“Eso no está muerto; No me lo mataron; Ni con la distancia; ni con el vil soldado…”, era la canción “Santiago de Chile”, de nuestro insondable Silvio Rodríguez. Ya era de noche, este lunes, cuando en la Basílica Menor del Convento San Francisco de Asís, en la amada Habana colonial, el poeta hacía una reverencia estremecedora a la memoria de un pueblo hermano, que él conoce muy bien.
Se hacía un nudo en la garganta; y pasaban, al ritmo de los acordes expandidos en la gran recámara, todas las banderas del Hombre bueno, todas las causas y benditas terquedades, todos los momentos en que las mujeres y los hombres han querido regalar el cielo a sus semejantes. En una lágrima, se mezclaron la emoción estética y la vergüenza por tanta barbarie cometida, en el hilo de la historia, contra quienes han soñado el paraíso en la Tierra.
De lujo -como para acariciar las heridas más abiertas y profundas-, y tocado de punta a punta por el alma de Silvio, transitó de la tarde a la noche el concierto con motivo de los cincuenta años del golpe militar que el 11 de septiembre pisoteó la constitucionalidad en Chile y que puso fin a la vida de Salvador Allende.
Hubo música de ángeles. El especial momento -al cual asistió el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, junto a su compañera Lis Cuesta Peraza- hizo confluir el arte del Coro Nacional de Cuba, dirigido por la Maestra Digna Guerra; de la flautista Niurka González, junto a Malva Rodríguez al piano; y de la Orquesta de Cámara de La Habana, dirigida por la Maestra Daiana García.
A modo de pórtico del concierto, la embajadora de Chile en Cuba, Patricia Esquenazi Marín, expresó que el golpe militar duele no solo a su nación sino también a todos los defensores de la democracia en el mundo. “Nos llena el corazón que todos ustedes estén con nosotros”, dijo la diplomática, quien recordó que el 11 de septiembre marca un día amargo, que abrió paso a una tragedia, la cual nunca debió haber ocurrido.
Esquenazi evocó pasajes de aquellas horas terribles; y dijo que, a pesar de que han pasado cincuenta años, “todavía lloramos”. Y sobre Cuba, hizo referencia a la difícil historia de un pueblo que lucha con valor frente a un poderoso enemigo, el imperial.
Patricia dio “gracias a Cuba por su generosidad, gracias a Fidel, el amigo de los chilenos y de Salvador Allende, gracias a Silvio por acompañarnos en esta fecha dolorosa, gracias presidente Díaz-Canel por el gesto maravilloso de solidaridad de su país que recibió a cientos de chilenos que llegaron con los ojos humedecidos por la tristeza y que fueron acogidos por un pueblo amigo, con casa y cariño, como los cubanos saben hacer, gracias a todos por acompañarnos”, dijo ella en el homenaje que contó, además, con la presencia del canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla; con el ministro de Cultura, Alpidio Alonso Grau; con representantes de la diplomacia y la comunidad chilenas residentes en la Mayor de las Antillas; así como con representantes de la diplomacia, la intelectualidad, y el pueblo anfitrión.
En algún momento, antes de interpretar su “Santiago de Chile”, Silvio compartió impresiones y recuerdos sobre el país de Salvador Allende. Comenzó diciendo que hay canciones que se hacen muy a pesar de lo que se desea; y ese fue el inicio de una crónica donde emergía el día en que una vecina le dijo al cantautor que pusiera la radio porque parecía que el mundo se estaba acabando.
Silvio recordó aquel día en que las noticias hablaban de la resistencia de Allende en el Palacio de Gobierno. Él trataba de imaginar a aquel hombre de paz y de ideas firmes -así descrito por él-, en una actitud de asumir hasta el final las consecuencias de sus actos, todos inspirados en soñar lo mejor para su pueblo.
En Chile, Silvio había visto de cerca a Salvador Allende tres veces, y así lo contó en el Concierto. La tercera vez fue en el Estadio Nacional, el mismo que un año después se convirtió en una prisión inmensa. Yo solo espero, dijo el cantautor, que nunca se olvide quiénes fueron los que alentaron aquel golpe sangriento.
Y en otro acto de memoria, el trovador recordó que este 11 de septiembre su amigo del alma, Eusebio Leal Spengler, hubiera cumplido 81 años, y que por tal motivo dedicaba a él, de modo especial, el concierto de este lunes.
De Silvio, el Coro Nacional de Cuba interpretó “Ala de Colibrí”, “Canción para mi soldado”, “Escaramujo”, y “Unicornio”. El poeta cantó “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara, y esa fue también una nota muy alta en las emociones. Hubo otras melodías que llenaron el aire con belleza sin par. Pero “Santiago de Chile” -donde violines, piano, flauta, donde todo lo bello hizo una confluencia en defensa de la memoria y de la vida- fue el broche que dejó toda idea clara, como pronunciada por vez primera: cuando quien habla es la vida buscando la hermanda entre los hombres, ninguna fuerza tiene derecho a romper los sueños de las multitudes.
(Tomado de presidencia.gob.cu)