Al mediodía del 22 de octubre de 1962 el secretario de prensa de la Casa Blanca solicitó espacio al final de la tarde en las principales cadenas de radio y televisión de Estados Unidos para una alocución del presidente John F. Kennedy. En Cuba, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz llegó a la conclusión, y tenía razón, de que esa comparecencia estaba relacionada con el descubrimiento en suelo cubano de los cohetes soviéticos, lo que había sucedido el día 14. Ante la posibilidad de que se desatara una agresión contra nuestro país. Fidel ordenó primero el paso de las fuerzas armadas a alerta de combate y casi una hora y media antes de la intervención de Kennedy decretó la alarma de combate.
“Se pusieron sobre las armas alrededor de 400 mil hombres y en las brigadas sanitarias, contra incendios y otras que se crearon de la defensa popular se agruparon otras 100 mil personas, o sea, en total casi medio millón. Fue sin duda una gran movilización para una población que no alcanzaba los 7 millones de habitantes”, explica el doctor Tomás Diez Acosta, una de las voces más autorizadas en la investigación de la Crisis de Octubre, quien nos acercó a momentos relevantes de este acontecimiento.
¿Cómo Fidel y la alta dirección del Gobierno cubano acogieron la propuesta de emplazar los cohetes en territorio cubano?
Se aceptó como algo que podía contribuir al fortalecimiento del poder defensivo de todo el campo socialista y que sería un importante elemento disuasivo ante el peligro de una agresión militar de Estados Unidos. No obstante, creo oportuno citar estas consideraciones del Comandante en Jefe: “Si de nuestra defensa exclusiva se hubiese tratado, nosotros no hubiésemos aceptado los proyectiles. Pero no vayan a pensar que era por el temor a los peligros que pudieran sobrevenir de los proyectiles aquí, sino por la forma en que eso dañaría la imagen de la Revolución y nosotros éramos muy celosos con la imagen de la Revolución en el resto de América Latina; y que la presencia de los proyectiles, de hecho nos convertía en una base militar soviética y eso tenía un costo político alto”.
Estaba convencido de que para defender a Cuba no eran imprescindibles los cohetes, bastaba un pacto militar que expresara claramente que una agresión armada a nuestro país equivaldría un ataque a la URSS. La dirección cubana expresó la necesidad de elaborar un acuerdo militar y hacerlo público en el momento más conveniente, ante lo cual el premier soviético Nikita Jruschov señaló que el traslado y despliegue de los armamentos mediante la llamada Operación Anadyr debía efectuarse de manera rápida, secreta y oculta y no debía publicarse el acuerdo hasta que no hubiese concluido.
En medio de intensas campawñas de prensa y presiones de Estados Unidos, Cuba defendió su derecho soberano a adoptar las medidas necesarias para su seguridad nacional, mientras la dirección soviética trataba de mantener oculta la operación apelando al engaño, postura que le facilitó a Estados Unidos pasar de la posición de victimario a víctima, al situar como causa del conflicto los cohetes soviéticos desplegados secretamente en Cuba cuando el problema principal era su política agresiva contra la Revolución cubana.
¿Cuál fue la respuesta de Cuba ante la declaración de Kennedy del 22 de octubre y cómo reaccionó el pueblo cubano?
Los cubanos no entendieron cómo una operación militar como Anadyr, que los soviéticos querían mantener en secreto, no impidió que los aviones espías norteamericanos U-2 volaran sobre territorio cubano y lograran detectar una posición de lanzamiento de cohetes estratégicos R-12 en San Cristóbal, entonces de la provincia de Pinar del Río.
Entre las medidas a adoptar ante el descubrimiento de los cohetes Estados Unidos valoró la posibilidad de lanzar sobre Cuba un ataque aéreo que denominaron quirúrgico, opción desechada por Kennedy porque provocaría la destrucción solo del 90 % de los emplazamientos coheteriles. Se decidió por la opción del bloqueo naval, denominado eufemísticamente “cuarentena”, para encubrir la ilegalidad de la medida.
Así el 22 de octubre anunció públicamente su decisión de imponer el bloqueo naval a Cuba y exigió la retirada incondicional y bajo inspección de los misiles soviéticos.
Fidel compareció al día siguiente ante la radio y la televisión cubanas para explicarle al pueblo la situación creada, dejó claro que el Gobierno cubano no tenía obligación de rendirle cuenta a Estados Unidos y que ese país no tenía derecho a decidir la clase y número de armas que Cuba debía tener. Informó que se habían adoptado las medidas pertinentes para resistir y rechazar cualquier agresión directa, y se opuso a la pretensión de Kennedy de inspeccionar el país, porque, señaló textualmente “jamás renunciaremos a la prerrogativa soberana de que dentro de nuestras fronteras somos nosotros los que decidimos y nadie más”.
El 26 de octubre el Comandante en Jefe tomó la decisión de impedir los vuelos espías a baja altura y al día siguiente cuando los aviones estadounidenses irrumpieron en nuestro espacio aéreo todas las baterías antiaéreas abrieron fuego. Ese día un grupo coheteril antiaéreo soviético situado en Banes, entonces provincia de Oriente, derribó un avión U-2.
El pueblo todo, como señaló el Che, se comportó como un Maceo. Miles se alistaron en las milicias, otros tantos se presentaron en centros hospitalarios para hacer donaciones voluntarias, la Central de Trabajadores de Cuba convocó a mujeres y jubilados a que ocuparan en la producción los puestos de los movilizados; los artistas e intelectuales integraron brigadas para llevar su mensaje a las tropas. En circunstancias tan críticas no hubo miedo, sino patriotismo.
¿Cómo se enteró la dirección cubana de que Kennedy y Jruschov habían llegado a un acuerdo para retirar los cohetes?
A través de Radio Moscú de la carta del premier soviético al presidente de Estados Unidos en la que de manera unilateral e inconsulta se comprometía a retirar de Cuba, con garantía de verificación, el armamento que Norteamérica consideraba ofensivo, a cambio de que no invadiera a Cuba, compromiso del que no quedó ninguna constancia documental.
Por supuesto que Fidel rechazó la inspección de nuestro territorio por considerarlo una exigencia humillante, y el 28 de octubre realizó una declaración pública donde expuso los llamados Cinco Puntos de la Dignidad, que resumían las condiciones que permitirían lograr la paz sobre bases decorosas.
¿En algún momento Estados Unidos intentó comunicarse con Cuba?
En ninguno de los documentos desclasificados sobre la Crisis de Octubre se encuentra referencia alguna a los derechos y razones del pueblo cubano. La impresión que uno se lleva es que concebían a Cuba solo como un pedazo de tierra donde estaban emplazados los cohetes. No hubo comunicación con nosotros ni permitieron que participásemos en las negociaciones. Eso quedó evidenciado el 7 de enero de 1963, cuando estas finalizaron con dos notas dirigidas al secretario general de la ONU: una conjunta de Estados Unidos y la URSS y otra por separado de Cuba, porque Washington se negó a trabajar en un documento tripartito que diera por finalizada la Crisis. La nota de Cuba espresaba que las negociaciones no resolvían las causas de las Crisis, pues se mantenia la politica intervencionista de Estados Unidos contra Cuba que dio origen al conflicto.
En la historia quedó grabado el ejemplo de un país pequeño que guiado por su líder no cedió ante el imperio y ejerció sin vacilaciones el derecho a defender su soberanía.
[box title=»Los Cinco Puntos de la Dignidad» box_color=»#97040a» radius=»4″]
- Cese del bloqueo económico y de todas las medidas de presión comercial y económica de Estados Unidos contra nuestro país.
- Cese de todas las actividades subversivas.
- Cese de los ataques piratas.
- Cese de las violaciones de nuestro espacio aéreo.
- Retirada de la Base Naval de Guantánamo y devolución del territorio cubano ocupado por Estados Unidos.
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Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …
La Crisis de Octubre o como también se le conoce, Crisis del Caribe, Crisis de los Cohetes o Crisis de los Misiles, confirmó fehacientemente la idea planteada por Fidel Castro, respecto a que la defensa de la Revolución depende de la disposición y el patriotismo de sus hijos de combatir hasta la última gota de sangre, pues es indispensable pensar más en su fuerza propia que en la ayuda exterior que podamos recibir.
El día 22 hará 60 años de aquella tarde en que el presidente de EE. UU. habló y se inició la crisis internacional más grande desde la Segunda Guerra Mundial, la única hasta hoy que ha puesto al mundo al borde de una guerra nuclear. Un enfrentamiento que, paradójicamente, llevó a las dos superpotencias a convenir que debían controlar y limitar sus contradicciones. Pero para nosotros, los cubanos, que hemos tenido que llegar a ser lo que somos por nuestra cuenta, aquella no fue la Crisis de los Misiles, sino la Crisis de Octubre. Mediante la actuación decidida y el aferramiento a los principios del pueblo y sus dirigentes, Cuba conservó lo esencial, su soberanía y su Revolución, frente a la necesidad de hacer concesiones y retroceder que cualquier analista serio hubiera podido aconsejar. Y venció al mayor intento que hizo EE. UU. contra ella.
Fidel fue un actor determinante dentro de una crisis que pudo haber conducido al mundo nuevamente a la edad de piedra. El Comandante, aunque no aparece dentro de los estadistas que participaron directamente en los acuerdos de la Crisis de Octubre (Kennedy-Jruschov), y la mayoría de los escritos sobre el tema insisten en ralentizarlo e incluso enlodar su participación, fue, como estadista, el gran vencedor de la crisis, si nos atenemos a lo conceptualizado en la estrategia del Arte de la Guerra de Sun Tzu “de vencer al enemigo sin combatir”.