Este domingo volvimos a las urnas. Hace dos meses lo hicimos por el nuevo Código de las Familias y había que marcar también con una cruz. A muchos les pareció demasiado rápido volver a un colegio, pero era necesario, diría imprescindible, por ley y orden jurídico. En Cuba votar no es obligatorio como sí sucede en casi 30 naciones del mundo.
Lo más trascendente de esta jornada era elegir a los delegados de circunscripción, decisivos no solo para resolver problemas en la base, sino además para entender la democracia cubana, aunque algunos subestimen el papel de su gestión como representantes del pueblo. Bien sabemos que la impronta personal es determinante en cualquier tarea.
Desde que nacieron en el año 1976 las llamadas elecciones parciales o municipales son muchos los ejemplos de buenos delegados que atienden, pelean por resolver los planteamientos de sus electores y son referencias para la población, dado que se buscan esos rollos por el único hecho de ayudar y contribuir a un mejor país. No reciben pagos extras ni dejan sus trabajos. Todo es puro compromiso social y político con una obra perfectible.
Sin embargo, la singularidad de una votación en noviembre del 2022 es más compleja que cualquier disertación sobre lo que estaba en juego en las urnas y que los enemigos no se cansaron de vilipendiar con llamados, especialmente en redes sociales, a no respaldar este proceso con más rabia que argumentos precisos o reales.
Venimos de superar una pandemia que dejó anestesiada una economía subdesarrollada y bloqueada como nunca antes por el Gobierno de Estados Unidos. De ahí en gran medida la deteriorada situación energética y los malestares con la alimentación, el transporte y otros asuntos domésticos.
Por tanto, hay quien entendió que votar nuevamente hoy por su candidato era hacerlo por el futuro, por una mejor administración local y hasta por un potencial diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular (compuesta hasta el 50 % por delegados de base).
También, como en todas las crisis económicas hubo votos de castigo, expresados en ausencia a las urnas, o abstenciones. Y eso lejos de verlo como derrotas, quizás debamos empezarlo a entender como las reglas de nuestra democracia, que no significa en lo absoluto perder el rumbo de nuestro proceso revolucionario, sino aprender a fortalecerlo desde los cimientos. Una enseñanza que Fidel siempre practicó.
La cruz por nuestra democracia exhibe índices mayoritarios de aprobación ciudadana a la estructura del gobierno. Nadie crea en la perfección ni trate de justificar con variables extrañas lo vivido este domingo. Cuba sigue caminando y perseverando en sus sueños de justicia. Pronto llegarán nuevas noticias.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.