Contrastes, urgencias de transformaciones orgánicas y la acentuada pertinencia del movimiento sindical en la complejidad económico-social donde habita, evidenció el balance de la gestión en el 2022 del Comité Provincial de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en Matanzas, territorio por donde el país inició estos análisis.
Elocuente por los datos y las valoraciones, el informe resumió un año muy parejo en limitaciones de recursos para la diversidad de actores económicos actuantes en la geografía matancera, pero a la vez muy distinto porque en circunstancias similares unos cumplen y otros no.
Las intervenciones mostraron descontento tanto por las 23 de las 98 empresas con pérdidas económicas como también por la responsabilidad de estas en la producción de alimentos en un territorio donde solo se satisfizo tres de los 12 renglones del encargo estatal, entre ellos el de la leche destinada a la industria, hoy pendiente de 12 mil litros por entregar, y una cola de malestares a chorros en el pueblo.
Si la agricultura y las fábricas se quedan lejos de sus cifras, también lo paga el turismo, observó Alejandro Ríos, secretario general del buró sindical en el hotel Meliá Internacional. “Lo importamos casi todo. Otra fuera la situación de los gastos si sustituyéramos con cosas locales”.
Con déficits así cómo pueden seguir apostando por ser la provincia más productiva del país, preguntaba Isdalys Rodríguez, segunda secretaria de la CTC, en referencia al propósito de un territorio donde hay 14 mil 360 hectáreas de tierra ociosas, aumenta el hurto y sacrificio de ganado, y no se elimina el robo de azúcar en el central Mario Muñoz, en Los Arabos, por citar notorios aspectos por saldar.
Rodríguez expresó que para no renunciar al deseo matancero de ser los primeros en la generación de bienes y servicios, se necesita funcionar en la base, aprovechar espacios como los activos sindicales para la preparación y dar el salto orgánico esperado en un 2023 llamado a ser el de la transformación en los métodos y estilos.
Para conseguirlo, razonó Leobanys Ávila Góngora, miembro del Secretariado Nacional de la CTC, cada asunto debe poseer un enfoque sindical, “de lo cual este balance ha sido ejemplo”. Dijo que el uso de herramientas como la asamblea de afiliados y de trabajadores y la manera de evaluar allí los temas, definen la efectividad o no de los procesos y tareas desarrollados, en especial en la base.
Sin embargo, admitió, a veces no se aprecia el poder de los sindicatos para influir en que las empresas eliminen pérdidas, el trabajador deje de estar castigado en sus ingresos, el reglamento de las utilidades tenga el consentimiento del empleador y el sindicato, y cuando se quiera faltar a ese principio de mutuo acuerdo, llevarlo al seno de las asamblea, y discutirlo allí con los empleados.
En esas facultades no ejercidas por el sindicato hay un camino por andar también en la aplicación del Decreto 53, alertó Ávila, que refrendó en el informe de Matanzas la tendencia de empresas dadas a buscar eficiencia con altos precios o procesos de disponibilidad sin el previo diagnóstico, modelación o estudio de organización laboral.
Lo hecho por la empresa provincial de transporte para salir de las pérdidas económicas, las alternativas aplicadas en el turismo para lidiar con la falta de recursos, la vaquería 72 donde con Juana Arista al frente no se han robado una sola res y las ganancias sacadas por el aeropuerto Juan Gualberto Gómez a las prerrogativas otorgadas a la empresa estatal socialista, marcaron la diferencia en una provincia indispensable en la pretensión de un 2023 próspero.
Para generalizar esas y otras buenas prácticas, el movimiento sindical necesita ser parte cotidiana de la solución, promover el debate activo de los trabajadores en espacios como las reuniones presentación del Plan de la Economía y el Presupuesto, ver, desde la ciencia, cuánto más se puede hacer, alertó en reciente visita a Matanzas el primer secretario del Comité Central del Partido Miguel Díaz-Canel.