“No hago las cosas sola; los resultados no son de Elvira, son de un colectivo, porque aun cuando asumo una tarea o una decisión, ha sido consultada con el consejo de dirección, los especialistas o los trabajadores, según corresponda y sea posible”, dijo a Trabajadores María Elvira Dávila Viamonte, directora de la Empresa Flora y Fauna Sancti Spíritus.
Quizás sea su fórmula o su manera de hacer, que le ha salido de maravillas, para, después de tener una brillante historia laboral como economista, hallar un rumbo nuevo: forjar una empresa estatal eficiente y consagrar un colectivo (Vanguardia Nacional por 29 años consecutivos), sin abandonar otro cúmulo de tareas; una suma que le mereció hace pocos meses el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la República de Cuba y un sin número de galardones para sus trabajadores.
No acepta que la vean como Heroína. Ella es y será siempre una mujer independiente. No se ampara en títulos ni jerarquías (hasta en el amor): “Tengo un matrimonio de muchos años y dos hijas profesionales, pero nunca he sido la mujer del Chino; él es Alfredo, yo soy Elvira; nos complementamos, nos respetamos y gracias a mi familia y a mis compañeros he podido desarrollarme y ser lo que soy”.
Más de una década para una entrevista
Con perseverancia convencí a Elvira. Me cautivó su personalidad desde su etapa de diputada. Miembro de la Comisión Agroalimentaria del Parlamento, asistía bonita y desafiante a cada reunión; a los problemas ponía nombre y apellido, caminaba altiva, hablaba bajo, con palabras sencillas que trascendían.
Nos hicimos amigas; yo siempre con el pedido de la entrevista y ella con su respuesta: “Ve a la empresa cuando quieras, te espero”. Los impedimentos del transporte alejaron esa posibilidad, hasta que, de vacaciones en Sancti Spíritus, le tendí un lazo certero:
“Estoy en Guasimal. Si vas al área de los flamencos de Tunas de Zaza, te espero en la línea, al final del pueblo para ir contigo”. Oí a través del teléfono: “Cómo es eso, dime dónde vive tu familia y te recojo”. Uffff, esperé unos días, sabiendo que otra amiga daría el empujoncito final. La entrevista sería en La Rosita, antes de llegar a Tunas de Zaza, un ranchón acondicionado para acoger a turistas, investigadores o estudiosos de la flora y la fauna silvestres.
Ese día Elvira asistió a la inauguración del área protegida Sierra de las Damas y me fui con la directora de Desarrollo de la empresa. Caminamos hacia las lagunas donde se avista una muy aumentada colonia de flamencos, luego al incipiente criadero de iguanas, y al borde del río Zaza me invitaron a un fascinante paseo en lancha.
Vino sonriente, saludó a todos y sorprendentemente juvenil me alcanzó en el embarcadero. Sobre el pequeño muelle colocaron mesa y sillas; primero contó sobre la actividad precedente, su llegada a la vida laboral en las áreas de economía de empresas y el Poder Local, allá en Meneses, poblado del municipio de Yaguajay (fue fundadora del Centro de Cálculo y del órgano de gobierno), próximo a La Gloria, donde vivió hasta los cinco años.
Mi padre, con sus 94 años, escuchaba ensimismado; más tarde dijo a un amigo: “¡Qué mujer, qué sensibilidad!”. Pensé que diría: “¡Qué apasionada!”. Y por exquisitez, busqué el significado de su nombre; mi sorpresa fue ver que allí estaba contenida toda su esencia.
“Elvira es un nombre de origen germánico, cuyo significado es lanza amable. Deriva de los términos noble y protección, con acepciones de mujer dulce, fidelidad y verdad”. Y hace una caracterización casi exacta de mi entrevistada.
“Es el tipo de mujer que te dice las cosas directas, con un carácter fuerte y decidida a todo para lograr sus objetivos. Las personas que la rodean, más que admirarla la respetan, es muy inteligente y las decisiones que toma casi siempre son acertadas. Los problemas y los obstáculos son nada para ella, es dinámica y aprende de los errores. Sus cualidades se ven reflejadas en su trabajo. Tiene la capacidad para ser una gran líder”.
En el monte o la adversidad
La imagino enfrentada a la catástrofe en que se convirtieron Yaguajay y los pueblos aledaños al paso del huracán Irma, a la recuperación de las viviendas en Meneses, donde es presidenta de la Zona de Defensa, o en el monte, tras la caída de los árboles en Jobo Rosado, área protegida de recursos manejados y fundacional de la actual Empresa Flora y Fauna Sancti Spíritus.
Elvira va de frente. “Algunos hasta me critican por mis actitudes o me llaman la atención para que atienda mi salud”. Cuenta que un niño desaliñado llegó pidiendo comida y ella respondió al pedido, pero mandó a investigar. “Me acerqué al muchacho, conversé mucho con él; al paso del tiempo andaba limpio, comenzó a estudiar, se integró a la vida familiar y social; eso es lo que tenemos que lograr”.
Con igual entereza participa en el combate a un incendio forestal, en la evacuación de personas en zonas de desastres o desafía la oscuridad en medio de la noche ante el llamado de alguna unidad empresarial de base, un accidente; pero también se deprime cuando se trata de hospitales, funerarias o cementerios.
Su flora, su fauna
Reconoce que su origen campesino y la educación de sus padres son el punto de partida. Para su madre muy ancianita tiene cuidados especiales; sus dos hijas son el motor; dedica sus energías a la familia, la Revolución y el trabajo. Es estricta para cumplir con ellos, y declara su respeto por el Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, líder y fundador del trabajo conservacionista.
En 1989, cumpliendo otra tarea, se integró al área de Contabilidad de la unidad de Flora y Fauna Jobo Rosado, donde transitó por varios puestos, consolidó su liderazgo y la nombraron Directora. Creció el área, se gestaron resultados y en el 2017 aquella entidad devino Empresa Flora y Fauna Sancti Spíritus, subordinada al Grupo Empresarial de igual nombre.
En la actualidad la empresa atesora un patrimonio de 55 mil 175.52 hectáreas; el 32 % constituyen áreas protegidas, tiene presencia en los ocho municipios de Sancti Spíritus y funciona en 11 unidades empresariales de base con más de mil 400 trabajadores que gestionan los programas de conservación de la flora y la fauna silvestres, ganado mayor y menor, cultivos varios, carbón vegetal (al pasarle entidades que estaban descapitalizadas) y el turismo.
Un emporio alcanzable solo para un ser humano de tal dimensión, que mueve finos hilos directivos hasta alcanzar la abrupta geografía espirituana, que se salpica con ciencia y tecnología al rescate de colonias y joyas arquitectónicas, incorpora jóvenes y aprovecha la experiencia de sus trabajadores.
Elvira teje otra historia de amor, la prestigia, no solo con las proezas económicas y empresariales, también con esas que le salen del alma, como cursar el tercer año de la Licenciatura Sociocultural para el Desarrollo, después de serlo en Contabilidad y Finanzas, o la donación de su guayabera a la casa espirituana que las guarda, aquella en la cual el Presidente cubano le impuso su estrella de Heroína. Elvira, lanza amable, su nobleza.