Eloy Concepción*
La lluvia, a la que los compañeros que comentan el parte del tiempo le echan la culpa de tener un día bueno o malo, se ha convertido en chivo expiatorio para justificaciones.
Así nos hemos acostumbrado y aún continuamos con esa mala costumbre.
Muchas veces cuando conversamos con quienes trabajan en la producción azucarera, el argumento lluvia se convierte en el centro de desvelos y preocupaciones.
Por ejemplo, el hecho de que un central azucarero perdiera tres días por lluvia, ya es suficiente para arrastrar esa “maldita desgracia” durante toda la zafra; y ahora algunos manifiestan una frase que ya es disco rayado a lo largo y ancho del país: “si no llueve, cumpliremos el plan de azúcar”.
Cuando hurgamos en las verdaderas razones de los incumplimientos, la pobrecita lluvia tiene, en la mayoría de los casos, la menor culpa, aunque ella sea, para los ineficientes, la gran culpable.
Y no es que la lluvia no afecte la zafra, pero es que hay centrales que durante un mes muelen entre 75 y 85 por ciento de su norma potencial, es decir, no lo hacen al 100 por ciento, pierden en ese tiempo azúcar, en mieles y cachaza, entra exceso de materias extrañas por falta de limpieza en las cañas, tienen roturas en sus máquinas, falta de materia prima por transporte deficiente o por improductividad de los macheteros o las combinadas.
¡Ah!, pero si llueve, los efectos que estos problemas causan quedan ocultos tras las justificaciones de ese fenómeno de la naturaleza (tan beneficioso) que se llama lluvia.
A veces parece como si algunos viviéramos del lamento y mirando al cielo: si no llueve, fue la sequía, aunque en las consecuencias de la sequía también influye la imprevisión de haber abandonado una política orientada desde hace años de construir presas y poner los sistemas de riego en explotación, y si llueve, fueron los aguaceros, no importa los milímetros caídos o los lugares afectados.
Sin embargo, pese a que estamos haciendo zafra desde que nuestros tatarabuelos sembraron los primeros plantones un siglo atrás, en la agricultura cañera y la industria azucarera en general, hay compañeros para quienes la lluvia se convierte en un verdadero fetiche.
Dígase mejor que no hemos logrado encauzar las enormes inversiones hechas dentro de un sistema de trabajo y de organización que puede conjurar los inevitables vaivenes climáticos que han ocurrido siempre y que siempre van a seguir ocurriendo.
Se necesita ahora un nuevo estilo de trabajo que comienza por el análisis realista y verdadero de los problemas que enfrentamos: entre ellos, ser capaces de hacer una buena zafra, aunque llueva.
25 años y el cuarto sigue igualito. la «culpa», la maldita «culpa» tiene muchos padres:
-la lluvia
– la sequía
– el combustible,
– el ciclón
– la guerra en Ukrania
– el BLOQUEO (este es el más manido)
y hasta los problemas en la estación espacial Internacional.
Pero hay uno que nunca se menciona y mucho menos se combate:
LA INERCIA, INCAPACIDAD Y FALTA VISIÓN DE QUIENES TIENEN LA TAREA DW ORGANIZAR Y CONTROLAR SOLO Y SOLO LO QUE HAY QUE HACER.
Cada año analizamos los mismos problemas, las mismas dificultades, las mismas tiñosas, pero no veo para nada LA JAULA.
Si no fuera porque se de buena tinta que el autor de este artículo falleció hace casi 25años, diría que fue escrito ayer.
Un artículo que mantiene su vigencia y que refleja con mucha claridad una realidad en el sector azucarero,trabajé toda mi vida en el mismo y no mexquedan dudas.
Los felicito por por esta brillante de idea de volver publicar estos artículis