Cara a cara con 60 jóvenes profesionales de la agricultura enfrentas retos y peligros; sus expectativas te superan, y en instantes sientes como que te aplastan con sus argumentos, con sus verdades, con sus historias. La agricultura tiene cimas y simas; se vencen o caes según perfiles los pasos sobre la fina cuerda que las separa.
El debate fue informal, ocasional, convincente. Entré al aula para saludarlos y me absorbieron. Llevan pocos años de labor, mas la realidad en las disímiles faenas curte y solidifica sus modos de hacer. Quizás no sea liderazgo y sí perspectivas lo que los unió en la selección para el segundo curso del Diplomado de Gestión de los Sistemas Agropecuarios para jóvenes que pudieran ser directivos.
Saltan a la vista la convicción y los valores de los muchachos. Es como decir: “estamos jodidos, pero me arriesgo”. Comunes entre sus temas, las limitantes que el bloqueo de Estados Unidos impone al sector: no hay combustibles, ni fertilizantes, ni plaguicidas, lo cual mengua las siembras, la producción animal y los rendimientos.
Las condiciones de vida en el campo no alientan la permanencia ni la estabilidad laboral. Escasean bienes y servicios imprescindibles y algunas empresas acumulan hasta tres meses de atraso del salario. Es difícil encontrar ropas y zapatos para sus faenas; en ocasiones causan pérdida de identidad en oficios como los de la ganadería: “Es más fácil conseguir gorras y zapatillas, que botas y sombreros”.
También hay alegría, disfrute, sueños. La mayoría nació en la campiña, creció en el andar campesino de sus padres. Ellos prefieren vivir en la naturaleza y cultivarla, hacer y enseñar para rescatar y cimentar la cultura y las tradiciones guajiras que se desarrollan en llanos y montañas, entre ríos, sequías, adversidades.
Conservación en la altura
El primer día del curso la ingeniera forestal Yisel Pompa Lago defendió sus criterios sobre cómo gestionar los recursos humanos: los incentivos económicos y las motivaciones productivas son esenciales. El auditorio era selecto; ella demostró que además de conocimientos le gusta comunicar.
Está crecida para sus 25 años, se empina desde la altitud de Corralillo Arriba, en la precordillera de la Sierra Maestra y hace futuro como especialista en sistemas agropecuarios y forestales, en el Departamento de Conservación y Turismo de la UEB Parque Nacional Pico Bayamesa, de la Empresa Flora y Fauna, de Granma.
Yisel disfruta el trabajo de preservación de especies y se enrola en los proyectos de conservación que se ejecutan en la espléndida geografía donde hacen turismo de naturaleza: Sendero La Piedra, en el Gigante (tercer punto más alto de Cuba) donde hay un punto de observación de aves endémicas en peligro de extinción; y Charco Prieto, una poza azul de manantiales en un vallecito con cuevas.
“Estos proyectos benefician la empresa y a las comunidades, crean fuerza de trabajo, imprescindibles además para la reforestación de la Sierra Maestra. Tenemos muy bien atendidos los viveros de pino Maestrensis, endémico de la zona, y de frutales”.
Ella es cantera de cuadros, es la reserva del director de la UEB. “Me gusta ir a la Sierra, laborar en sus áreas, la protección de la naturaleza, el contacto con los obreros, ver qué problemas tienen y tratar de darles solución. Allí hay proyectos de educación ambiental, hacemos las labores de silvicultura (desarrollo y tratamiento del bosque), plantaciones, trochas cortafuegos, caminos forestales.
“He trabajado en la parte productiva, y la carrera me deja investigar, hacer cosas nuevas. Tenemos un proyecto sobre endemismo de las orquídeas, reptiles, mamíferos (jutía). Quiero ir desde la base, necesito más tiempo para aprender y adiestrarme en las disímiles cuestiones de la dirección, adentrarme en la economía”.
Caminos ascendentes
En solo siete años de graduado el ingeniero agrícola Yoenis Velázquez Moracén ha transitado distintos oficios: “Estuve cinco años en el área energética de la empresa agroforestal Guamá: fui almacenero, tornero y otras cosas más”.
Luego pasó a la Delegación Municipal de la Agricultura de Guamá, en Santiago de Cuba, como especialista en suelos y fertilizantes, y ya ocupa el cargo de subdelegado (reserva del delegado), aunque “lo mío es la Sierra, subir 30 kilómetros en mulo, laborar con los trabajadores, donde las condiciones son muy duras”.
Yoenis habla de la aplicación de la ciencia y la innovación en las nuevas plantaciones de café; de la producción de alimentos, cuyas cosechas sustentan la alimentación de los serranos, del control que ejerce la Delegación en las funciones del Ministerio de la Agricultura.
Y enumera sus características (y cualidades): “Vivo en Chivirico. Soy gago y súperactivo, me gusta hacer, me siento bien donde me manden. Disfruto la agricultura, y tengo 60 colmenas, soy apicultor como mi papá.
“Lo más difícil allá arriba es crearles conciencia de la agricultura a muchos trabajadores, por la resistencia que muestran a permanecer y laborar en el campo, motivar a la fuerza técnica”; a pesar de ello cuentan con brazos para hacer las cosechas, y elogia los resultados productivos del sector cooperativo y campesino.
Quiero hacer mi doctorado
Parecía contestatario y feroz, con sus preguntas afiladas, insatisfecho por cada respuesta, mas su historia de vida cambió la opinión que me hice a primera vista. El ingeniero agrónomo Javier Cossío Borges ha fraguado su existencia con mucha entereza, y a sus 24 años transitó como adiestrado por la Estación de Pastos y Forrajes (Pino 3) y es especialista en producción en la Empresa Forestal Provincial de Camagüey.
Es el único graduado joven de su empresa y de su corta experiencia prefiere la vinculación con las granjas urbanas en las comunidades: “Quisiera estar en una cooperativa, producir, ayudar a perfilar las condiciones y estrategias porque allá la situación es muy compleja.
“En la Estación tuve la oportunidad de sostener una relación más cercana con la naturaleza, interactuar con los campesinos y conocer los procesos esenciales para el desarrollo de la ganadería, su óptima alimentación y cuidados.
“En mi empresa se trabaja en condiciones difíciles, con niveles de insumos muy bajos, una economía algo descuidada y numerosos problemas más. Estas limitaciones, complicadas de revertir las considero un reto personal. Quiero verla crecer.
“Mi propósito es hacer un doctorado en pastos, lo que más me gusta es la ganadería, trabajar en el campo. Estoy en el proceso de categorización para impartir docencia”. Sus proyectos son grandes, y con ellos su abuela es feliz.
Por ahí andan los derroteros de estos jóvenes, seleccionados en las provincias orientales, centrales, y en Isla de la Juventud; tienen menos de 30 años (excepto dos) y futuro para perfilar una agricultura que debe empinarse y satisfacer.