La inoportuna irrupción del ciclón Ian en el centro de la atención nacional nos ha hecho cambiar de manera abrupta la mirada que teníamos puesta hasta ayer en el referendo del Código de las Familias.
No obstante, el hito que ha significado este proceso ejemplarmente democrático seguirá por mucho tiempo como un asunto trascendente para la sociedad cubana.
De hecho, luego de ratificar la ley con más del 66% de votos positivos, el Código continuará el camino a partir de su entrada en vigor este martes, al ocurrir su publicación en la Gaceta Oficial, ya con todos sus atributos jurídicos formales.
No se tratará ya solo de comprender e interpretar sus postulados en abstracto, sino que en lo adelante lo más importante será entonces su puesta en práctica y la apropiación cotidiana que hagamos de esta nueva y tan esperada norma.
Porque es cierto que el Código recoge realidades ya existentes, pero no siempre todas las personas tenemos suficiente información ni sensibilidad ante los problemas que no sentimos muy cercanos a nuestra experiencia.
Aplicar esta nueva herramienta que actualiza y hasta reinventa el derecho familiar en el país, implica una respuesta institucional que tendrá que destacar por su agilidad y eficacia, para que la ciudadanía reciba los beneficios de la ley de un modo expedito, sin contratiempos burocráticos que empañen su modernidad.
Para conseguir tal efectividad en su aplicación resulta esencial la capacitación de los profesionales y técnicos que operarán y harán cumplir su extenso articulado, así como estrategias de comunicación institucional que permitan evacuar las numerosas dudas que el Código despierta entre la población, acerca de posibilidades y trámites nunca antes disfrutados.
Quizás sería pretencioso esperar entonces que no se produzcan incertidumbres e inexactitudes ante cuestiones que resultan novedosas tanto para los funcionarios que deben proveerlas como para sus mismos beneficiarios.
Habrá que desplegar empatía de ambas partes en función de un aprendizaje colectivo para que la letra tan consultada y debatida del Código pase de ser una posibilidad teórica a convertirse en una opción práctica, cuyo éxito dependerá del trabajo de las instituciones involucradas y la receptividad de la ciudadanía.
El amplio campo de acción del Código, que toca todas las facetas de la vida familiar, requerirá una especialización significativa de sus operadores, además de una necesaria flexibilidad para solucionar cualquier contingencia o ajuste que se requiera introducir o desarrollar para hacer cumplir la ley.
La vida es más rica que cualquier texto, como ya sabemos. De modo que la mayor prueba para el Código en lo adelante será demostrar su valía como brújula y sostén de los vínculos familiares, en primer lugar para evitar conflictos a partir de su empleo con fines educativos y de prevención; y en segundo orden para establecer parámetros claros de actuación ante las circunstancias que así lo requieran.
Ahora, por supuesto, debemos concentrarnos en el ciclón Ian, cuyos efectos pasarán y nos recuperaremos de sus embates. Para el Código de las Familias, sin embargo, la acción empieza ahora y su guía nos acompañará por mucho, mucho tiempo.