Gladys Gutiérrez Bugallo estaba en tercer grado de la Primaria cuando el 29 de octubre de 1993 Fidel inauguró las actuales instalaciones del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), justo el año en que la economía cubana tocó fondo con una contracción del 35 % de su producto interno bruto.
“Les ruego que no consideren al Instituto Pedro Kourí que inauguramos hoy solo como una institución cubana, sino como una institución de la humanidad”, dijo aquel día el Comandante en Jefe, en lo que a alguien habría podido parecerle una demasiada arriesgada profecía en el momento más crítico del período especial.
“Interpreto esa frase, que no escuché en el contexto, pero que puedo imaginar, como de una humanidad tremenda”, dijo la hoy joven investigadora y profesora del IPK.
“Aunque la ciencia parte de problemas objetivos en cada lugar, sus resultados son universales y pueden ser aplicables en cualquier parte del mundo. La grandeza de Fidel está en sentir que en un país subdesarrollado podíamos resolver problemas de salud que afectaran no solo a Cuba, sino a personas de todo el orbe.
“Las enfermedades transmisibles que estudiamos en el IPK, su diagnóstico, su enfrentamiento, su tratamiento, básicamente afectan al Tercer Mundo. Investigarlas no solo permite soluciones para la población cubana, sino también exportar ese conocimiento para beneficiar a otros pueblos”, argumentó, al precisar que ese centro investiga patógenos que ya no son un grave problema de salud para Cuba, por su erradicación o control, pero así no solo se evita su reintroducción, sino que ofrecen respuestas a nivel internacional.
“La frase de Fidel ha sido cumplida y sobrecumplida”, expresó de modo categórico el doctor Jorge Pérez Ávila, protagonista esencial de una parte muy significativa de la historia del IPK.
Recordó el doctor Jorge que la decisión de potenciar aquel reducido IPK cuyo origen se remontaba a 1937 como un anexo de la Escuela de Medicina, en una sala del Hospital Calixto García, fue una estrategia de Fidel a partir de las misiones internacionalistas cubanas en África y de la formación de decenas de miles de jóvenes de ese continente en nuestro país, con el propósito de proteger la salud del personal cubano y extranjero.
Cuando el doctor Gustavo Kourí lo reclutó para aquella tarea “ni sabía por qué querían que trabajara allí”. La infectología y parasitología no eran especialidades que dominara el joven galeno, pero se sumó para las investigaciones clínicas. “Muchas personas fuimos enviadas a adiestramientos en países desarrollados e hicimos un equipo de profesionales jóvenes en varias casas de Siboney en Playa”, narró.
Cuando en 1993 Fidel inauguró el nuevo IPK y recalcó aquella vocación internacionalista, a su colectivo le quedó muy clara la misión que tenían por delante, tanto en Cuba como fuera de sus fronteras, para sus laboratorios y hospital. “Hemos trabajado con enfermedades que se consideraban y aún se consideran olvidadas, como la malaria, la poliomielitis, el cólera, por estar relegadas a los países subdesarrollados”, precisó.
Con el trabajo continuo y la formación de centenares de especialistas, “el IPK se hizo importante en la región y pudimos colaborar con otros países en la solución de problemas de salud”. Naciones como Angola, Etiopía, Ghana recibieron especialistas; se trabajaron el cólera y el paludismo resistente en África, y otros males como la tuberculosis, el dengue, en países como Bolivia, Brasil, Argentina, Honduras, El Salvador.
“También montamos laboratorios para diagnosticar esas enfermedades en países como Venezuela”, apuntó, al destacar además la actividad científica internacional en publicaciones, para contribuir al tratamiento médico en otras latitudes.
No es posible olvidar el papel del IPK ante emergencias internacionales como el brote de ébola, con la elaboración de protocolos seguros y el entrenamiento de profesionales para la atención directa de la mortal enfermedad; y más recientemente, con la investigación y enfrentamiento de la COVID-19. La labor del Instituto en la esmerada atención de otra pandemia aún no vencida, el VIH/sida, tampoco puede ser desconocida en Cuba y el mundo.
“Hubo un tiempo en que Fidel visitaba a menudo al IPK y le daba un seguimiento muy cercano. Pensó el entrenamiento de sus profesionales e investigadores en instituciones del primer mundo, con una visión mucho más allá del contexto cubano, de una manera holística e integral”, consideró al respecto Gutiérrez Bugallo.
“Esa visión de Fidel sigue teniendo muchísima vigencia. Uno de los grandes retos que tenemos en la Cuba de hoy, con las dificultades para el financiamiento de la ciencia, es justamente seguir investigando y dando respuesta a problemas de salud que puedan presentarse con el cambio climático, la globalización e internacionalización de las enfermedades”, valoró.
“Ver las ciencias de una manera universal, no solo en su alcance sino en la manera en que se enfrenta y estudia, es algo a lo cual el país, el Ministerio de Salud Pública, el enfoque científico en general, tiene que seguir apostando, mediante la mejora continua de la superación de sus profesionales, la búsqueda incesante de financiamiento, y que todos los mecanismos existentes favorezcan y faciliten que esa idea de Fidel sobre el IPK se mantenga. Todos somos responsables, tanto decisores, políticos, financistas, como investigadores, formadores y estudiantes universitarios, de mantener esa vigencia y continuar llevándolo a cabo”, concluyó.
Descargue aquí: Seguimos por su senda (Separata por el aniversario 97 del nacimiento de Fidel) 7 de agosto de 2023 (34045 descargas)