Aunque hace años que Martha Camacho Díaz dejó el magisterio, aún se siente como una educadora. Si pretenderlo, su decir pedagógico sale a relucir en conversaciones y en el trato con las personas que llegan hasta la Oficina de Registro de Consumidores (Oficoda) No. 78 ubicada, en el municipio de Boyeros. Habla despacio y transmite confianza al que la escucha.
“Estudié en la Escuela Formadora de Maestros Primarios Presidente Salvador Allende, donde me gradué en 1980. A los 14 años ya hacía prácticas en la escuela primaria Luis Augusto Turcios Lima, en Arroyo Naranjo. Allí, la directora, Juana María Vega, me atendió muy bien, me apoyó en todo momento. Es un centro del cual conservo hermosos recuerdos. Estando ahí, nacieron mis dos hijos y en ese entorno hicieron el círculo infantil y la primaria”.
Fue en 1993 que Martha retornó a laborar en su municipio. “Mi esposo comenzó a trabajar en comercio y yo también, fue así como me vinculé con la labor en la Oficoda. Me gustó la actividad”.
Descubrió que ese no es un lugar pasivo. Por esas paredes pasa la vida de la comunidad: se tramitan las altas por nacimiento, los traslados de residencia, se conoce quién falleció y los que emigran del país.
También se actualiza la cantidad de consumidores de productos de la canasta familiar normada, la cual debe llegar a los establecimientos minoristas, entre otras funciones.
“Para los cubanos la Oficoda es imprescindible”, alega. Confiesa que en su oficina se adiestran todas las personas que llegan a la entidad. “Los preparo en la metodología, en el dominio de los manuales, procedimientos y nuevas circulares”.
Entre las acciones previstas para el perfeccionamiento de la actividad, se encuentra la digitalización de toda la información recepcionada. “Ese es el sueño. Cuando se materialice; todos ganaremos, pues las personas realizarán más rápido sus trámites y los trabajadores tendrán mejores condiciones en sus puestos”.
Con orgullo dice pertenecer al Sindicato Nacional de Trabajadores del Comercio, la Gastronomía y los Servicios, y lo ha representado en cumplido múltiples tareas que la han hecho merecedora de la distinción Fernando Chenard Piña, el más alto reconocimiento que concede ese sindicato.
Como todos los capitalinos, ahora se prepara para la celebración del Primero de Mayo, y aspira a estar presente con la familia en esa fiesta del proletariado cubano.
Expresa Martha que algunas veces se encuentra con antiguos alumnos y también profesores con los que estudió, y entonces la nostalgia la atrapa, pero luego reflexiona y piensa que desde su puesto también da un granito de arena a la educación. “El haber sido maestra me ha ayudado a formar jóvenes, por eso, todavía me siento muy realizada con mi profesión y la desempeño con mucho orgullo”.
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Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.
El maestro verdadero nunca deja su profesión ,que deje el cuento,se fue para la oficoda porque es más fácil el trabajo alli