Por Roger Florentino Obregón Tejeda*
Transcurrían los primeros días del mes de mayo de 1992. Me encontraba en Puerto Padre. Ese día asumía como jefe de Sección Política del Regimiento de Estudio del Ejército Oriental. Recuerdo que estando en el salón donde se realizaría la actividad se me acercó el teniente coronel Ramón Úbeda Pavón, el oficial al que relevaba, y me confesó:
—Roger, me acaba de comunicar el jefe de Regimiento que tenemos un invitado especial…
Pensé en uno de los altos jefes de nuestro Ejército, pero cuál no sería mi sorpresa cuando agregó: Teófilo Stevenson.
El campeón tenía una estrecha amistad con el coronel Norberto Mantecón Méndez, y este lo había invitado porque generalmente después del momento protocolar de firmas y cambio de mando se efectuaba una actividad festiva.
Al poco rato se apareció Stevenson acompañado por uno de sus hermanos, muy risueño, saludó a todos, uno por uno y, de inmediato, comenzó a compartir con nosotros. Avanzada la conversación empezaron a llover las anécdotas y no podían faltar aquellas donde los protagonistas eran el propio Teófilo y el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Guardaba en su memoria, como un tesoro, el día de 1987 en que Fidel había inaugurado la terminal de azúcar a granel de Puerto Carúpano. Después del acto, el Comandante hizo un alto en el poblado de Delicias y se apareció en su casa sin previo aviso. Allí el campeón le mostró el lugar donde conservaba sus medallas y trofeos.
En esa época ya Teófilo Stevenson era bicampeón olímpico. Nos contaba que Fidel no perdía el más mínimo detalle y hacía preguntas sobre todo lo que veía. En medio de la conversación uno de los familiares le llamó:
—Pirolo…
Y Fidel riéndose, le dijo:
—¿Teófilo, cómo es que te llamaron?
Él le contestó:
—Comandante, desde niño, amigos y familiares, me llaman Pirolo.
Fidel no podía concebir que ese fuera el apodo de un campeón.
En ese encuentro con Stevenson hubo un momento que no olvidaré jamás. Ya pasado un buen rato, uno de los asistentes, algo pasado de tragos, constantemente importunaba al campeón:
—¿Stevenson, y a ti cuánto te pagan? Y volvía una y otra vez con la misma…
Recuerdo que Stevenson le miró y mostrando su amplia sonrisa le dijo:
—Mira, te voy a contestar para satisfacer tu curiosidad, a mí el Jefe (e hizo alusión al Comandante en Jefe pasando su mano derecha por la barba), dijo que había que darme lo que yo quisiera, y lo que yo pidiera, pero mira, nunca he sido abusador, ni en el ring, ni fuera de este.
Conozco que, hasta el último día de su vida, el 11 de junio del 2012, mostraba su infinito orgullo por ser amigo del Comandante en Jefe Fidel Castro, a quien le guardaba gran admiración y respeto.
* Profesor del Departamento Docente de Economía de la Universidad de Holguín y presidente de la Cátedra Honorífica Oscar Lucero Moya