Por : Yuset Puig Pupo
Desde niño la intuición le susurraba que su existencia estaría ligada, para siempre, al olor del ingenio Chaparra. No sabía muy bien por qué, pero había cierto atractivo en el ruido ensordecedor de las calderas, en el hálito de la melaza y hasta en los rastros de hollín que Jorge advirtió como presagios. Una mañana, en su tierra natal, se “descarriló” de esos rieles y conoció la miel agridulce del Periodismo, y con tanta saña, que todavía le hala del brazo en busca de historias.
Asegura que llegó a la profesión por casualidad, aunque el consejo de cierto colega y coterráneo, Julio César Pérez Viera, pesó mucho a la hora de ir a conocer el colectivo del periódico 26, allá por el año 1979. Le comentó que hacían falta correctores y no lo pensó demasiado. Atrás quedaron sus aspiraciones de la producción industrial de azúcar, pero confiesa que en muchísimas ocasiones el “monstruo” de algún central lo devuelve a su infancia.
De frente a la imprenta, Jorge Pérez Cruz lo advirtió enseguida: ese era su camino. Entonces supo para qué le había servido su adicción a la lectura y las ganas de preguntar y querer saberlo todo. “Empecé como corrector, por casi una década, bien metido en el ajetreo de hacer una edición diaria, revisar, investigar, formar parte de algo mucho más grande que yo mismo.
“En algún momento supe que yo lo que quería era escribir y José Infante Reyes, el director en aquel entonces, me dio la oportunidad de romper el hielo. No se me olvida, mi primer trabajo fue una cobertura de comité de bases de algunas instituciones en el Pico Turquino. Nos vistieron de milicianos, nos dieron AKM y pasamos toda la noche en carretera.
«Cuando rompió el día fue que percibí la altura, que siempre me ha dado un poco de temor, pero ya estaba allí y haciendo lo que yo quería. El inicio siempre es un reto grande. Había estudiado la carrera en un curso para trabajadores, en la Universidad de Oriente y el entrenamiento como corrector también ayudó bastante.
“Por aquel tiempo estuve atendiendo también a los corresponsales voluntarios. Era bonito aquello, ellos llamaban por teléfono y había que redactar sus notas. Me impactaba la inmediatez, el periódico había que armarlo a diario y el colectivo tenía una vitalidad, un compromiso… que allí nunca se habló de límites de horario o días de descanso. La juventud también…”
¿Sindicalista primero?
Me cuenta que dio pasos agigantados y de auxiliar de redacción llegó a hacerse cargo de la sección Cultural. “Una carga estimulante sobre las espaldas que demandaba mucha cobertura para tener presencia en cada edición y los domingos una página entera.
“Por ese entonces yo era dirigente del Sindicato de Cultura y las actividades me llegaban por partida doble. No sentía el trabajo, era más bien como un accionar que me mantenía motivado y me sacaba de la casa por las mañanas con tantas motivaciones que no alcanza el tiempo para terminar de soñar los proyectos.”
Rompiendo un poco su costra de modestia, advierto que no solo llevaba el movimiento sindicalista asido de la cintura, también mereció la presidencia del contingente cultural Juan Marinello, una organización de artistas y creadores, cuyo quehacer en las comunidades conspira con robarse todas las hojas en blanco.
Jovial, como siempre es, bromea que se coló en el Comité Provincial de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y casi al mismo tiempo comenzó a tirarle balas al sector desde el propio rotativo.
“¿Por dónde empezar…? Caminé en suelo amigo desde el principio. Ya conocía la rama desde sus interioridades y había logrado una empatía real con la gente. Fue un universo que me fascinó desde el primer día y me arrancó un compromiso más grande aún de poder mostrar las condiciones excepcionales de la clase trabajadora.
“Aprendí que el obrero por sencillo es el más rico. El que menos habla, menos exige, pero llega con el alba y se enfrenta desde tiempos remotos a condiciones difíciles, falta de recursos, horarios extenuantes, metas ambiciosas… y aun así te recibe contento, noble. Yo he sido testigo de historias tan bonitas que por eso no me canso de escribir. Hay gente, ahora mismo haciendo prodigios y no se conoce.
“Claro que cargo insatisfacciones. Sobre todo, porque me toca lidiar cara a cara con los que trabajan y padecen las malas interpretaciones de muchas políticas que se trazan para beneficiar al sector, pero por desconocimientos, trabas, burocratismo no aterrizan con buenos resultados”.
De 26 a Trabajadores y siempre viceversa
Con esa adarga bajo el brazo, era cuestión de tiempo para que aterrizara en el periódico Trabajadores, de corte nacional y voz y filo de la clase obrera en toda Cuba.
“Llegué al medio, como colaborador, en 1999. Fue inspiración y reto porque escribía para el brazo, la herramienta de trabajo del movimiento sindical y la vía de socializar políticas y estrategias de trabajo. Recuerdo que Fidel Castro Ruz decía que de las cosas que él no sabía se enteraba por el Trabajadores, imagina el compromiso”
Para quienes lo conocemos es fácil encasillarlo en sus deberes porque tiene una talento innato en temas sindicales que le vienen del conocimiento del sector, pero también de la pasión con que asume su día a día. “Tengo la suerte de escribir de lo que más me gusta, eso no es poco y tengo que agradecerle a este medio por la oportunidad de llevar a los héroes “comunes” tuneros a otras lides, por contar tantas historias dignas.
“Desde el 2008 formo parte del colectivo y he esperado con ansias la revitalización del Periódico con más tiradas porque sé que los protagonistas lo merecen. Tengo un desafío inmenso, pues en estos tiempos hay que contrastar lo que no se hace a favor de los trabajadores porque no se puede o porque no se le pone voluntad. Tenemos que ser un arma de denuncia cuando las cosas no andan bien.
“En esos predios aprendí a trabajar en equipo, con un excelente colectivo. Antes nos veíamos una vez al año, después de la pandemia de la covid-19 ni eso, mas somos una cofradía muy noble, con mucha disposición de socializar y ayudar”.
“Fuera de Cuba el reto es mayor”
Allá por el 2019 aterrizó en Venezuela y le pusieron sobre las espaldas la responsabilidad de jefe del equipo de prensa. Desde entonces durmió poco y escribió mucho, tanto que la visita a 17 Estados por carretera, barco o barcaza no alcanzaron para terminar de dibujar el país que se le antojó como un pedazo de Cuba más violento y brutal.
“Fue una experiencia enriquecedora, aunque la lejanía me azotó duro muchas veces. Que nadie piense que nuestros colaboradores la llevan fácil en el extranjero. Hacen hazañas diarias, llegan hasta donde nadie va, tocan las puertas cerradas, caminan las comunidades con una valentía que no siempre se logra plasmar en el papel.
“El periodista allí acumula deudas, porque no puede escribir de todo y todos lo merecen. Eso es lo que más atesoro, aunque pasé mis sustos y estuve con mi equipo una noche entera, varado en una carretera del Amazonas, en la que solo se vislumbraban los ojos cada vez más cercanos de los animales salvajes.
“Antes había estado en Haití, como corresponsal de 26, y la sensación fue muy similar. Tenemos la obligación de graficar el heroísmo que no es consigna ni lema, ni mensaje superfluo. En esos viajes se llora y hasta los más “fuertes” encuentran una sensibilidad que no sabían que tenían.”
De hoy y mañana…
Quienes lo advierten vivaracho, jaranero y siempre con algún recurso alegre a la vuelta de la mano, desconocen que hace un tiempo Jorge descubrió que la presión arterial le juega malas y altas pasadas, pues según me confiesa “soy un tipo muy estresado” y es difícil no ripostar, «¿tú?».
Y es que hay cierto hueco de ausencia en su hogar que se le ha colado en la mitad del pecho y mueve la máxima por encima de 150 cuando se acerca un esfigmo. En mitad de nuestra conversación llama dos veces a Eunice, la compañera de vida, porque es ella quien mejor recuerda las fechas y los cargos.
Tres operaciones del peroné no impiden que siga siendo “el mejor picher del Ejército Libertador” o del equipo de softbol de la prensa, casi lo mismo. En el terreno convoca, jaranea y exige mucho, una responsabilidad que según él revitaliza también el espíritu.
Me repite que es un hombre con suerte: los dos mejores hijos, la esposa confidente y la profesión de sus sueños. A penas se despide agarra otra vez la agenda bajo el brazo, el lapicero gastado y lo escucho pactar una entrevista para el lunes, “aunque llueva, total, ningún reportero es de azúcar, ya quisiéramos…”.
…
En su aval destaca la Condición reiterada de Vanguardia Nacional, Sello Laureado Nacional de Cultura, Medalla Hazaña Laboral y múltiples reconocimientos e insignias dentro y fuera del territorio.
(Tomado de periodico26.cu)