La Copa del Mundo se gana bajo palos. Es muy difícil encontrar un equipo campeón sin un guardameta determinante. Los arqueros Livaković (Croacia) y Emiliano «Dibu» Martínez (Argentina) lo demostraron hoy al sostener a sus equipos en la tanda de penales frente a Brasil y Países Bajos, respectivamente.
Para triunfar hay que saber aguantar, como Livaković y el Dibu, como Croacia y Argentina. Soportar la soberbia de los rivales, que te menosprecien, que te pateen. Aguantar hasta que se acabe el juego, aunque te anoten un gol en el 105 o te empaten en el 90+11 porque el árbitro que te tocó fue Mateu Lahoz.
En la cancha, para ganar, también se precisa de un mago, el 10, el sinónimo de fútbol que a veces puede pasar desapercibido, pero que lo rompe todo con un pase.
El primero en lucirse fue Neymar, anotando uno de los goles de mejor factura en el Mundial. Dejando en el camino a Livaković y mandándola a lo alto de las redes para no tener que aguantar el grito de gol.
Hoy no hubo tanto baile. Corría el minuto 105. Livaković y Modric eran la imagen de una Croacia que se había plantado bonito ante el super favorito.
Por desgracia para Neymar, su tanto, con el que igualó a Pelé como el máximo goleador histórico de la selección nacional, quedó en una estadística. Brasil no supo aguantar el resultado. No manejó bien el partido y los croatas, con corazón y un par de cosas más, necesitaron cinco minutos para dibujar la preocupación en los rostros sudamericanos. Esconderse no significa aguantar.
Hay muchas maneras de resistir, por ejemplo, Modric, el 10 balcánico, aguantó la bola ante Casemiro y dio salida para el empate de Croacia que finalizó Petković en un balón inalcanzable para Allison.
Todos pensaban lo mismo: difícil derrotar a Croacia luego de una prórroga. Livaković se paró sobre la línea con un gol de ventaja y puso el primer manchón en el expediente idílico de la carrera de Rodrygo, tras una atajada que engrandeció a unos croatas prestos a no fallar. La última estocada, suicida, la dio Marquinhos con un disparo al palo. Neymar lloraba. El 10, lo deben saber todos, no se puede quedar sin tirar.
Hablando de 10, por ahí pasa todo lo que tenga que ver con Argentina. Messi, que tuvo que soportar indirectas de Van Gaal antes del inicio del choque, rompió el empate con una asistencia que solo él es capaz de dar. Todavía no se sabe cómo pudo ver a Nahuel Molina, que definió a placer ante Noppert.
Más tarde metió un penalti. Pero nada es sencillo para Messi con la elástica albiceleste. Acostumbrado a aguantar, vio a Mateu Lahoz pasearse por el terreno repartiendo tarjetas, a los suyos perdiendo los papeles y al gigante neerlandés Weghorst empatando con su segundo gol al 90+11 un partido que él había finiquitado con facilidad en 75 minutos.
Para la historia la jugada de pizarra de Van Gaal y un partido que tuvo de todo. Fuego en demasía que se aplacó en los primeros 15 de tiempo extra. Entonces Argentina se sintió cómoda otra vez. Países Bajos aguantó. Solo hasta los penaltis.
El Dibu atajó los dos primeros, el 10 no se quedó sin tirar y coló el suyo, mientras que el criticado Lautaro Martínez metió el decisivo para el festejo de Argentina, en el rostro de unos rivales a los que les llegó el turno de tragar en seco.