Con Filo: El extremismo

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En tiempos donde hace falta la creación de consensos, la participación ciudadana y una unidad sólida en medio de la diversidad de opiniones, las posturas extremistas son quizás uno de los peores males que debemos evitar.

 

Las personas extremistas son aquellas a quienes les resulta más fácil sospechar que confiar, por causas injustificadas, e incluso sin ningún motivo. Muchas veces atribuyen a quienes son blanco de sus posturas insidiosas sus propias debilidades, dudas y vacilaciones, porque en el fondo lo que reflejan esas visiones en blanco y negro de la vida es, en la inmensa mayoría de los casos, poca calidad humana.

No hay nada menos constructivo, e incluso menos revolucionario que el extremismo en cualquiera de sus variantes. No pocas veces esta tendencia suele disfrazar sus propósitos malsanos en una supuesta exigencia que no es tal.

Porque quien exige con decencia suele hacerlo desde el ejemplo personal, y siempre trata de analizar todos los puntos de vista e incluso las posibles causas de cualquier error humano, cuando este de verdad ocurre.

Adoptar posiciones extremistas en cualquier campo de la cotidianidad provoca en muchas ocasiones graves y duraderos perjuicios, tanto para la persona que las asume como para quienes las sufren, pero sobre todo para estas últimas.

Le pasa a quien es intransigente e inflexible al resolver un conflicto en el seno de una familia, o en un colectivo laboral, o en cualquier esfera de la vida social, porque eso menoscaba su prestigio y autoridad, y la consideración de las demás personas.

Por supuesto, afecta más a quienes son víctimas de tales individuos extremistas, sobre todo si estos ostentan alguna jerarquía, ascendencia o poder formal que hace difícil desenmascararles o, sencillamente, contrarrestar con efectividad los efectos de sus acciones injustas y prejuiciadas.

Dice el viejo refrán que detrás de una persona extremista, casi siempre hay una oportunista, y eso también es cierto. Pero en lo que emerge —si es que alguna vez sucede— la falsedad de esas dobleces éticas y morales, a veces no tan sencillo de exponer, resulta muy grande el riesgo de que el extremismo perjudique y hasta destruya la existencia ajena.

Por lo general, el extremismo no es un mal que podamos enfrentar y desenmascarar con acciones individuales o en enfrentamientos bilaterales. El antídoto contra este flagelo es la inteligencia, el análisis y la acción colectiva.

Hay que acudir a la utilización de los mecanismos y espacios de participación para poner en evidencia cualquier indicio de que estamos frente a un exceso, de uno o más sujetos. La solidaridad y el compañerismo son la mejor salvaguardia ante las intrigas y los alardes de infalibilidad de cualquier extremista.

Porque no por difícil es imposible detectar y ponerle freno al extremismo. Es además una cuestión elemental de justicia, esa que queremos nos caracterice como sociedad.

La exigencia y el cumplimiento del deber, la defensa de los principios y valores, tan necesarios en estos tiempos, poco o nada tienen que ver con el extremismo. Por el contrario.

No dudemos entonces un segundo en oponernos a extremos y extremistas, en cualquier contexto donde ese malsano fenómeno aparezca. Nos puede ir la vida y el futuro en ello.

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6 comentarios en Con Filo: El extremismo

  1. Si, entendemos: siempre condescendientes y atenuantes con el prójimo; pero al extremo riguroso con el oportunista, arribista, malversador, mentiroso, pues son tiempos donde urge la verdad, la unidad y el buen hacer, más que el decir que haremos.
    Gracias.

  2. Estimado Paquito:
    El extremismo, en la acepción que recojes, nos ha hecho y hace tremendo daño, sobre todo en su alianza con la incapacidad de algunos directivos de conjugar jefatura con liderazgo, buscando resolver el problema con la imposición de su criterio, y evidenciando a la larga actitudes oportunistas. Pero, el vocablo ha sido mal usado e incluso nocivamente maltratado. Habitualmente, definía al inconforme, al que defendía opiniones propias, fueran legítimas o equivocadas, incluso con calificativos como ¨francotirador¨ y algunos impublicables.
    Coincido con Atenea, hasta hace muy poco, incluso diría que sigue manifestándose en la actualidad, el hecho de aplastar cualquier criterio disonante con la unanimidad alineada con el criterio de quien dirige cualquier actividad, utilizando precisamente el vocablo ¨extremista¨. En esa cuerda, esos personajes, que aún ocupan cargos directivos, y ejercen su posición como censores y garantes de su verdad que sea cómoda y no los saque de su zona de confort, calificarían de ¨extremistas¨ hasta periodistas como tú, el chino Chang o Pepe Alejandro, el de Juventud Rebelde, para referirme al menos a algunos ejemplos identificables.

  3. Y tendría razón si no fuera porque a los q se acusa de extremistas son los q están defendiendo la vigencia del pensamiento de Fidel y no a los que quieren pasar la página ..si no fuera porque esos q nos llaman extremistas son los q usan frases sagradas de la patria como un chiste ..si defender esa Revolución de Fidel y Raúl nos hace extremistas pues bienvenido ese término..y habría q revisar con Ulises Guilarte porque se permite usar este medio de los trabajadores para vendettas personales

  4. Quién escribió este artículo. Siempre se firma por un autor, hoy está como Redacción digital, primero de tu tipo y no debería ser, sino que quien lo escribió asuma sus palabras, bien centradas en un concepto para que los demás lectores conozcan cómo usar la prensa para beneficio de un colectivo o de toda la comunidad o para sí,individualmente, o como medio de alerta. Hay variantes diversas.

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