De aquellos niños y jóvenes que sin pensarlo mucho se fueron a combatir sus miedos por defender al pueblo cubano, que se adentraron en los recónditos de Playa Girón para proteger su tierra, queda poco. Hoy son hombres maduros, ancianos, gente llena de experiencias y deseosas de contarlas.
Precisamente para buscar ese consejo y esa anécdota se reunieron un grupo de combatientes, que lucharon en Playa Girón y que residen en Camagüey, con escritores, investigadores y miembros del secretariado del comité provincial de la Central de Trabajadores de Cuba en el territorio.
La idea era, justo el 19 de abril y en medio de la jornada por la celebración del Primero de Mayo, ir hasta la sede de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y recordar los sucesos, y aplaudirles su entrega e impulso por hacer la historia.
El pie forzado lo dieron la historiadora Edelmira Rodríguez y el escritor Ernesto Agüero, quienes agradecieron, primeramente, la oportunidad de conversar con quienes hicieron la historia.
El diálogo, luego, incluyó el histórico conflicto Cuba-Estados Unidos y los intentos de borrarnos la memoria a los jóvenes de hoy. Se habló también de ese Girón poco conocido en el cual los artilleros se hicieron sobre la marcha y donde pocos sabían de armas.
Pero lo importante en el encuentro eran las anécdotas de los combatientes presentes “esos bocados de la historia, esas anécdotas, que valen más que cien libros de historias”, como enfatizó Agüero.
Ramón Masó Díaz fue el primero en alzar la mano para contar sobre esa oportunidad que tuvieron los jóvenes de derribar aviones, de defender lo suyo, de lo emocionante que fue formar parte de esa estrategia diseñada por Fidel y “de enseñarle a ese enemigo, que tendremos toda la vida, de que con nosotros no se puede”.
Para Luis Brito Jiménez, un cienfueguero de nacimiento, Girón significó la victoria sobre ese enemigo, pero además la superación del miedo. “En esos días, recuerda, se sintió mucho miedo. Era apenas un muchacho que terminaba el bachillerato y de un momento a otro estaba recibiendo siete balas y un armamento con falta de mantenimiento. Con eso iría a evitar el posible paso hacia el Oriente de quienes nos atacaban”.
Otro casi niño era Luis García Limonta. Este guantanamero tenía solo 14 años, pero unas convicciones más grandes que esta isla. Se corría la noticia del ataque en Girón y aunque su madre le prohíbe salir de casa, él se escapa y junto a otros jóvenes se aposta a cinco kilómetros de la base naval de la Bahía de Guantánamo para evitar posibles acciones militares.
“Yo no fui a Girón, señala, pero lo que vi en las calles, el fervor revolucionario y la cantidad de gente que estaba dispuesta a protegerlo todo, me confirmó que Cuba nunca iba a ser tomada por los yanquis”.
Las profundidades de la historia, lo vivido por cada uno, según afirmaron los presentes, deben ser contadas y enseñadas a las nuevas generaciones; pues serán ellos los encargados de continuar haciendo la historia.