El otorgamiento del Premio Nacional de Danza 2023 al coreógrafo, bailarín y maestro José Antonio Chávez Guetton no solo ha reconocido las credenciales de uno de los creadores más activos del panorama balletístico nacional, sino la permanencia, entrega y consagración de un artista a una compañía significativa para la danza cubana: el Ballet de Camagüey.
Allí ha hecho carrera Chávez, hasta el punto de que es imposible narrar la historia esencial de esa agrupación si se ignora su catálogo coreográfico y su labor formativa, sin contar sus interpretaciones sobre la escena… incluso recientemente, en roles de carácter.
Ofelia, Vivaldiana, Concierto barroco, Fatum… son algunas de las piezas del maestro que han distinguido la línea creativa del Ballet de Camagüey. Pero habría que sumar su versión a partir de uno de los grandes clásicos del ballet universal: Giselle. También ha montado con varias compañías de otras provincias del país.
Pero en Camagüey, desde Camagüey, ha ganado prestigio y reconocimientos, circunstancia que desafía el tan llevado y traído (aunque tantas veces cierto) fatalismo geográfico.
Chávez ha elegido permanecer, y su presencia ha devenido puntal de un empeño creativo. Su premio no solo lo honra a él, sino a una obra hermosa y que en algún momento pareció hasta utópica: que la danza clásica fuera semilla y fruto en una ciudad grande de la cultura cubana.