En la base de Supertanqueros de Matanzas se libra hoy un combate por la recuperación. Si alguien quisiera ver de un golpe el ajetreo de estas horas, la mejor vista se brinda en la ventana de aquella oficina, en el edificio de la División Territorial Comercializadora de Combustible.
Hasta allí me llevó Francisco Zulueta tan pronto le pregunté por esa suerte de mirador. A una velocidad poco común para un hombre de 72 años vencimos los tres pisos y entramos a Seguridad y Protección, el mismo departamento donde a las doce y unos minutos de la madrugada del 6 de agosto llegara el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez para observar en un primer momento las llamaradas, que luego miraría bien de cerca.
La imagen ahora es la consecuencia de siete días de fuego cruel. Si a alguien le duele profundamente es a Zulueta. “Yo participé en la construcción del tanque 52, donde cayó el rayo. Lo levantó el contingente Cuarto Congreso con la asesoría de técnicos soviéticos. Una brigada de La Habana levantó el 51, el 50 y el 49”.
Su vínculo con Supertanqueros comenzó con la Empresa Constructora de Obras de Ingeniería número 4, que asumió la edificación del muelle 3 y el complejo mínimo de arranque. Cuando concluyeron las obras le propusieron quedarse en Cupet como mecánico y aceptó. Han pasado casi cinco décadas, recuerda, y fija la vista en los equipos tratando de limpiar de escombros las áreas.
La grúa martillo penetra sin piedad en el amasijo de hormigón, lo golpea una y otra vez hasta dejar libres los trozos de acero. Son las ruinas del taller de mantenimiento ya desmantelado. Nada queda de ese espacio laboral. Nada, a no ser los tallos quemados de un árbol. “Ese era el pino de nosotros, ahí hacíamos nuestras reuniones, actividades, los matutinos de los viernes”, refiere Zulueta.
Un poco más arriba se divisa la zona de los cuatro depósitos colapsados. “Tremenda batalla ganaron los bomberos allí”, dice con voz firme. “En dos o tres años, quizás menos, esto volverá a componerse completamente. Lo que sí no tiene remedio es la vida de los caídos”, lamenta.
Apurar las faenas, hacerlo todo bien, sería una magnífica manera de honrarlos, le comento, y él mueve la cabeza en gesto de aprobación.
Sin tiempo para el descanso
Es sábado 20 de agosto y desde las seis y treinta de la mañana hay mucho movimiento en la Base de Supertanqueros. Fuerzas y medios de varias empresas se empeñan en devolver la operatividad a la estratégica zona. A las de Materias Primas le toca abrir el camino y, César Mijaíl Góngora, director provincial de esa entidad, califica de muy positiva la labor de los compañeros de servicios técnicos del Grupo Empresarial de Reciclaje. “La misión es salvar todo lo que se pueda y demoler los objetos de obra que se decidan”.
Ya han sido extraídas más de 240 toneladas de acero, a razón de cuatro o cinco rastras diarias. El monto total debe rondar las 3 mil o 3 mil 500 toneladas, estima el matancero Antonio Pernas Rodríguez, especialista principal de la actividad ferrosa.
A espaldas de Pernas se abren unas enormes tijeras, enganchan el trozo de tubo averiado y lo depositan en un camión. Yolanda Zulueta no quita lo ojos de la operación. “Aquí no puede haber ningún tipo de accidente”, considera la especialista en Seguridad y Salud en el Trabajo.
Y es cierto. Todavía quedan restos de combustibles, así que todo cuidado es poco. Solo una chispa podría provocar lamentables hechos de gran magnitud. Eso lo tienen bien claro los especialistas del Ministerio de Energía y Minas (Minem).
Ante la imposibilidad de emplear oxígeno y acetileno para desmantelar las tuberías y los tanques se optó por la variante de los llamados equipos secos. A esos propósitos responden, entre otros aparatos, los de oxicortes, las cizallas hidráulicas, de las que hay dos en Supertanqueros.
Las manejan Lázaro Argudín y Alexei Zamada, avezados operarios que forman trío de grandes con Carlos Sanabria, el del martillo. Al frente de ellos y también de otros hombres está Iraí Kindelán, jefe de brigada de desmantelamiento de materia prima de La Habana.
Frente al laboratorio contra el cual impactan al mismo tiempo las dos cizallas está Kindelán. Dirige a su gente como si estuviera en un combate. Observa los objetos aún por derribar. “La parte más complicada será la de los tanques. Habrá que ponerse duros para entrar ahí. Solo de saber que ahí murieron personas se siente una tristeza grande. Solo nos anima saber que como ellos domaron el fuego, nosotros domaremos ese acero”.
Kindelán se conoce la zona industrial. Se le hizo camino habitual cuando el huracán Irma destrozó una parte de la termoeléctrica Guiteras y a su brigada le tocó apoyar. “Fue demasiado grande el primer impacto. Tanta destrucción me sobrecogió. No es lo mismo verlo en el noticiero. Hay que venir aquí para entender la magnitud de este desastre; pero sacaremos esto adelante. Cumpliremos con la parte que nos toca”.
En varios frentes a la vez
En pos de avanzar lo más que se pueda se advierte en la zona industrial un esfuerzo colectivo. “Lo vamos a lograr”, asegura la ingeniera Sahilis Torriente, secretaria general del buró sindical de la Comercializadora. Explica que en esta fase recuperativa, “estamos sustituyendo las tuberías averiadas, y el ensamblaje lo hacemos aquí mismo en el terreno”.
En la zona en torno al primer tanque de la segunda batería realizan un saneamiento particular. La maniobra de los operarios consiste en el relleno con tierra de las áreas con petróleo allí derramado, para luego extraer la mezcla y llevarla hacia un repositorio un poco distante. En la última jornada el chofer Ángel Acosta dio 25 viajes.
Estas acciones son evaluadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, sostiene Elmo Álvarez Morela, director de Construcciones de la Empresa de Perforación y Extracción de Petróleo de Occidente.
Todo cuanto se hace en estos inicios de la fase recuperativa responde al propósito de reponer en funciones la Base de Supertanqueros. Luego, en un segundo momento, las prioridades estarán en recobrar la capacidad de almacenaje de 200 mil metros cúbicos perdida con el siniestro, pero eso ya será más adelante, precisa Javier Rubén Cid Carbonell, vice ministro primero del Minem.
Por lo pronto, anuncia, áreas claves como el laboratorio ya tienen definida su reubicación temporal. Se refirió a avances en otros frentes como resultado de la respuesta dada por organismos convocados cuando se pudo entrar a trabajar. Su presencia no se hizo esperar, agradeció.
También indicó el apoyo de la Agricultura, la Forestal, y de entidades vinculadas a la alimentación y el comercio, que mucho respaldo dan a la logística, así como a los hombres y mujeres de la Comercializadora de Matanzas y del propio sistema de Cupet, algunos de los cuales el sábado último acudieron de provincias cercanas para desde un trabajo voluntario y productivo respaldar aún más las labores recuperativas.
El panorama devastador que aún se observa desde la ventana del tercer piso del edificio de Cupet poco a poco irá transformándose. Ese tendrá que ser el mejor homenaje a los que ofrendaron sus vidas y a otros que la arriesgaron por salvarnos, sugieren trabajadores que luego de asistir a las honras fúnebres del 19 de agosto en el Museo de los Bomberos, en Matanzas, enseguida se incorporaron a apoyar la recuperación, la otra batalla que ahora se encara poner los Supertanqueros. Para ayudar a construir, como hace 50 años, dispuesto está Francisco Zulueta.