Por Arnold August
Hace casi cinco años, es decir, en enero de 2019, con el pleno respaldo de EEUU, la UE y Canadá, un tal Juan Guaidó se autoproclamó «presidente interino» de Venezuela. Desde entonces, ha estado actuando como caballo de Troya de los intereses occidentales dentro de Venezuela. De forma de quisling ha estado pidiendo sanciones occidentales más mortíferas (que consiguió obtener) contra su propio pueblo. También ha agitado abiertamente, o de forma apenas disimulada, a favor de un cambio de régimen por cualquier medio necesario contra Presidente Nicolás Maduro Moros.
Teniendo en cuenta esta situación, se han producido muchos debates y discusiones serias entre los partidarios de Maduro en América Latina y en otros lugares. Una pregunta obvia era: ¿Por qué el Gobierno de Maduro no ha detenido a Guaidó, lo ha juzgado por traición a la patria y lo ha encerrado? El autor de estas líneas nunca apoyó ni dio credibilidad a esta pregunta, aun respetando a quienes la plantearon de manera no antagónica.
Ahora, el 30 de diciembre de 2022, los principales partidos de la oposición venezolana han despojado a Guaidó de su papel de «Presidente interino», al tiempo que inician otra ronda de disputas entre ellos. Esta no fue una jugada de Maduro, quien permaneció como un espectador inocente mientras se hacía el significativo anuncio del 30 de diciembre. Así, la política de Maduro ha demostrado ser un golpe de genio. Si el gobierno de Maduro hubiera dado instrucciones al poder judicial para detener, juzgar y encarcelar a Guaidó, éste se habría convertido inmediatamente en un mártir. Su reputación, en constante declive en Occidente y en los gobiernos de América Latina, habría recibido un espaldarazo. Maduro, al parecer, tenía una política doble.
Cuerda suficiente para ahorcarse
En primer lugar, Maduro le dio a Guaidó la cuerda suficiente para ahorcarse. Durante los últimos cinco años, y especialmente recientemente, Guaidó ha tenido cada vez más dificultades para encontrar apoyo internacional para su causa. Su capacidad para mantener el apoyo en Estados Unidos y Europa se fue diluyendo poco a poco hasta que parecía estar más en un atolladero que en otra cosa. Tal vez su mayor problema provenía del menguante apoyo del Grupo de Lima. Los nuevos gobiernos de izquierdas hicieron que el Grupo de Lima acabara siendo incapaz de funcionar y desapareciera, en a pesar del liderazgo de Canadá.
Al mismo tiempo, y a pesar de las sanciones, la Revolución Bolivariana de Venezuela demostró una notable capacidad de resistencia. Fue capaz de mejorar enormemente la situación económica gracias a sus propios esfuerzos. En el sector petrolero, con la ayuda de Irán, la industria pudo arrancar de nuevo. Este fue otro resultado de la cuerda que Maduro tendió a Guaidó. Tanto él como Occidente cayeron en la trampa al negarse a reconocer la nueva realidad global que emerge con firmeza tras enero de 2019, de un mundo multipolar. Sus principales protagonistas, China, Rusia e Irán, son aliados del actual gobierno venezolano. Además, esta antipatía planetaria a la hegemonía estadounidense recibió un «empujón» de la pandemia. Los países socialistas demostraron ser mucho más eficaces en la lucha contra el virus que los capitalistas. El tiempo jugaba a favor de la Revolución Bolivariana, no de Guaidó, a quien el nudo corredizo se le ponía lenta pero inexorablemente alrededor del cuello. De hecho, cuanto más desesperadamente intentaba liberarse del nudo corredizo, más la apretaba sin darse cuenta.
Guaidó: de mártir a «agente de Maduro» inadvertido en la oposición
Maduro resistió la tentación de detener, juzgar y encarcelar a Guaidó, un acto que podría haberlo convertido en una causa célebre (en lugar de ser un payaso), posiblemente unificando las fuerzas de la oposición contra el gobierno. También podría haber fortalecido a los aliados de Estados Unidos en América Latina, Europa y otros lugares. En lugar de ello, Guaidó contribuyó a crear más divisiones y disputas en las filas de la oposición dentro y fuera del país, que culminaron en su desaparición definitiva el 30 de diciembre. Mientras tanto, el gobierno de Maduro ha estado fomentando la negociación, no la división, con la oposición, con la esperanza de llegar a una solución pacífica a la crisis. Y a medida que se acercan las elecciones presidenciales de 2024, el desorden en el que se encuentran las facciones de la oposición jugará a favor del chavismo.
Aunque la desaparición de Guaidó es embarazosa para Occidente y ha provocado nuevas luchas internas en las filas de la oposición, puede parecer que el chavismo ha obtenido una victoria. Sin embargo, al entrar en el nuevo año 2023, no hay que olvidar la profecía de Bolívar: «Estados Unidos parece destinado a plagar de miserias a América Latina en nombre de la libertad». Guaidó y los suyos van y vienen, pero el imperialismo estadounidense permanece inalterable. De hecho, a medida que su hegemonía mundial se ve desafiada, Estados Unidos se vuelve cada vez más feroz. La Revolución Bolivariana ocupa un lugar de honor en esta floreciente renovación geopolítica de la historia mundial. Por lo tanto, apoyar a la Revolución Bolivariana y al Presidente Maduro es una prueba de fuego para las fuerzas progresistas de todo el mundo.
Acerca del autor
Arnold August, periodista y conferencista canadiense, es el autor de los libros Democracy in Cuba and the 1997–98 Elections (1999), Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento (2014) y Relaciones Cuba-EE.UU: ¿Qué ha cambiado? (2018). Es un colaborador de Trabajadores. Twitter: @Arnold_August FaceBook: Arnold August