“Por aquellos tiempos yo trabajaba en La Habana y participé en contra de la revuelta. Recuerdo que cuando la situación estaba ya crítica, había varios heridos por pedradas desde edificios y a cada segundo subía el tono. Nos llegó la noticia de la prohibición expresa de Fidel a la salida de las formaciones del Minint, que se encontraban prestas. De pronto, un grito ensordecedor de la multitud: ¡¡¡¡FIDELLLLLL!!!!. Era cierto, a solo una cuadra de donde me encontraba, se bajaba el Padre Mayor de su jeep y daba grandes zancadas entre la muchedumbre, en el lugar más crítico. ¡Hasta ahí llegó la bronca!”
Así escribió en nuestro sitio web un trabajador identificado como José David que al igual que tantos otros patriotas respondió con energía a los actos vandálicos alentados por el imperio. No se dejaron arrebatar las calles aquel 5 de agosto de 1994, hasta que, como expresó el Comandante en Jefe, “el pueblo aplastó la contrarrevolución sin disparar un solo tiro”.
Fidel prohibió el uso de armas porque para él bastaban las de la moral, y cuando un periodista le preguntó sus motivaciones al presentarse en un lugar donde podía correr serios riesgos, respondió sin dudar: “Si realmente se estaban lanzando algunas piedras y había algunos disparos, yo quería también recibir mi cuota de piedras y de disparos. ¡No es nada extraordinario!”, y subrayó “en realidad es un hábito: uno quiere estar allí donde está el pueblo luchando (…) pero, además, tenía el interés especial de conversar con nuestra gente, para exhortarla a tener calma, paciencia, sangre fría, no dejarse provocar.”
El contexto nacional en que se produjeron los disturbios estaba marcado por lo más duro del período especial, por el recrudecimiento de la propaganda enemiga, por el estímulo a las salidas ilegales, por el secuestro de embarcaciones que incluyó el asesinato de un suboficial de la Policía Nacional Revolucionaria, cuyos autores fueron recibidos en el Norte como héroes…
El análisis de Fidel sobre lo acontecido mantiene particular vigencia y se inscribe dentro del arsenal de recursos de la guerra no convencional que se mantiene. “Ellos quieren que se produzcan escenas sangrientas, quieren que haya una balacera, que haya muertos, para utilizarlos como instrumento de propaganda, en primer lugar; como instrumento de subversión, y, finalmente, como instrumento de intervención en nuestro país. La estrategia imperialista es crear una situación, crear el máximo de descontento dentro de nuestro país, dividir a la población, crear las condiciones más difíciles posibles y conducir a nuestro país a un conflicto, a un baño de sangre. ¡Sueñan con eso, añoran eso!, y naturalmente que nosotros tenemos que contrarrestar esa estrategia.”
Y al valorar la actitud de los que se opusieron a los provocadores subrayó:” en cuestión de minutos el pueblo entero se lanzó a la calle y estableció el orden. Su sola presencia masiva y su espíritu establecieron el orden sin usar las armas en absoluto. ¿En qué lugar del mundo ocurre eso?”
Así fue entonces hace ya 28 años y lo ha seguido siendo ante quienes intentan revertir el curso de la Revolución.
¡Disfrute en el Malecón!
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Son escenas que pueden captarse cualquier día y especialmente en este caluroso verano. El Malecón, como siempre, refresca a los habaneros no solo con su brisa marina sino con su paisaje que motiva al lente de la cámara para conservarlo como un grato recuerdo.
Lugar de cita de enamorados; de encuentro de pescadores que desde muy temprano se enfrascan en sus faenas; de juegos; de paseos… es nuestro Malecón, el de los habaneros y el de todos los cubanos, el que deleita a los visitantes, el que nos llena los ojos con la combinación del intenso azul del cielo y el eterno movimiento del mar, el que nos identifica como una postal con la imponente presencia del Morro que disfrutan los que se sientan en sus muros para extender la vista hasta el otro lado de la bahía.
Es nuestro Malecón, de los habaneros y de todos los cubanos, nuestro gran balcón al mar, no aquel repleto de protestantes que mentirosamente mostraron las redes (antisociales) en 2021 en uno de sus muchos intentos de su ciberguerra por tergiversar la realidad cubana, que se demostró pertenecía a una manifestación ocurrida 10 años antes en la ciudad costera egipcia de Alejandría.
El nuestro sí se ha desbordado de gente pero no para protestar contra el régimen cubano, como tanto desean quienes nos adversan, sino para todo lo contrario. Ha sido en muchas ocasiones el escenario de formidables marchas para apoyar a la Revolución y el socialismo, como aquella concentración que en julio del pasado año reunió a más de 100 000 personas, con la presencia del General de Ejército Raúl Castro Ruz y del primer secretario del Partido Comunista de Cuba y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel para reclamar el levantamiento del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos y el cese de los intentos de desestabilización, para defender nuestra soberanía y decirle una vez más al imperio que la patria de Martí no es negociable.
Las imágenes que mostramos hoy son actuales y cualquiera puede comprobarlo acudiendo al Malecón uno de estos días. Si es un fin de semana le aseguro que encontrará mucho más público y tal vez algunas orquestas amenizando el verano.
Es la más elocuente muestra de algo tan preciado para los cubanos como es la tranquilidad ciudadana y de nuestra capacidad de luchar por ser felices aun en medio de las dificultades. (Alina Martínez Triay)
5 de agosto de 1994: cuando el Malecón gritó ¡Viva Fidel!
5 de agosto de 1994. En la capital cubana el cálido verano hacía sudar copiosamente. El día parecía apacible. Se vivía una etapa intensa, denominada Período Especial, en la que los apagones llegaban a ser de hasta14 horas, escaseaban de manera notable los alimentos, las medicinas y los productos de primera necesidad. El transporte era prácticamente inexistente, lo que hizo que proliferaran las bicicletas importadas de China. Se había derrumbado la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) y los ecos, con singular fuerza e influencia, llegaron hasta la isla más grande las Antillas.
En Miami no perdieron tiempo ni hubo expresiones solidarias. “Llovieron” las manipulaciones de la situación existente en Cuba, las exhortaciones a que los disturbios se adueñaran de las calles y se hiciera hasta lo indecible por hacer menguar a la Revolución y tratar de derrocar el gobierno, teniendo como base las carencias y pesares.
Desde antes de ese día habían proliferado los secuestros de embarcaciones en zonas cercanas al puerto de La Habana, hechos alentados desde la Florida.
Pero el 5 de agosto salió a flote el iceberg y el Malecón se convirtió en escenario de protestas, disturbios y vandalismos. Personas enardecidas, muchas de ellas jóvenes, hicieron volar contenedores de basura, lanzaron piedras y ladrillos que rompieron vidrieras y cristales en varias instalaciones hoteleras o de otras características. Los gritos se hacían cada vez más fuertes.
Pero como en Cuba ─aunque nunca quieran creerlo los contras de afuera y de adentro─ las calles son de los revolucionarios, el pueblo se mezcló valientemente con los protestantes y los enfrentó y a pesar de la andanada de piedras se escuchaba reiteradamente: ¡Viva Fidel! ¡Viva Fidel!
Un grupo de periodistas que residíamos en las provincias del país la organización profesional que nos agrupa (Upec) estábamos esa tarde en el despacho de un alto dirigente de la Revolución. Llevábamos varios días en la capital cubana, “madurando” el empeño muy acariciado de conformar un periódico especial sobre las creaciones que aparecían en los diferentes territorios del país para enfrentar parte de las carencias que imponía la situación económica, como un excelente organopónico en el municipio villaclareño de Caibarién, lo que lograban en la agricultura en Cumanayagua, las producciones que obtenían en una unidad del Ejército Occidental… Y también para apreciar cómo estaban preparadas las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para defender al país en caso de una agresión enemiga. ¡Tamaño privilegio!
Conversábamos animadamente, o más bien, escuchábamos al dirigente que nos acogía amablemente y explicaba con detenimiento cada detalle. En un momento le cambió la expresión del rostro, explicó brevemente lo que sucedía en el Malecón y nos propuso que fuéramos para el hotel. “Les pido que no vayan para el Malecón”, dijo con la ternura de un padre.
Subimos a la guagüita que nos transportaba y una colega dijo con firmeza: “Pa’l Malecón chofe”. Quien nos atendía se deshizo en explicaciones en aras de que cumpliéramos la petición ─o más bien la orden─ dada. “Nosotros vamos pa’l Malecón”, reiteró con energía la periodista.
No le quedó otra alternativa a nuestros anfitriones que conducirnos hasta donde ocurrían los disturbios. Nos bajamos en la esquina de San Lázaro y Galiano, frente al Hotel Deauville. En la entrada se veían los pedazos de ladrillos y las piedras que afectaron los vidrios del lobby. Seguimos todos juntos y llegamos hasta el Muro. Allí estaban sentados los integrantes del insigne y aguerrido, ─le agregaría yo─ Contingente Blas Roca Calderío. Vestían pulóveres de color blanco con una insignia y letras en rojo ─si mal no recuerdo─ en el lado izquierdo superior y algunos sostenían palos en sus manos.
¿Cómo está la situación?, preguntamos. “Ya pasó por aquí el Comandante en Jefe y todo está bajo control”, respondió uno de los trabajadores. Otro agregó que de inmediato cesaron, como por arte de magia, las piedras y ladrillos por el aire. “Cualquiera pudo llegar a él, pero nadie lo intentó, solo recibió apoyo y respeto”, nos narró un constructor muy alto y de rostro firme.
“Yo vine entonces porque tenía que venir, era mi más elemental deber estar junto al pueblo, en un momento en que el enemigo había trabajado mucho tiempo para crear un desorden. ¡Un desorden! No se puede decir que aquello fue siquiera un intento de rebelión, fueron en realidad desordenes. Esos desordenes se crearon alrededor de grupos que se movilizan para robar embarcaciones con las cuales trasladarse a los Estados Unidos, donde eran recibidos como héroes”, expresó Fidel en el acto con motivo de la marcha juvenil contra el bloqueo, efectuado en La Punta, en La Habana, el 5 de agosto de 1995.
Cuando pienso en lo sucedido ese día en el Malecón capitalino, fue en realidad un intento de revés diseñado por enemigos de la Revolución, pero se convirtió en una victoria total del pueblo, con su máximo líder al frente. (Barreras Ferrán)