La experiencia de José Martí en torno a la prensa comenzó muy temprano: primero, de manera espontánea, cuando en la adolescencia junto a otros compañeros de estudios publicaron periódicos para apoyar el inicio de la guerra de independencia en Cuba, después desde su deportación a España para defender la causa cubana. Su estancia en México y luego Guatemala le dio la posibilidad de vincularse de manera profesional a ese medio; pero su experiencia mayor fue en los Estados Unidos.
José Martí llegó a Nueva York en enero de 1880, después de su segunda deportación a España en el contexto del estallido de la Guerra Chiquita. Allí radicó hasta enero de 1881, cuando fue hacia Venezuela, donde permaneció el primer semestre del año al cabo del cual regresó a la ciudad norteña. En la gran urbe del Norte vivó hasta enero de 1895, con algunos breves recorridos a las emigraciones cubanas en otras ciudades y países en su tarea de organizar el nuevo esfuerzo independentista. En esos años de prolongada permanencia en Nueva York, Martí analizó a profundidad la sociedad estadounidense, lo que incluyó su contacto con la gran prensa que entonces se desarrollaba allí, en la cual los adelantos tecnológicos imprimieron nuevo dinamismo y posibilidades de llegar a amplios públicos.
La maduración del análisis martiano de aquella sociedad se expresó de diferentes maneras, en especial en sus trabajos para la prensa continental, en los que plasmó su mirada crítica -entendida como ejercicio del criterio, como él mismo definió-, lo que tuvo grandes momentos de consolidación, tales como el año 1887, cuando siguió de cerca lo que se publicaba en torno al proceso judicial a quienes serían los mártires de Chicago, así como en 1889-1890 cuando se celebraba el Congreso Internacional de Washington -la primera conferencia panamericana. Esos sucesos pusieron en evidencia el papel de aquella gran prensa para el cubano, que laboraba por la revolución para su tierra y para la “madre América”, para “nuestra América”, cuando ya había comprendido que había “dos nacionalidades” en el continente y que una quería “echarse” sobre la otra.
Durante el proceso que se seguía a los obreros de Chicago, que terminó en la ejecución de cuatro de ellos y el suicidio de otro, Martí apreció como “La prensa entera, de San Francisco a Nueva York, falseando el proceso, pinta a los siete condenados como bestias dañinas.”[1] Aquel proceso, cuyos inicios confundieron al cubano por lo que la prensa publicaba en torno a lo sucedido en Chicago, fue un momento crucial para el conocimiento y la comprensión del sistema en Estados Unidos, la lucha de clases y el lugar de los obreros en la misma. Eso permitió a Martí ver con mucha claridad el papel de esos medios como parte del sistema. Poco después se refería, el comentar conflictos sociales en aquel país, a los componentes del sistema en su conjunto, donde la prensa era parte consustancial:
(…) se ve como todo un sistema está sentado en el banquillo, el sistema de los bolsistas que estafan, de los empresarios que compran la legislación que les conviene, de los representantes que se alquilan, de los capataces de electores, que sobornan a éstos, o los defienden contra la ley, o los engañan; el sistema en que la magistratura, la representación nacional, la Iglesia, la prensa misma, corrompidas por la codicia, habían llegado, en veinticinco años de consorcio, a crear en la democracia más libre del mundo la más injusta y desvergonzada de las oligarquías.[2]
Entre las experiencias que tuvo Martí en ese aspecto, está la procedente de The Manufacturer y The Evening Post donde se publicaron los artículos “¿Queremos a Cuba?” y “Una opinión proteccionista sobre la anexión de Cuba”, a los que respondió con su “Vindicación de Cuba” del 21 de marzo de 1889, dirigida al director de The Evening Post. Aquellas publicaciones demeritaban a Cuba y su pueblo, dentro de una proyección ofensiva que respondía a intereses anexionistas en torno a la Isla. Era una experiencia más acerca del papel de aquella industria dentro del sistema. En su respuesta, Martí planteaba: “Es probable que ningún cubano que tenga en algo su decoro desee ver su país unido a otro donde los que guían la opinión comparten respecto a él las preocupaciones sólo excusables a la política fanfarrona o la desordenada ignorancia.” Ya estaba señalando ese papel de la prensa en la creación y guía de opinión, por lo que se apresuró a utilizar ese mismo medio para refutar las ofensas publicadas.
Cuando se celebraba la conferencia panamericana, Martí siguió de cerca su desarrollo y lo plasmó en sus “Cartas” para la prensa continental, en especial para La Nación, de Buenos Aires. La crónica “Congreso Internacional de Washington”, en su primera parte, comienza con una muestra de los cintillos que aparecían en los periódicos de aquel país en esos días:
“Los panamericanos”, dice un diario, “El Sueño de Clay”, dice otro. Otro: “La justa influencia”. Otro: “Todavía no”. Otro: “Vapores a Sudamérica”. Otro: “El destino manifiesto”. Otro: “Ya es nuestro el golfo”. Y otros: “¡Ese congreso!”, “Los cazadores de subvenciones”, “Hechos contra candidaturas”, “El Congreso de Blaine”, “El paseo de los panes”, “El mito de Blaine”.[3]
Ese comienzo de la crónica pone en evidencia el papel de aquellas publicaciones para representar los intereses y las intenciones norteñas en aquella coyuntura. Cuando se iniciaban las actividades del Congreso de Washington, Martí escribía a Gonzalo de Quesada, refiriéndose a cuestiones de Cuba y, en especial, a la mentira que se había divulgado con indudable mala intención, y había aparecido en un periódico en Cuba:
Hay marea alta en todas estas cosas de anexión, y se ha llegado a enviar a La Discusión de La Habana, desde Washington, una correspondencia sobre una visita a Blaine, [secretario de Estado norteamericano] en favor de la anexión, en que la dan por prometida por Blaine, y al calce están mis iníciales: ¡y en Cuba creen los náufragos, que se asen de todo, que es mía la carta, a pesar de que es una especie de anti-vindicación, y que yo estoy en tratos con Blaine, y los demás que en Cuba puede suponerse de que los revolucionarios de los E. Unidos anden en arreglos con el gobierno norteamericano!: hasta ofertas de agencias he recibido de personas de respeto, como primer resultado de esta superchería.[4]
Era una manera de desacreditar al revolucionario que ganaba prestigio en su propósito de organizar la nueva etapa de lucha por la independencia, por lo que se convertía en un peligro para intereses opuestos a ese propósito. Lo que se conoce hoy como fake news ya asomaba en los finales del siglo XIX respecto al proceso histórico cubano y a quien se perfilaba como figura fundamental.
No obstante, la prensa también podía servir a causas justas y Martí estaba convencido del papel que podía tener en la formación de opiniones, lo que sería muy importante en la preparación de su proyecto revolucionario. Eso explica la fundación del periódico Patria el 14 de marzo de 1892, así como su interés en escribir las crónicas acerca de los Estados Unidos para la prensa continental. Como dijo a Manuel Mercado, cuando le propuso escribir para un periódico mexicano sobre los Estados Unidos:
¿vendría bien para el Diario Oficial de México (…) una especie de redacción constante de asuntos norteamericanos, estudiados, sin comentarios comprometedores, en cuanto, y ahora es mucho e importantísimo, hiciesen relación a todos los pueblos de nuestra raza, y en especial al mexicano? Alerta se ha de estar allí a todo esto, sin que por eso se parezca alarmista. Ese sería el mejor modo de ir haciendo opinión y previsión, sin alarmarlos.[5]
En 1886 volvía a insistir sobre esta idea a su amigo mexicano: “¡qué falta hace allá, de mí y de todos, un estudio constante de todas las cosas, vías y tendencias de este pueblo, capaz, a pesar de su fuerza, de ser evitado, como se evita una estocada mortal, por la habilidad que no posee!”[6] Estaba convencido de la importancia de la prensa para formar opinión, solo que esto podía responder a intereses muy diversos, lo cual era un factor que había que tomar en cuenta.
Cuando Martí ya entraba en la guerra, todavía enviaba instrucciones sobre lo que debía publicarse en Patria, por la importancia que daba a ese medio en el proceso revolucionario; pero en la propia manigua, en el mes de mayo, tuvo un último contacto con un representante de la prensa norteamericana, como relató a Mercado en su carta inconclusa del 18 de mayo. La conversación con Eugenio Bryson, corresponsal del Herald, resultó muy ilustrativa de la posición de España ante la guerra. Martí refiere que ese corresponsal lo sacó de la hamaca de su rancho y le habló de la actividad anexionista, “menos temible por la poca realidad de los aspirantes, de la especie curial, sin cintura ni creación,” que se mostraba “contenta solo de que haya un amo, yanqui o español, que les mantenga, o les cree, en premio de oficios de celestinos, la posición de prohombres, desdeñosos de la masa pujante,-la masa mestiza, hábil y conmovedora, del país,-la masa inteligente y creadora de blancos y de negros.” A continuación, el corresponsal le relató los intereses de una entidad norteña sobre Cuba y una conversación que había sostenido con el jefe español: “(…) Bryson me contó su conversación con Martínez Campos, al fin de la cual le dio a entender éste que sin duda, llegada la hora, España preferiría entenderse con los Estados Unidos a rendir la Isla a los cubanos.”[7] Evidentemente, era un mensaje claro de la posición española que se comunicaba a un periodista estadounidense.
El vínculo de Martí con la prensa comenzó muy temprano en su vida, como se ha señalado, y la experiencia al paso del tiempo le permitió conocer y analizar con profundidad el lugar que esta ocupaba en la creación de la opinión, en lo que confería una gran importancia a la ética; pero su experiencia le mostró que no siempre esta primaba. Martí utilizó esos medios como vía para su proyecto que concebía en pos del “mejoramiento humano”. Si bien en los Estados Unidos reconocía que “Los periódicos del país hablan conforme a su política”, al valorar su papel, había afirmado en carta de 1877: “Amo el periódico como misión, y, lo odio… no, que odiar no es bueno, lo repelo como disturbio.”[8]
[1] José Martí: “Un drama terrible” en Obras Completas. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2002, (edición digital), T 11, p. 349.
[2] “Cartas de José Martí” en Ibidem, p. 437.
[3] Ibid., T 6, p. 46.
[4] Ibid., T 1, pp. 248-249.
[5] Ibid., T 20, p. 77.
[6] Ibid., pp. 88-89.
[7] Ibid., T 4, p. 168.
[8] Ibid., T 7, pp. 97-98.
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Profesora titular