No es necesario ser un estratega militar para saber que las guerras se ganan en el campo de batalla. Lo demás es cuento, ya sea propaganda, mentiras, discursos, acuerdos y conspiración internacional en contra de uno o más contendientes en pugna.
Esto sucede con la guerra en Ucrania, que comenzó mucho antes del inicio de la Operación Militar Especial de la Federación Rusa, con el objetivo dicho y reiterado de desnazificar y desmilitarizar a una nación vecina, con perversas intenciones de entrar en la Organización del Atlántico Norte (OTAN) a cualquier precio.
Cerca ya del segundo año de esta guerra, a sus promotores y organizadores les importa poco la sangre que aún pueda derramarse. Lo menos que desean es la paz.Total, los muertos no son sus ciudadanos, que desde lejos solo saben del conflicto lo que les dice su prensa, que publica “triunfos” en combates por avanzar algunos metros en territorio recuperado por los rusos.
Ninguna prensa occidental recuerda, o no quiere recordar, que mediante los Acuerdos de Minsk podría haberse alcanzado un acuerdo de paz. La vida ha demostrado que solo fue un engaño para ganar tiempo y preparar una guerra que solo persigue destruir y debilitar lo más posible a Rusia.
De la “invasión” a la contraofensiva
De la vieja consigna elaborada por los centros de inteligencia en la que se asustaba a los europeos con aquello de que “vienen los rusos”, se pasó a “inminente invasión” para mantener, durante largos meses de destrucción y muerte, los anuncios de “triunfos y avances” del ejército ucraniano.
El último de los argumentos fue la contraofensiva que debía terminar con los invasores, pero que a estas alturas ni siquiera los más fascistas de los militares ucranianos creen en ella.
Siempre hay una solución. Si no podemos avanzar y se acerca el invierno que hará más difícil cualquier operación, entonces se llevan a cabo acciones terroristas contra objetivos civiles dentro del territorio ruso.
Eso por lo menos permite titulares y largos comentarios en la prensa de cómo se mantiene su accionar militar y justifica nuevas solicitudes de armas, cada vez más modernas y que según la propia prensa de los donantes son las que ya no quieren los ejércitos miembros de la OTAN.
Se niegan a reconocer una verdad que retumbó en el plenario de la Asamblea General de la ONU. El mundo está cambiando, su mundo, creado para mantener su poder hegemónico y aparecen en el escenario internacional con más fuerza, el rol de Rusia, China y otras naciones que impulsan los cambios deseados.
De la gloria al ridículo
Faltan meses para cumplir dos años de hostilidades y aquella imagen de triunfo donde el presidente de la nación ucraniana era recibido con alfombra roja, se le permitía hablar en los Parlamento locales, aceptar sus exigencias de ayuda y más ayuda, parece no servir ya a la propagan antirrusa.
Los viajecitos de presidentes, primeros ministros, cancilleres, jefes de organizaciones como la OTAN, la Unión Europea y otras a Kiev han cesado, aunque nadie se ha preguntado cómo era posible, si había “una invasión rusa”, permitirse paseos y actos a plena luz del día.
El último viaje de Volodímir Zelenski a Nueva York y Canadá, parecería marcar el punto donde se inicia una nueva etapa, en la que cobra mayor interés las voces que claman por poner fin a una guerra que no ha logrado los objetivos de acabar con Rusia.
Naciones Unidas le permitió hablar, aunque el plenario quedó casi vacío. Sin embargo, en el Congreso estadounidense no pudo hacerlo y consultado su presidente, McCarthy dijo: «Creo que la mejor parte es sentarnos y formular las preguntas. ¿Cuál es el plan para la victoria? ¿Dónde estamos actualmente en el campo de batalla? [Y abordar] cuestiones de rendición de cuentas (del dinero) sobre las cuales muchos miembros tienen preguntas».
En su viaje de regreso hizo una parada en Montreal, donde le esperaba un espectáculo que finalmente logró todo lo contrario del objetivo que perseguía.
Él, junto con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y cientos de parlamentarios canadienses, aclamaron de pie a Yaroslav Hunka, de 98 años, quien durante la Segunda Guerra Mundial luchó contra la URSS en la Primera División Ucraniana, también conocida como la 14.ª división de Granaderos Waffen-SS o División Galizien, antes de emigrar a Canadá.
A raíz de la ola de críticas, el presidente de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota, dimitió. Crece el descontento de países miembros de la OTAN y la Unión Europea con dar nuevas ayudas económicas o armas. El tiempo y los cambios afectan al Gobierno ucraniano. Para muchos es solo cuestión de tiempo, y no mucho, que la historia no tenga un final feliz para quienes crearon y mantuvieron una guerra contra Rusia.