El extraordinario ejercicio creativo de Alicia Alonso consolidó uno de los más sólidos referentes de la cultura cubana y un poderoso símbolo de la nación toda.
Aunque no sea oficial (y quizás debería oficializarse) Alicia es la artista nacional. Aunque ella nunca necesitó nombramientos. Su arte era (sigue siendo) su credencial.
Y esa obra concretó un maravilloso acervo. Se inmortalizó en escuela, compañía, auténtico movimiento artístico que fue, incluso, más allá del ballet.
Junto a los hermanos Fernando y Alberto Alonso, Alicia está en el principio de la gran danza escénica cubana, asumida como realización estética de un pueblo, como expresión inspiradísima y trabajada de una identidad.
Y ella estuvo, sin dudas, en la cumbre de ese impulso colectivo.
No es casual que Alicia Alonso haya sido inspiración de tantos y tan grandes escritores, músicos, pintores, cineastas, pensadores cubanos y de otras partes del mundo. Logró aprehender el espíritu compartido de un arte de siglos y lo afincó en este paisaje.
Lo que para algunos parecía elitista, ella demostró que podía ser popular… sin necesidad de traicionar esencias, sin rebajar el vuelo.
Una de las más hermosas imágenes de la Revolución triunfante, que hay que entender también como una Revolución cultural, fue Alicia y su ballet presentándose en fábricas y bateyes.
Devino viabilidad de una utopía: arte para todos. Y mostró, como tantos grandes creadores, que la sensibilidad para el arte está en todas partes.
Y esa misma bailarina, en los más encumbrados escenarios del mundo, descubría sentidos novedosos en pasos y dinámicas una y mil veces repetidos.
Su Giselle, por ejemplo, no fue mera ejecución funcional; era más que técnica, proyección histriónica o incluso, más que estilo (y estamos hablando de una consumada estilista).
Su Giselle era una verdad. Una esperanza. Era, es, la certeza del triunfo (aunque sea momentáneo, circunstancial) de la belleza.
Alicia apostó por la belleza, en su más integral y revolucionaria acepción.
En tiempos en que grandes bailarinas adoptaban apellidos rusos, ella remarcó su orgullosa latinidad, la fuerza de su raíz, de su cultura… que siempre ha sido argamasa latiente, encrucijada de viajes reales o soñados, pie en tierra y mente en los aires.
A nadie debe extrañar que el día de su nacimiento, 21 de diciembre, haya sido marcado como el Día Iberoamericano de la Danza. Ella es figura cimera de ese arte en esta familia de pueblos. Y desde su patria, materializó un legado que le pertenece al mundo.