El 18 de marzo de 1923, en la sede de la Academia de Ciencias de Cuba, un grupo de jóvenes intelectuales interrumpieron al secretario de Justicia, Erasmo Regüeiferos para denunciar un acto de escandalosa corrupción gubernamental: la compra del convento de Santa Clara por un precio muy superior al real, lo que indicaba el robo de los fondos del Estado por parte de quienes estaban involucrados en ese negocio. Regüeiferos era uno de ellos porque había firmado esa disposición.
El acto de la Academia de Ciencias de Cuba era un homenaje organizado por el Club Femenino de Cuba a la escritora uruguaya Paulina Luisi y los quince jóvenes que protagonizaron esa protesta acostumbraban a reunirse y debatir sobre sus inquietudes intelectuales, acerca del vínculo con la sociedad, las tendencias de vanguardia, la necesidad de renovación de la producción intelectual cubana de la época. Como diría después Alejo Carpentier, para ellos el asunto era ser “vanguardistas”, romper con la tradición, con lo académico, buscando la originalidad, pero tenían un reto mayor: Había, pues, que ser “nacionalista”, tratándose, a la vez, de ser “vanguardista”.
Ese grupo se nucleaba alrededor del poeta Rubén Martínez Villena como líder natural y lo integraban otros que en breve tiempo de destacarían dentro de ese mundo intelectual como fueron Juan Marinello, José Z. Tallet, Jorge Mañach, Luis Gómez Wanguemert, José A. Fernández de Castro, entre otros. Pronto habría escisiones pues hubo diferencias en los alineamientos ideológicos y, por tanto, en las posturas políticas que siguieron algunos de ellos, lo que provocó algunas polémicas como la que enfrentó a Villena con Mañach, que en el fondo debatía el papel del intelectual en la sociedad. Esto tuvo seguimiento posterior con otra polémica entre Mañach y el joven Raúl Roa. No obstante, en 1923 compartieron el acto cívico de denuncia de la corrupción en el sistema político de la época.
El día 18 de marzo, cuando Regüeiferos comenzaba a hablar, Rubén Martínez Villena se levantó, pronunció unas palabras de denuncia en las que afirmó que aquel secretario de Justicia no tenía autoridad moral para hablar en esa sede y, a continuación, el grupo abandonó el salón. Después del acto público, Rubén redactó un manifiesto que fue conocido como “Protesta de los Trece”. La disminución del número de firmantes se debió a que dos no firmaron el documento porque uno era masón igual que el secretario impugnado, y otro no era cubano, según lo que adujeron.
En el Manifiesto que se dio a conocer se explicaba la razón de la actitud asumida, después de pedir perdón al Club Femenino de Cuba por haber interrumpido el acto. Los manifestantes exponían el por qué de haberse pronunciado allí y la decisión de mantener esa actitud de denuncia en lo adelante. Planteaban que habían iniciado un movimiento “que patentiza una reacción contra aquellos gobernantes conculcadores, expoliadores, inmorales”.
Junto a la aclaración y explicación de las razones de la acción, establecían el compromiso como jóvenes de mantener en lo sucesivo esa actitud de protesta frente a todos los que fueran tachables “de falta de patriotismo o de decoro ciudadano.”
No puede aislarse este hecho del contexto en el cual se produjo, por cuanto ese mismo día se estaba fundando la Agrupación Comunista de La Habana, la FEU de la Universidad de La Habana había surgido meses antes y se desarrollaba un fuerte movimiento por la reforma universitaria con un líder de la altura de Julio Antonio Mella, quien pronto compartiría una entrañable amistad y camaradería con Villena. Era el momento en el cual grupos silenciados y preteridos comenzaban a hacerse visibles, como los obreros y hasta las mujeres que ese año celebraron su primer congreso nacional.
El sentido de lamento, de frustración, que se había adueñado de la población y que tenía expresión física en el personaje de Liborio en la caricatura de la época, el Liborio/pueblo que sufría de manera pasiva, como “el Bobo de la yuca” o “el guanajo de siempre”, comenzaba a cambiar por el llamado a la acción, como haría el propio Rubén en el “Mensaje lírico civil” que escribió entonces y donde narra lo acontecido con la Protesta de los Trece, para después afirmar:
Hace falta una carga para matar bribones,
para acabar la obra de las revoluciones;
para vengar los muertos que padecen ultraje,
para limpiar la costra tenaz del coloniaje;
para poder un día, con prestigio y razón,
extirpar el Apéndice de la Constitución;
para no hacer inútil, en humillante suerte,
el esfuerzo y el hambre y la herida y la muerte;
para que la República se mantenga de sí,
para cumplir el sueño de mármol de Martí…
Por tanto, aquella Protesta expresaba un momento importante para la sociedad cubana y para su joven intelectualidad que asumía un compromiso social, en momentos de cambios que anunciaban la posible formación de una situación revolucionaria.
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Profesora titular
Gracias,esclarecedor artículo!