre. Lo repetía: ¡Fidel, Fidel, Fidel! Alguien con un cartel le pedía ¡Fidel, habla, lo necesito! Vi humedecérseles los ojos a jóvenes y a combatientes que lo acompañaron durante la Caravana de la Libertad, llorar a otros de alegría.
Fidel elogió a los villaclareños y nos llamó vencedores de dificultades y obstáculos, nadie olvida esa frase. En su discurso habló de historia, del presente y futuro por construir, desbordaba ideas y quedó eternamente abrazado al pueblo de Villa Clara.