El viernes 6 de mayo pasada las 10 de la mañana La Habana se estremeció. La explosión del hotel Saratoga dejó una estela de dolor, muerte y sufrimiento. Su onda expansiva alcanzó también los deseos, el ímpetu y la solidaridad de un pueblo que jamás ha dejado abandonado ninguno de los suyos en horas de sufrimiento y necesidad…
La escuela primaria Concepción Arenal, sufrió el embate de la poderosa ola expansiva que destruyó parte de la instalación hotelera. Siete días después, Jorge Montero, director del colegio, se mantiene en el lugar para estar al tanto de las labores de reparación.
“Han sido jornadas impactantes. Aun así trabajamos de forma sistemática en las labores de restauración. El proceso educativo continúa. Desde el lunes los alumnos están en las sedes que se designaron para que continuaran sus clases”, aseveró.
“Los niños de preescolar se encuentran en el círculo infantil La Giraldilla, primer y segundo grado están en la escuela Rafael María de Mendive, tercer y cuarto grado en la secundaria básica que queda cerca del parque Cristo. Quinto y sexto grado en un politécnico que queda muy cerca de aquí”, afirmó.
El director dijo que los propios maestros de la institución se ocupan de impartir las asignaturas a los pequeños.
“Hemos creado equipos de trabajo integrado por metodólogos, docentes, especialistas de las diferentes materias y sicólogos para atender el daño sicológico que afectó tanto a alumnos, trabajadores y personas de la comunidad”.
Montero señaló que han recibido el apoyo de innumerables instituciones y autoridades lo que les ha permitido avanzar en las diversas labores que acometen.
Con el casco y el corazón
Ramiro Ramón Oliva lleva una semana de intenso ajetreo. La reparación de la escuela Concepción Arenal le ocupa la mayor parte de su tiempo.
“Soy el jefe de brigada en la Empresa Constructora de Obras de Arquitectura, Ecoa 53 en la Lisa. Estamos acá desde el momento que nos convocaron para restaurar el centro. Ahora estamos en el segundo y tercer nivel, además de los baños los patinejos y la azotea”.
Aclara el especialista que las labores han sido duras, más saben de la importancia y sentido que tiene.
“El ritmo de trabajo es de 10 a 11 horas diarias, incluyendo los domingos. Apenas hay paradas de descanso”.
Oliva expresó que las reparaciones son profundas, pues la edificación además de ser vieja, sufrió con la onda expansiva de la explosión.
“Acá estaremos hasta el final. Es un deber de todos. Trabajamos por los niños y su futuro. Estoy seguro que Cuba entera nos apoya”.