Tuve la oportunidad esta semana de realizar un reportaje de próxima aparición sobre cómo podría incidir el Código de las Familias que debemos respaldar en el referendo del 25 de septiembre en la labor de los trabajadores sociales.
Así supe que precisamente este 10 de septiembre se estará celebrando los 22 años del comienzo de aquel programa que creara y siguiera muy de cerca nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro, y que hoy cuenta con más de 6 mil trabajadores en todo el país.
En ese contexto, desde este viernes y hasta mañana sábado sesionará aquí en La Habana el Quinto Taller de sistematización de experiencias del trabajo social, actividad que desde el año 2011 se integró al sistema del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social desde el punto de vista metodológico, y a sus dependencias subordinadas a los gobiernos locales.
Pero más que informarles sobre este acontecimiento, del cual seguro tendremos noticias por estos días, no queríamos dejar pasar la oportunidad de resaltar la importancia de los trabajadores sociales en la actual coyuntura que vive el país.
Porque es preciso tener en cuenta que bajo los efectos del recrudecimiento del bloqueo por parte del gobierno de los Estados Unidos y la pandemia de la COVID-19, en medio además de profundas transformaciones económicas y sociales en el país, como la Tarea Ordenamiento, las condiciones de vida en una parte de la ciudadanía ha sufrido significativas afectaciones, que requieren de sistemas de detección y atención mucho más ágiles y eficaces.
Resulta conmovedor entonces conversar con estas mujeres y hombres, la mayoría jóvenes, que a lo largo de toda Cuba tienen la responsabilidad de prever y atajar los numerosísimos problemas que atraviesan muchas personas y familias completas, en situación de vulnerabilidad social.
Para hacerlo, y hacerlo bien, los trabajadores sociales cada vez le tienen que conceder mayor importancia a convertirse en verdaderos profesionales, con los conocimientos y habilidades que les permita, no solo diagnosticar falencias y otorgar prestaciones monetarias a través de la asistencia social, sino empoderar a individuos y núcleos familiares para que por sí mismos logren salir de esos tremendos baches en que la vida a veces nos pone.
La implementación de la especialidad en trabajo social en la enseñanza técnica, así como otras iniciativas para la formación de estos médicos del alma, como les bautizara Fidel, se encamina precisamente a ese objetivo de superar el empirismo en una tarea tan esencial, que requiere integrar herramientas de diversas disciplinas de las ciencias sociales y humanísticas.
Pude apreciar de primera mano la sensibilidad y preocupación que pueden llegar a desplegar estos trabajadores sociales, quienes deben además integrar y guiar los esfuerzos de las entidades y organizaciones en la comunidad, en estrecho contacto con los gobiernos locales, para hallar las mejores soluciones posibles a cada drama humano que se les cruza en el camino.
Las prioridades que se siguen con la utilización de los recursos materiales en los territorios, por ejemplo, deberían pasar más por el tamiz de ese conocimiento sobre el terreno que poseen los trabajadores sociales, en cuanto a las necesidades concretas de la población vulnerable.
Y sobre todo, hay que continuar con la dignificación y estímulo a su trabajo, de cara a la ciudadanía y las instituciones, que no siempre saben valorar ni aprovechar su labor. Felicidades, pues para los trabajadores sociales, esos a quienes, como decía el conocido proverbio latino, nada humano les es ajeno.