En abril de 2001 cuando el actor estadounidense Kevin Costner visitó Cuba para la exhibición de su filme Trece Días, declaró sentirse emocionado de verla junto con el líder de la Revolución cubana Fidel Castro. Según Costner, el Comandante en Jefe entendió que el filme era sólo una dramatización, no un documental, y que reflejaba el punto de vista norteamericano.
La cinta tiene un contenido pacifista y no contiene ninguna agresividad contra Cuba, sin embargo cae en la trampa de sumarse a la maniobra de Estados Unidos de mostrarse como víctima y a Cuba y la Unión Soviética como los culpables de poner en peligro de una catástrofe nuclear al pueblo norteamericano y al mundo.
¿Cómo fue posible que Estados Unidos se convirtiera en esa coyuntura de victimario en víctima?
Antecedentes funestos
Se ha afirmado con justeza que la Crisis de Octubre debe ser valorada más por los antecedentes que llevaron a ella, que por la crisis misma. Y ellos arrancan del propio triunfo revolucionario de enero de 1959 en Cuba en que Washington se negó a aceptar la pérdida de su antigua neocolonia y comenzó a elaborar planes para destruir la Revolución.
El antecedente más cercano a los hechos es la llamada Operación Mangosta, el más vasto programa subversivo emprendido por el Gobierno de Estados Unidos contra una nación extranjera en la década de los sesenta, puesta en marcha el 30 de noviembre de 1961, como revancha de su vergonzosa derrota yanqui de Playa Girón. La Operación incluía guerra económica, influencia en otros gobiernos para aislar a Cuba, sabotajes, infiltraciones armadas, planes de atentados contra Fidel, y debía culminar con la intervención militar directa en la Isla de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, en octubre de 1962.
Poco antes de esa fecha la pretenciosa Operación Mangosta había sido derrotada por la Revolución, aunque la posibilidad de una agresión a nuestro territorio se mantenía latiente.
La aceptación de Cuba y el ocultamiento de Jruschov
Es conocida la propuesta del premier soviético Nikita Jruschov a la dirección política cubana de desplegar los cohetes soviéticos en suelo cubano y la aceptación por parte de Cuba como un importante aporte internacionalista al fortalecimiento de la capacidad defensiva del campo socialista y que además contribuiría a la defensa del país al convertirse en un importante disuasivo para las intenciones agresivas de Estados Unidos.
Sin embargo, la posición asumida por la dirección soviética le facilitó a la Casa Blanca pasar de victimario a víctima.
En una entrevista realizada hace algunos años al doctor Tomás Diez Acosta, una de las voces más autorizadas en el estudio de este conflicto, nos mencionó el testimonio de Georgi Bolshakov, funcionario de prensa de la embajada soviética en Washington, quien fungió como “canal” secreto en las comunicaciones entre Kennedy y Jruschov.
Según este funcionario, subrayó el especialista, Estados Unidos había instalado había tiempo sus misiles en las narices mismas de la URSS, lo que no era un secreto para nadie, pero el secretismo intencionado de Jruschov en el caso cubano ponía trabas a la diplomacia soviética, ya que cada vez que surgía el tema entre las dos potencias se acompañaba invariablemente de la interrogante de si había misiles en Cuba. El hecho de negarlo fue interpretado por el adversario como una mentira, lo cual calaba fácilmente en las mentes de la población norteamericana y contribuía a sembrar desconfianza hacia la URSS. Tal vez por eso, razonó el funcionario, el presidente Kennedy logró justificar las medidas ilegales contra Cuba anunciadas el 22 de octubre.
A esas alturas, Estados Unidos, mediante una elaborada campaña de propaganda había colocado como causa del conflicto a los cohetes soviéticos desplegados secretamente en la Mayor de las Antillas cuando el problema principal de la Crisis partía de su política agresiva contra la Revolución cubana.
La dignidad de Cuba
Vale recordar la postura de la delegación cubana el 8 de octubre ante el XVII Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, encabezada por el entonces Presidente de la República de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, quien al denunciar la agresividad estadounidense contra su patria, señaló:
“Existen antecedentes, y se han producido declaraciones y resoluciones oficiales que autorizan y legitiman la agresión armada a Cuba (…) Frente a eso, ¿qué tenemos que decir? Diremos, señores delegados, ¡que Cuba sí se ha armado!; ¡tiene el derecho a armarse y a defenderse! Y la pregunta que importa es esta: ¿Por qué Cuba se ha armado? (…) Nos hemos armado porque tiene el pueblo de Cuba el derecho legítimo, que la historia le concede, de defender sus decisiones soberanas, de conducir a su país por los derroteros históricos que, en ejercicio de esa soberanía, ha escogido nuestro pueblo.”
Y agregó con firmeza: “No estamos obligados por nada a dar cuenta al Congreso norteamericano respecto a lo que hacemos para defender nuestra integridad territorial. Nos armamos en la forma que creamos conveniente para defender nuestra nación, no para agredir a nadie (…) Cuando un país pequeño como el mío, de seis millones de habitantes, a noventa millas de los Estados Unidos, se siente realmente amenazado, no tiene por qué rechazar la ayuda espontánea que se le ofrezca, ya venga de la reina Isabel de Inglaterra, del Emperador del Japón, del presidente Kubistchek (del Brasil) o de quienquiera que venga, porque por encima de toda consideración está el derecho irrestricto a la vida que tienen los pueblos (…) Si Estados Unidos fuera capaz de dar garantías de palabra y garantías en los hechos, de no realizar agresiones contra nuestro país, declaramos aquí solemnemente que sobrarían nuestras armas y nuestro ejército. “
Cuando aquel 22 de octubre Kennedy anunció públicamente su decisión de imponer el bloqueo naval a Cuba, calificado eufemísticamente de “cuarentena” para encubrir su ilegalidad, y exigió la retirada incondicional y bajo inspección de los misiles soviéticos, la respuesta de Fidel no se hizo esperar. Al día siguiente, en comparecencia por la radio y la televisión dijo que el gobierno cubano no tenía la obligación de rendirle cuenta a Estados Unidos y negó que este tuviera derecho a decidir la clase y el número de armas que Cuba debía tener; advirtió que se habían tomado las medidas para resistir y repeler cualquier agresión, rechazó enérgicamente la pretensión de Kennedy de inspeccionar nuestro territorio y declaró que jamás renunciaríamos a la prerrogativa soberana de que en nuestras fronteras somos los que decidimos y nadie más.
Décadas después, en sus conversaciones con Ignacio Ramonet, el Comandante en Jefe comentó: “era un momento muy tenso. Y nosotros mismos creíamos que era inevitable el conflicto. Y estábamos muy decididos a aceptar ese riesgo. Nosotros no íbamos a ceder. Estábamos en nuestro derecho de defender nuestra soberanía.” Y las tensiones subieron todavía más cuando en cumplimiento de una orden de Fidel de impedir los vuelos rasantes de los U-2 sobre Cuba, el 27 de octubre militares soviéticos derribaron una de esas naves.
Conversaciones a espaldas de los cubanos
Fue por Radio Moscú que Cuba se enteró de que Kennedy y Jruschov se habían puesto de acuerdo para la retirada de los cohetes., lo que provocó una gran indignación en la Isla.
El 28 de octubre Fidel dio a conocer los llamados cinco puntos de la dignidad que de haberse contado con Cuba para resolver el conflicto hubiesen servido de base para lograr una paz sobre bases decorosas.
A pesar de la inconformidad con el modo en que fueron concertado los acuerdos de la URSS con Estados Unidos, Cuba mostró su disposición de no obstaculizar los pasos dados por los soviéticos para llevarse los cohetes, pero reiteró su negativa a no permitir la inspección de nuestro territorio para comprobar su retirada.
En esto insistió el secretario general de la ONU U Thant en su visita a suelo cubano el 30 de octubre, y recibió la misma respuesta. Cuba no iba a ceder jamás ante una exigencia desde posiciones de fuerza. Fidel lo recalcó: si Estados Unidos quería humillar a los cubanos no lo conseguiría.
En un segundo día de conversaciones le fue advertido al secretario general de la ONU el peligro de las violaciones del espacio aéreo cubano por vuelos rasantes que no habían cesado. U Thant las calificó de ilegales al igual que el bloqueo económico y militar, pero todavía el 4 y 8 de noviembre se realizaron 124 misiones de esos vuelos y en un solo día ascendieron a 36 hasta que la dirección cubana declaró que todo avión de guerra que violase nuestro espacio aéreo seria derribado, aunque persistieron los de gran altura. El colmo del cinismo fue que el subsecretario de Defensa de Estados Unidos dijo en una entrevista que eran un derecho de su país.
La Crisis terminó de manera definitiva a inicios del siguiente año, en que se volvió a repetir el desconocimiento de Cuba, cuando las dos potencias enviaron una nota conjunta al secretario general de la ONU y Estados Unidos se negó a que existiera un acuerdo tripartito que incluyera a Cuba.
No se alcanzaron los cinco puntos reclamados por Cuba que contemplaban el cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presiones comerciales y económicas; Cese de todas las actividades subversivas, de los ataques pirata, de las violaciones de nuestro espacio aéreo, la retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado ilegalmente por Estados Unidos.
La agresividad yanqui se mantiene y se recrudece frente a la postura de un pueblo indomable que estuvo entonces y sigue dispuesto a defender a toda costa su soberanía. Las causas de la Crisis de Octubre de 1962 siguen en pie, al igual que las intenciones del poderoso vecino del Norte.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …