Por Lourdes Rey Veitía, Ana Margarita González, Ramón Barreras Ferrán y José Luis Martínez Alejo
Ciego de Ávila es un emporio agrícola. Con dos de los polos más productivos del país Ceballos y La Cuba, el programa de autoabastecimiento municipal, los aportes del movimiento cooperativo, campesino, de los nuevos actores económicos, y los vínculos con la universidad, el territorio superó las planificadas 30 libras per cápita mensuales de viandas, hortalizas, granos y frutas en lo que va de año (febrero quedó algo por debajo), según información de la delegación provincial de la Agricultura.
Sin embargo, varios avileños entrevistados por Trabajadores alegan que los productos frescos no llegan en cantidades suficientes: se quedan por debajo de la demanda el boniato, la malanga y el maíz, cuyos cultivos requieren incrementar las siembras y los rendimientos, aunque los abonos no son suficientes para hacer parir mucho más la tierra.
En determinados lugares se estrecha la distribución: en 72 comunidades, de un total de 240, solo alcanzaron 20 libras por consumidor. Allí los polos requieren ensancharse hasta lograr la diversificación, cuando recursos materiales menos costosos pongan firmes los pies sobre el terreno.
En Cienfuegos, por su parte, han sumado a la producción agrícola 10 mil hectáreas en los últimos dos años, con lo que se favorece, en alguna medida, el abastecimiento a la población, según reconocen consumidores de varios mercados y placitas de la ciudad.
Ello se sustenta en la aplicación de formas de gestión más abarcadoras y eficaces, aunque la oferta está alejada de la demanda y los precios han subido como la espuma, en el sector estatal, el particular y también por quienes venden ilegalmente.
En las unidades y áreas productoras se evidencia la falta de recursos, como la maquinaria, el combustible y el fertilizante, y resulta necesario completar la fuerza de trabajo. Todo eso, y algunos elementos más, influyen en la producción, comercialización y oferta.
La realidad no es diferente en Santa Clara, donde un vendedor ambulante admitió que viaja hasta Güines y Güira de Melena (Mayabeque) en busca de productos que escasean en la capital de Villa Clara.
“La gente quiere malanga, boniato, aguacate, cosas que llenen y alimenten que no salen del Yabú; por eso tengo que vender productos caros”; “muy caros” corroboraron una anciana y una joven vecinas, quienes dicen comerlos gracias al esfuerzo de dicho vendedor, porque ni en las ferias de fines de semana son asequibles. “Los que él trae, al menos, tienen calidad”, aseguraron.
Los pobladores de Banao, una zona que bien pudiera convertirse en polo productivo si la empresa estatal explotara más tierras, se quejan por la inestabilidad y poca variedad del abastecimiento, que solo se basa en la producción de los campesinos, y prefirieron ni hablar de los precios, “pues son vergonzosos por las características agroproductivas y la tradición de esa zona”.
La “novedad” no cuaja aún
Encontrar el camino de la eficiencia ha sido tarea de años para la Empresa Agropecuaria Valle del Yabú, de Santa Clara. Fundada hace más de medio siglo, transitó un período de deterioro en el que colapsaron sus sistemas de riego, la maquinaria y perdió la fuerza de trabajo. Para salir del marasmo, emprende un programa de desarrollo y diversificación, sustentado en la ciencia y la técnica.
Valle del Yabú no es la excepción; el suyo es un camino trillado hasta por encumbradas empresas, principalmente porque las crisis económicas gravitan sobre las tecnologías que se adquieren entre respiro y respiro, que luego no tienen como sostener.
Un nuevo aire está soplando, otra prueba que pudiera estimular la producción agrícola: la gestión de los polos productivos, priorizados para las inversiones, la entrega de los escasos recursos que llegan, la introducción de nuevas tecnologías y la asistencia técnica.
Lejos de lo que fue, en el Yabú se vislumbra la recuperación de áreas de siembra, sistemas de riego y de canales; del manto freático y los viales, el equipamiento, los cultivos protegidos y la creación de una minindustria para procesar frutos carnosos, condimentos y vegetales.
En la vecina Cienfuegos viven otra experiencia relacionada: la Empresa Agropecuaria Horquita (del municipio de Abreus) acuñada como polo productivo tiene un notable crecimiento al asumir tierras de la extinta Juraguá. Sus trabajadores, con las pilas cargadas, plantean que junto al aumento de la producción es imprescindible elevar las exportaciones a fin de generar ingresos en moneda libremente convertible (mlc), para sustentar el desarrollo y el mejoramiento de sus condiciones de vida.
Alina Rodríguez Hernández, directora adjunta de la Agropecuaria Horquita, explicó a Trabajadores que en estos momentos facturan a otros países carbón vegetal y ají picante, y como no están autorizados a exportar (están en la fase de confección de los expedientes), lo hacen a través de la Empresa Cítricos Caribe S.A. El propósito es ampliar la oferta e incorporar el boniato de masa anaranjada, yuca congelada y ají pimiento.
Volviendo a Valle del Yabú encontramos producciones destinadas a la exportación, entre estas los demandados ají picante, plátanos, sus pámpanas (para ensaladas) y hojas (envoltura de alimentos); también tienen en cartera la comercialización de pimiento, sábila, tomate, pepino y berenjena, mientras los de casas de cultivo se facturan en el sector del turismo.
No obstante la población vinculada a estos dos polos tampoco está ni medianamente satisfecha, pues varios pobladores opinaron que las inversiones realizadas debieron haber dado mayores y mejores dividendos.
Aplicar la ciencia y la técnica
Miguel Torres Pérez, quien lleva 30 años sudando la camisa en tierras del Yabú, reconoce que se ha ido enrumbando la producción con una nueva (vieja) forma de hacer. “Ganamos por lo que hace cada cual. En mi caso lo mismo fumigo, que siembro, riego o arreglo las casas de cultivo, y tengo muy buenos ingresos”, aseguró.
La lluvia beneficia, pero tanta hace daño. Las de los últimos días nos han puesto a correr para que se logren las producciones; no podemos dejar tareas para después, la tecnología obliga a estar atentos a todo, dijeron Faustino Martel y Osdany Rodríguez, mientras beneficiaban las habichuelas en las cámaras de cultivos semiprotegidos. El técnico Luis Rodríguez agregó que de noviembre a abril buscan variantes, rotan los cultivos y venden forraje al zoológico, para aumentar los ingresos.
La ciencia y la técnica son inherentes a los polos productivos, pero en Valle del Yabú, donde la desarrollan a partir del uso de mejores semillas y el cuidado de la disciplina tecnológica, hay una novedad:
La automatización del sistema de riego y fertilización, un proyecto realizado con la Empresa de Automatización Integral (Cedai) para que cada cámara de cultivos protegidos reciba lo que debe en dependencia del clima, la época de siembra y otras variables, con dosificaciones que ahorran electricidad, agua y fertilizantes, y con la cual se han conseguido incrementos de la producción entre 30 y 40 % (17.2 toneladas más), además de la humanización del trabajo.
En las minindustrias de los polos productivos de Horquita y Yabú procesan frutas y vegetales, una dinámica que además de proporcionar valor agregado a los productos, obliga a cambiar estilos productivos para lograr los estándares de calidad requeridos para la exportación y el consumo nacional.
Según explicó Yosbel Bacallao Jiménez, director de la unidad empresarial de base (UEB) de comercialización en Valle del Yabú, existen encadenamientos con el turismo, empresas estatales, mipymes y productores independientes.
En Yabú como en Horquita y los restantes polos productivos queda mucho por hacer en esa misión suprema de abastecer de alimentos a las grandes ciudades, sustituir importaciones y exportar. Están a inicios de un camino empedrado, por el cual transitan la insatisfacción de la población y la demanda de los demás usuarios.
Las mejores experiencias en los polos productivos están en la integración de los actores que intervienen en estos, la prioridad en la entrega de recursos, los vínculos con centros científicos y universidades, el aumento de las fincas ecológicas y la recuperación de tierras que estaban improductivas.
Las preocupaciones de los productores se centran en que la función coordinadora de la empresa estatal con la base productiva no está consolidada y solo tres tienen facultades para exportar; son insuficientes la fuerza de trabajo, el área bajo riego y la electrificación; la disponibilidad de semillas, de créditos e insumos, maquinarias y los bioproductos.
Una evaluación realizada por especialistas de la agricultura define que “los polos productivos no han avanzado lo suficiente; requirieren mayor integración de los factores que intervienen en el proceso productivo y económico, con el objetivo de incrementar los rendimientos, la productividad, el encadenamiento que se debe crear para producir, comercializar y procesar las producciones con destino a las grandes ciudades, las industrias y las exportaciones”.
El acercamiento que también ha hecho Trabajadores al tema, evidencia que el aporte de los polos productivos al abastecimiento de alimentos todavía dista de lo que se les exige y demanda la nación.