De cada experiencia vivida en los 50 años que lleva dando clases, el profesor Nelson Pérez Cueto agradece todo. Muchas, dice, son sus satisfacciones. Y en cada estudiante que ha tenido, cada joven que ha ayudado a crecer y a madurar se ha visto completamente realizado.
La pasión por la educación le viene a este camagüeyano de corazón desde pequeño. Cuenta que allá en su natal Chambas, en Morón, Ciego de Ávila, se la pasaba haciendo experimentos e inventando, por lo que nadie se alarmó cuando optó por la especialidad de química dentro del magisterio.
Una vez graduado transitó por varias instituciones en Ceballo, fue delegado de una circunscripción, pasó por el instituto José Martí en Camagüey hasta llegar al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Máximo Gómez Báez, su actual casa.
Ya Nelson se jubiló y, además, su trabajo ha sido reconocido hasta con la medalla Frank País de primero y segundo grado. Sin embargo, eso no ha significado que descansa en su hogar. Para nada. Nelson prefirió reincorporarse a la docencia y apoyar a los muchachos de concurso.
«Aún luego de estos 50 años de labor, explica Nelson, todavía hay personas que dicen que yo debía haber sido científico porque me encanta hacer experimentos, estar en un laboratorio. Pero si algo tengo claro es que no me equivoqué de profesión.
«Dando clases hago ciencia, transformo la forma de pensar de los muchachos y contribuyo a que salgan de la escuela completamente cambiados. Eso es lo que me maravilla de ser maestro.
«Claro, son satisfacciones que se alcanzan a largo plazo. Pero es una sensación única encontrar a un exalumno y ver que ha triunfado, que es una persona adecuada y que ha logrado cosas buenas en la vida.
«Para lograr esto, siempre insisto en que el maestro debe ser de los que estudia todos los días. En la actualidad, con el acceso a las tecnologías que hay, puede suceder que llegues al aula y el alumno sepa el contenido. Entonces es ahí que se debe demostrar que uno está actualizado, porque el maestro es eso, un investigador».
Desde el aula, el laboratorio o en el barrio, Nelson intenta seguir contribuyendo con la Revolución, pues como alega, «es gracias a ella que se hizo maestro»; una profesión en la cual ha sido feliz y ha logrado, como añade, ser un buen científico también.