“Lo más difícil del Moncada no fueron las horas del asalto, sino la cuidadosa preparación y precisión organizativa”, así recuerda Marta Lazo Pérez, una de las hermanas del artemiseño Mario Lazo, fallecido hace 15 años, quien participó en aquella hazaña junto a un numeroso grupo de jóvenes de ese territorio.
Eran —a la par de ellos— familias que vivieron momentos inolvidables, lo cual palpita a siete decenios del hecho que dejó como una huella necesaria al 26 de julio de 1953.
“Cuando el asalto al cuartel Moncada mi hermano tenía 30 años. Nunca imaginamos que estaba ligado a esas actividades, sí salía frecuentemente con los demás amigos del barrio, entre ellos Rosendo Menéndez, Tomás Álvarez Breto, Ramón Pez Ferro y Ramiro Valdés.
“Recuerdo que todos los domingos decían que iban a pescar, pero regresaban sin pescados y secos, aunque sí sucios. Al parecer, eran las prácticas de tiro y otros preparativos que hacían liderados por Fidel. Pero nunca se habló de eso en casa”.
Llegó el 24 de julio, día de la partida. Sobre las cuatro de la tarde fueron a buscarlo unos amigos de La Matilde (barrio donde han vivido siempre, hoy Consejo Popular); antes de irse le entregó a su mamá cinco pesos para utilizarlos en lo que se necesitara los días que él no iba a estar, cuenta Marta.
“Conocimos que formaba parte de la Generación del Centenario el mismo 26 de julio, pues en horas de la mañana por la radio informaban que un grupo de revoltosos había asaltado el cuartel Moncada y entonces nos dimos cuenta que faltaban muchos jóvenes de por acá, así comenzamos a atar cabos”.
No sabíamos si había sobrevivido
“Al 26 le sucedieron días de angustia. Fueron semanas terribles. Comenzaron a dar noticias exactas y a mencionar nombres de caídos en la acción, y así se enlutaban familias cubanas y en particular artemiseñas, pero el de mi hermano no aparecía. Era mucha la incertidumbre. Días después, el padre de Ramiro fue a Santiago de Cuba, con una lista de los muchachos del barrio que estaban ausentes; solo así, un mes y medio más tarde, supimos que estaba vivo, y nada más.
“Cuando pudo, luego de casi cuatro meses, nos envió de su puño y letra una sencilla nota, palabras de aliento, en especial para mi mamá, que no dejaba de llorar”.
Y esa valentía y fidelidad es lo que nos queda del Moncada, tras 70 años. Primero el orgullo y la heroicidad de aquella generación que puso en peligro hasta sus vidas, por una patria libre, habla satisfecha Marta, entre recuerdos borrosos por los más de 80 años vividos.
Ante las complicaciones de estos tiempos nos queda continuar multiplicando el Moncada, y buscar en la generación de jóvenes de hoy impregnar ese espíritu de combatividad y justicia de ayer, nos comenta la hermana del moncadista.
El homenaje a sus compañeros muertos
Mario, tras el triunfo de la Revolución trabajó en el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido. Le motivaba escribir acerca del hecho, la vida y obra de muchos de sus compañeros artemiseños.
Fue uno de los que impulsó la construcción del Mausoleo a los Mártires de Artemisa. En este solemne lugar, Monumento Nacional, descansa también él, junto a los moncadistas de la Villa Roja que sobrevivieron a la acción, sus compañeros de lucha ya fallecidos.
Aquellas horas de la histórica mañana, con su retumbar de disparos y su ofrenda de sangre y valentía, días ausentes de noticias para tantas familias se convirtieron en la aurora que renace en cada cubano, en especial en Artemisa, donde en muchas esquinas, en especial en La Matilde, no olvidan la existencia de un ideal que los condujo a la heroicidad.
y los nietos agradecidos por esta libertad no debemos dar la espalda sino de frente y apoyando las ideas del moncada que hoy defendemos vivan eternamente los héroes de la patria agradecida