A sus 84 años de edad, la profesora Silvia Olivares Contino sigue pensando que escogió la profesión más hermosa de la vida. Por eso se ha resistido a la jubilación y se mantiene activa e imparte clases en el Instituto Preuniversitario José Martí, en La Habana Vieja.
“En el aula, no me gusta estar sentada. Doy mis clases de pie, ¿quién ha visto un maestro sentado?”, dice, mientras asegura que disfruta mucho hablar sobre la historia de Cuba, contar anécdotas y recordar el pasado que ella vivió de cerca.
Le gusta motivar a sus alumnos con interrogantes, darles información actualizada de cómo anda el mundo. Por eso, no deja de leer libros, periódicos o revistas y la mesa de su casa da muestras de las horas que dedica a la preparación de la clase, que siempre debe ser única y dejar una huella en quienes la reciben.
Es una suerte que Silvia entregue sus saberes a las nuevas generaciones. Fui su alumna y soy testigo de cuánto amor le pone a su profesión. Todavía me parece verla por los pasillos de la otrora Escuela Secundaria Básica en el Campo (ESBEC) República Socialista de Checoslovaquia (la Checa, como le decíamos), en Artemisa, pendiente de sus muchachos, de que el matutino quedará con excelencia y se cumpliera con rigor el plan de clases previsto.
Ella no era solo la directora de la ESBEC; resultaba, sobre todo, una magnífica maestra de Historia, querida y respetada por los estudiantes, que la veían como a una madre.
Más de cuatro décadas han pasado desde entonces y ahora la reencuentro con el mismo optimismo de siempre. “Los años no pasan por gusto”, me dice, y alude a la nieve que cubre su cabeza. Luego, añade: “Ya tengo nietos que son adultos y hasta un biznieto, Lucas Mateo, de siete meses, que es la alegría de la casa. Me siento feliz, no he perdido el tiempo, soy una mujer muy realizada.
“No sé hacer otra cosa que enseñar y es también mi forma de contribuir para que esta obra perdure. Es emocionante cuando voy por la calle y me detienen hombres o mujeres que fueron mis alumnos, hoy están convertidos en profesionales. Me reconocen, aunque yo no pueda identificarlos a todos. Encontrarme con ellos me da aliento”, subraya.
Poner el alma en la educación
Largo ha sido el camino recorrido desde que esta ilustre maestra comenzara su labor en el sector educacional hace seis décadas. Recuerda con claridad su paso por la Escuela Normal para Maestros de La Habana; los males de aquellos tiempos, las manifestaciones de los estudiantes contra la dictadura de Fulgencio Batista; el asesinato del joven Fulgencio Oroz, el dos de diciembre de 1958, por quien se desplegaron dos enormes banderas cubanas en la fachada del edificio y el instituto suspendió las clases por dos días.
Graduada en 1959, Silvia se integró por completo al proceso revolucionario. “Antes de concluir el curso, Fidel nos sorprendió con su visita. Conversó con nosotros e inquirió por lo que habíamos aprendido. Nos dijo que el país iba a necesitar mucho de todos en la erradicación del analfabetismo, pues esa era una gran meta de la Revolución y los egresados de esa institución estaban preparados para asumir ese reto.
“En el momento de la campaña de alfabetización, yo estaba embarazada, por eso no pude irme lejos, pero ayudé en mi zona de residencia, en esos momentos, en Marianao. Después estuve en el apoyo a la batalla por el sexto grado.
“También di clases en un curso de superación obrera, organizado por el Comandante Ernesto Che Guevara, para capacitar un grupo de jóvenes, provenientes de Villa Clara, provenientes de la industria talabartera.
“Impartía la asignatura de Matemática. El curso se daba en un salón del Ministerio de Industria. El Che daba vueltas, era muy exigente, y le gustaba que se mantuviera la disciplina”, acota.
A la par de dar clases en diferentes centros escolares, siguió su superación y concluyó en 1980 sus estudios como profesor de Historia y Licenciatura en Ciencias Sociales, en 1985.
Laboraba en la Escuela Secundaria Básica Marta Abreu, en el municipio de Playa, cuando le propusieron a inicios de la década de la década del 70 del pasado siglo, de asumir la dirección de la ESBEC República Socialista de Checoslovaquia.
“Esa fue una hermosa experiencia, me gustó mucho. Casualmente, yo había dado clases a algunos de los profesores, integrantes del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, que en esos momentos eran maestros en la Checa”, añade.
Estando en ese centro, tuvo la suerte de recibir la visita del Comandante en Jefe Fidel Castro, quien acompañó al presidente checo, Gustáv Husák durante un recorrido por el centro.
Tuvo a Fidel muy cerca, interesado por conocer las características de los estudiantes, sus principales preocupaciones. “Me impresionó mucho. Nunca olvido sus manos, siempre me llamaron la atención”, alega.
Indispensable el vínculo con la familia
Silvia está consciente del papel de la familia en la educación de los hijos. Asegura que el ejemplo de su padre, Juan Olivares, miembro del Partido Socialista Popular, quien murió siendo ella muy pequeña, la acompañó siempre. También fue fundamental su mamá, Marcela. “Ella era analfabeta funcional, solo sabía leer y le gustaba mucho hacerlo. A través de mi madre descubrí a Víctor Hugo y otros grandes escritores. Su sueño era que yo fuera universitaria y se lo cumplí gracias a la Revolución”, asegura.
Hoy, la destacada educadora se siente orgullosa de sus tres hijos: Gustavo, licenciado en Ciencias Sociales; Silvita, museóloga y Vivian, quien ha seguido sus pasos como maestra. “Ellos no me dieron ningún tipo de problema, aprovecharon las oportunidades y estudiaron”.
Dice que ha tenido la posibilidad de trabajar todos los tipos de enseñanza, y las ha disfrutado mucho. Cree en la imprescindible relación entre la familia y la escuela, ambos entes responsables en la educación en valores de los niños y jóvenes.
“Cuando veo a un estudiante expresarse incorrectamente o cuando tengo un suspenso, aún yo me pregunto: ¿Dónde he fallado?”.
Hace pocos días, Silvia tuvo la oportunidad de reencontrarse con un grupo de alumnos que estudiaron en la ESBEC República Socialista de Checoslovaquia. Su hija, Silvita, estuvo entre las promotoras del encuentro, y a la maestra volvieron los recuerdos y la contagiosa alegría de sus muchachos. “La profe Silvia no cambia, sigue igual que siempre”, dicen quienes fueron sus alumnos, que no olvidan a la maestra que les mostró una parte del camino y el amor a la historia de la Patria.
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Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.