El rescate del Festival Nacional de Artistas Aficionados es la respuesta del sistema institucional de la cultura a las demandas de varios sectores de la sociedad cubana. Que la cita se haya celebrado en medio de la compleja situación que vive el país resalta la importancia que se le otorga al pleno acceso a todas las manifestaciones en el diseño integral de la política cultural de la nación.
Es asumir al arte no como vitrina, o como regodeo elitista, sino como derecho inalienable de toda la ciudadanía. Y más allá de las posibilidades que ofrece el sistema de la enseñanza artística en la profesionalización del talento para la creación hay un potencial inmenso en comunidades, escuelas y centros de trabajo que precisa de plataformas para su desarrollo y socialización.
Ciertamente, el trabajo con los artistas aficionados —asumidos como movimiento— vivió hace decenios momentos de esplendor. Y aunque nunca desapareció, en años más recientes había experimentado evidentes retrocesos, al menos en la articulación de un sistema.
Solo la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), y en alguna medida las instituciones militares, habían garantizado la celebración habitual de galas y festivales con proyección nacional.
Pero ahí estuvieron siempre las Casas de Cultura, que son —para eso están— el epicentro de la labor con los aficionados. Y lo que se ha hecho en muchos territorios del país, donde los artistas no profesionales son garantía en la conformación de las programaciones culturales, debería ser referencia para otras localidades en las que parece imperar la apatía.
El Movimiento de Artistas Aficionados debería ser entendido como un empeño colectivo, en el que pudieran integrarse varias instancias del entramado social. Los gobiernos locales y las organizaciones de masa son vitales.
La Central de Trabajadores de Cuba, que por mucho tiempo estuvo a la vanguardia en ese sentido, debe consolidar las actuales estrategias, pues en numerosos colectivos hay todavía talento y entusiasmo por el arte que no ha sido aprovechado. Y más que cuestión de recursos, se trata de conseguir esquemas funcionales.
El éxito del Festival Nacional que se celebró este mes —aunque no haya tenido carácter competitivo, un asunto que siempre genera opiniones encontradas— muestra un camino. Algunos no lo comprenden, pero el arte no es mero adorno. Es necesidad del espíritu. Y ese caudal debe encontrar siempre su cauce.
Ver más: AL PAN, PAN