Cuando Zunilda Noa Azcuy escuchó volar la primera teja se aferró al anclaje de las suyas y así estuvo quién sabe por qué tiempo. Su cuerpo se hallaba allí, resistiendo, pero la mente estaba con Raúl Otaño, el custodio de la escuela primaria Federico Capdevila.
Como parte de los preparativos para enfrentar al huracán Ian, Zunilda y el personal de la escuela rural pinareña resguardaron el material escolar en los dos únicos locales de techo de placa: el de la cátedra de Educación Física y el aula de computación.
Entre expedientes, libros, libretas y balones deportivos dejó la directora a su trabajador con una orden expresa: “No salgas, ni aunque se acabe el mundo”. Por eso pensaba en él cuando, ciertamente, el mundo parecía estarse acabando en Las Taironas la madrugada del 26 para el 27 de septiembre.
El hombre obedeció y no sufrió otro percance que el mal rato, pero la escuela perdió 300 tejas, dos puertas, dos ventanas, dos de las cuatro pizarras y todas las luminarias. Las mesas también resultaron severamente dañadas, no así las sillas, hoy distribuidas en las 4 aulas que improvisaron en salas y terrazas de vecinos de la comunidad.
Deisy Rodríguez Delgado, la trabajadora que más cerca vive, aún se emociona hasta las lágrimas cuando revive aquella mañana: “Todo estaba destrozado, pero esos chicos han hecho un trabajo extraordinario”, dice y señala a los soldados que aguardan, bajo la raquítica sombra de un arbusto, el camión que los transportaría de regreso a la unidad militar donde acampan por estos días.
“Hoy es el día de lavar los uniformes, son las tres, nos ha cogido tarde”, le escucho decir al de la tropa, mayor Sandy Mesa Ramírez, dirigente juvenil de la División de Tanques Gloria Combativa Rescate de Sanguily, de Managua, quien desde hace varias semanas es parte del contingente de 200 soldados y oficiales que se trasladó a Pinar del Río con la misión de “sanear” la provincia.
“Empezamos por La Coloma y ya estamos llegando a la ciudad de Pinar, cuenta. Por el camino hemos ayudado en la recuperación y techado de ocho obras sociales entre viviendas, bodegas y escuelas”.
El mayor Sandy comanda directamente un pequeño y eficiente grupo de ocho soldados que labora con la Brigada Martha Machado, esta última capitaneada por el artista Alexis Leyva, Kcho, quien ya tiene experiencia en esta labor de restañar las heridas que a su paso dejan los desastres naturales.
“Nos han encargado reparar 11 escuelas —dice Kcho— casi todas en la carretera que va a La Coloma. Compramos y trajimos gran parte de los materiales que sabíamos que necesitaríamos, así como la planta eléctrica y otras facilidades”.
Casi todos esos inmuebles asignados a la Martha Machado pertenecen a la demarcación del Consejo Popular Las Taironas, del municipio de Pinar del Río, del cual la primaria Federico Capdevila es centro de referencia.
“Aquí estudian 119 niños, de prescolar a sexto grado, la mayoría nunca había vivido un ciclón y estaban asustados. Sabíamos que para ellos y sus familias era muy importante retomar el curso escolar, por eso aceptamos las ofertas de los vecinos y empezamos el pasado 4 de octubre”, asegura Zunilda; con el impulso que llevan los soldados y la gente de Kcho estoy segura de que en dos o tres días regresaremos a las aulas, como antes hicieron los de la primaria Máximo Gómez, en el kilómetro 16. “Ese es el tipo de alegrías que necesitamos”, dice y una tímida sonrisa ilumina su rostro.
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