Por Ana Margarita González
Geovanys Pedroso Romero es un joven de pocas palabras, de aquellos que no expresan los sentimientos; su seriedad no denota molestias ni mal carácter, sino una serenidad que lo aproxima a la bravura. Realiza una labor de muchos riesgos, de esas que lo enfrentan al desastre o a la muerte constantemente, y los desafía sin temeridad.
Creció observando a los vecinos: las ropas, los cascos, los arreos, las botas enormes; los carros, con grúas o jaulas. Y al concluir el Servicio Militar estaba decidido a ser liniero; sí, de los que andan tirando líneas eléctricas, cambiando transformadores o arreglando las averías, con las líneas calientes como dicen, devolviendo la luz en cualquier parte.
Desde hace cuatro años y cinco meses ingresó a la brigada de linieros de Jovellanos, después de aprobar satisfactoriamente el curso de capacitación, que auspician las empresas eléctricas de cada provincia e incluye un exhaustivo chequeo médico. Geovanys se entregó al oficio, pero eso no es lo asombroso, sino que ha vivido ¡23 años! Solamente.
Le gustan las maniobras que complementan su jornada, y no les teme a la electricidad ni a las alturas, solo a las caídas: “Caer desde la cima de un poste es muy peligroso, a veces cuesta la vida”.
Cuando sube raudo por la escalera, como él lo hace, va pensando en el trabajo, en cada paso que debe dar para hacerlo bien, en cumplir las medidas de seguridad y dar o restablecer el servicio.
“Lo que más me emociona es ver a la gente cuando se hace la luz en un pueblo que estuvo apagado durante días por los desastres de un ciclón, de un accidente o una avería. Me satisface cumplir, hacer bien mi trabajo”.
La primera vez que enfrentó la adversidad, a principios de su vida laboral, fue para sacar las líneas eléctricas que habían caído sobre un campo de arroz. Crearon un pequeño contingente con brigadas de Jovellanos y de Cárdenas para ir a San Joaquín, en la misma provincia de Matanzas, y recuperar el tendido. “Estuvimos como una semana y regresamos con la tarea cumplida”.
Desde que anunciaron el posible paso del huracán Ian por Cuba, Geovanys estaba dispuesto para partir a las zonas del desastre; integró el contingente matancero de 57 trabajadores eléctricos, que desde hace casi dos semanas anda enrolado en la recuperación.
Primero fue en el municipio de Boyeros: “Muchos postes caídos, las líneas en el piso, el pueblo sin luz; en cuatro o cinco días terminamos, y vinimos para Artemisa, no sé en cuantos lugares hemos trabajado, pero hoy (viernes) estamos en Bahía Honda y seguimos para Pinar del Río o cualquier otro sitio donde haga falta.
“Tengo dos hijas y voy para el tercero; soy feliz, pero a eso que usted me pregunta no puedo decir que sí: no me siento bien remunerado, me gusta trabajar en los desastres, pero este trabajo no es pago con nada.
“Cuando salgo de mi casa a trabajar siempre pienso en volver. Sin importar los días que demore, no me despido. Uno se despide cuando muere; me queda mucho por donde andar y por hacer”.