La dimensión de la gloria alcanzada por Antonio Maceo Grajales como uno de los principales próceres de las luchas independentistas en Cuba entrelaza de manera íntegra las virtudes del guerrero insigne, con la fuerza y el valor del ideario político que lo acompañó y distinguió a través de la gesta emancipadora contra el colonialismo español.
Nació el 14 de junio de 1845 en Santiago de Cuba, en el oriente de la Isla. Héroe, si, aquel mulato arriero, sin formación académica militar, fue sagaz estratega y artífice de proezas que parecían tomadas de las leyendas épicas narradas por Homero y causaban respeto y pavor entre las huestes enemigas y sus altos jefes.
Mas el Titán de Bronce, como también le llamamos los cubanos al Lugarteniente General del Ejército Libertador, sumó a la acción de su espada insurgente el talento que emergía de sus convicciones patrióticas, humanas, éticas, unitarias y antimperialistas a partir de su capacidad para cultivarse a sí mismo ante cada momento de su vida y en el fragor de las transformaciones revolucionarias que acontecían.
Con entereza afrontó el recelo de quienes sembraban odio y desconfianza en las filas revolucionarias hacia “la clase de color”. El 16 de mayo de 1876, en una misiva a Tomás Estrada Palma –entonces presidente de la República en Armas, Maceo denuncia la existencia de un pequeño círculo que le había manifestado al Gobierno ”no querer servir bajo las órdenes del que habla, por pertenecer a la ´clase´ ”. Algunos difaman y lo acusan de favorecer a los hombres de color en la tropa en detrimento de los blancos
Le sugiere Maceo que “ordene la formación del correspondiente juicio para que la verdad quede en su lugar y el castigo se aplique a los que a él sean acreedores”.
También repudió toda posición racista cuando proclamó: “Siempre he sido soldado de la libertad nacional, que para Cuba deseo, y nada rechazo con tanta indignación como la pretendida idea de una guerra de razas”.
Diáfano contra toda actitud regionalista y de desobediencia, el 5 de julio de 1877 responde a una exhortación del general Vicente García para incorporarlo a un movimiento sedicioso iniciado semanas atrás contra el gobierno en armas.
“Cumpla usted –expone Maceo- con el deber que le impone su grado y la patria, y verá cómo ni las fuerzas se fraccionan ni se desorganizan”. Más adelante subraya: “Doy a usted infinitas gracias por las deferencias que me dispensa, sintiendo (…) que no podamos unirnos para salvar al país; pero como usted está separado del camino del deber, es imposible seguir su conducta”.
En un comentario fechado en Kingston, Jamaica, el 14 de junio de 1881 acerca de una carta que dirigiera al general colonialista Camilo Polavieja, Maceo habla de la “independencia absoluta de Cuba, no como un fin último, sino como condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna, que son la obra que nos toca tener siempre a la vista sin atemorizarnos de ella”.
En otro párrafo advierte: “No se trata de sustituir a los españoles en la administración de Cuba (…) bien al contrario muévenos la idea de hacer de nuestro pueblo dueño de su destino, poniéndole en posesión de los medios propios de cumplir su misión como sujeto superior de la Historia, según hemos dicho ya, para cuyo fin se necesita ser unido y compacto”.
Transcurría marzo de 1895. En medio de los avatares de la contienda revolucionaria y vísperas de retornar a Cuba a bordo de una expedición insurrecta, dedica a María Cabrales, su esposa, sentidas palabras las cuales revelan un elocuente humanismo y sentido del deber: “El honor está por sobre todo. La primera vez luchamos juntos por la libertad; ahora es preciso que luche solo haciendo por los dos. Si venzo, la gloria será para ti”.
Maceo jamás consintió ni intrigas ni tergiversaciones. Demostración tajante de su lealtad a su jefe supremo y maestro en el arte militar, el Generalísimo dominicano Máximo Gómez, fue la respuesta enviada al director del periódico The Star, en Washington, cuyas páginas se hacían eco de supuestas desavenencias entre tan insignes estrategas.
Esta fue la afirmación del Titán de Bronce: “En primer lugar, no puede existir semejante desavenencia, división o como quiera usted llamarla, entre el general Gómez y yo. El es el General en Jefe y sus leyes son como leyes acatadas por mi”.
Más adelante alega: “Nuestro ejército no está compuesto de gentuza en que el hombre que más grita es el jefe, sino que está organizado bajo el plan de una fuerza militar moderna, en que el orden y la disciplina se sostienen y los superiores son respetados”.
Antimperialismo sin rodeos
La alerta antimperialista está recogida en más de una oportunidad. Cuando algunos pusilánimes ponían sus ojos en la poderosa nación norteamericana y hasta abogaban por una intervención militar en la guerra contra la metrópoli española, el General Antonio previno sin ambigüedades acerca del peligro que tal acción representaba para la independencia de Cuba.
Bastaría mencionar un párrafo de la misiva a su compatriota el coronel Federico Pérez Carbó, en julio de 1896: “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La Libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
Una aguda pregunta acompañada de una límpida respuesta emite en el mes de julio de 1896 en carta a José Dolores Poyo, destacado emigrado revolucionario cubano en Cayo Hueso: “¿A qué intervenciones ni ingerencias extrañas que no necesitamos ni convendrían?. Cuba está conquistando su independencia con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en breve plazo sin que haya menester otra ayuda”.
Ese mismo mes y año, desde el campamento El roble, provincia de Pinar del Rìo, le plantea al doctor Alberto J. Díaz que no le parece cosa de tanta importancia el reconocimiento oficial de nuestra beligerancia, ni tan provechosa al porvenir de Cuba la intervención americana.
Aún más. También ratifica a su amigo Diego González: “Los americanos y los españoles podrán concertar los pactos que quieran, pero Cuba es libre dentro de breve término y puede reírse de negociaciones que no favorezcan su emancipación”, con lo cual Maceo aludía a una propuesta norteamericana a la metrópoli española para la pacificación de la Isla a través de una actuación mediadora
Este 14 de junio se cumplen 177 años del natalicio del General Antonio. Si alguna definición ilustra toda la grandeza revolucionaria del héroe de mil batallas, es la reflexión hecha por José Martí, Apóstol de la independencia de Cuba y guía de la Guerra Necesaria contra el colonialismo español cuando sentenció: “…Hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”.
Acerca del autor
Graduado de Licenciatura en Periodismo, en 1976, en la Universidad de La Habana. Hizo el servicio social en el periódico Victoria, del municipio especial isla de la Juventud, durante dos años.
Desde 1978 labora en el periódico Trabajadores como reportero y atiende, desde 1981 temas relacionados con la industria sideromecánica. Obtuvo premio en el concurso Primero de Mayo en 1999 y en la edición de 2009. Es coautor del libro Madera de Héroes.